– Debe de ser eso de ahi -coincidio Eadulf, senalando una rama grande y curva.
Era evidente que la habia plantado alguien, y se alzaba sobre el suelo neblinoso a una altura de unos tres metros. Al fondo vieron una cuerda, de la que colgaba un cubo.
Fidelma volvio a tomar la iniciativa encaramandose al muro de piedra, que era de poca altura, para saltar al campo y cruzar el suelo humedo y arado en direccion al pozo.
– Parece que aun no ha llegado nadie -se quejo Eadulf, tratando de ver en la penumbra que lo rodeaba.
Aun no habia acabado de decir esto, cuando reparo en un movimiento al otro lado del brocal que senalaba la boca del pozo, una pared baja, hecha con piedras de varios tamanos apiladas sin mortero.
– ?Quien va? -pregunto Fidelma.
Se oyo una tos espasmodica y luego la voz del carrero de Samradan saludandoles.
Fueron al otro lado del pozo y hallaron al hombre sentado en el suelo, con la espalda apoyada en el brocal. Estaba con las piernas tendidas frente a el, y los brazos caidos a ambos lados del cuerpo.
No podian discernir su aspecto a causa de la escasa luz.
– Esperaba que fuerais a llegar antes -dijo el hombre, subiendo la voz.
Fidelma lo miro con el ceno fruncido.
– ?Os ocurre algo? -le pregunto al ver que no se levantaba.
– No me queda mucho tiempo -dijo el hombre con impaciencia-. Callad y escuchad lo que tengo que deciros.
Fidelma y Eadulf se miraron con perplejidad.
Volvio a oirse el aullido quejumbroso del lobo, al que se unieron otros.
– Hablad, pues -le invito Fidelma, sentandose sobre la pared-. ?Que quereis de nosotros?
Eadulf no se movio de donde estaba, sin soltar el baston, observando con preocupacion como iba cerrandose la noche.
– Bonito lugar para un encuentro -murmuro-. ?No seria mejor irnos y buscar un sitio mas protegido?
Sin levantarse y haciendo caso omiso del comentario, el hombre hablo.
– Sor Fidelma… yo soy de Cashel. Que esto os baste, pues mi nombre nada os dira. Cred no os dijo toda la verdad.
– No lo dudo -afirmo Fidelma en un tono ecuanime-. Cada uno da forma a la verdad segun la percibe.
– Mintio en cuanto a lo que os conto -insistio el carrero-. Yo vi como ese hombre al que ella llama arquero se reunia con otros en la posada. Ella lo sabia y os mintio.
– ?Y por que iba a hacerlo?
– Antes escuchadme. El arquero se encontro con un hermano de la Fe. Yo vi a ese hermano entrar en la posada, y estando Cred presente. Ella cree que no me percate, pues en ese momento me hallaba echandome una siesta junto al fuego, despues de haber comido. La entrada del arquero interrumpio mi sueno, por lo que iba a retirarme, cuando vi entrar al religioso. Al ver que el hombre estaba nervioso, decidi quedarme y observar con los parpados bajados, como si durmiera.
– ?Quien era? ?Lo reconocisteis?
– No. Pero me parecio extrano que un religioso entrara en una posada como la de Cred, no se si me entendeis.
– De modo que visteis entrar a un religioso. ?Era un monje orondo de cara grande?
El carrero asintio.
– ?Con cabello rizado y canoso, cortado hasta hacia poco segun la tonsura catolica? -pregunto Eadulf-. ?Como la que yo llevo?
– No -dijo el hombre negando con la cabeza-. Llevaba la tonsura propia de un monje irlandes. Lo que vos llamais la tonsura de san Juan. Pero era, como habeis dicho, un hombre orondo y de cara grande.
– ?Cuando fue esto?
– Hace menos de una semana. Pero no sabria precisar.
– ?Visteis salir al monje de la posada?
– Si, poco despues. Para entonces yo habia ido a la forja. Uno de los carros tenia un eje roto y el herrero lo estaba arreglando. Desde alli vi al mismo hermano regresar con muchas prisas a la abadia.
– ?El hermano Mochta? -pregunto Eadulf, no tanto al hombre como a Fidelma.
– Ese nombre no me dice nada -insistio el carrero.
– ?Como sabeis que se encontro con el arquero? Podia haber ido a la posada a visitar a otra persona.
– Aparte de mi y los otros carreros, solo se alojaba el arquero. Al entrar, el monje comento algo con Cred, y esta le dijo: «Os esta esperando arriba, en la escalera». ?Quien sino el arquero iba a estar esperandole?
– De acuerdo -admitio Fidelma-. Tiene su logica. Asi que el hermano de la abadia se encontro con el arquero.
– Algo mas confirma que el religioso vino por el arquero.
– ?El que?
– Varios dias despues volvio a la posada, esta vez a plena luz del dia, y con otro miembro de su comunidad. El monje pregunto a Cred por el arquero, pero como no estaba se marcharon.
– ?Volvisteis a ver a esos dos religiosos?
– No. Pero hay algo mas, que es mucho mas importante. La misma noche que el religioso vino a la posada, algo mas tarde vi al arquero encontrarse con otro hombre. Me despertaron unas voces desde la ventana, que daba al patio de la posada. Me asome por curiosidad. Habia dos hombres, uno de los cuales sujetaba a un caballo. Estaban hablando de pie, bajo la luz de la posada.
Por ley, se obligaba a las posadas a mantener una luz encendida toda la noche para servir de indicacion a los viajeros que alli se dirigian, ya estuviera situada en el campo o en una poblacion.
De pronto, el carrero tosio; era una tos convulsiva. Luego se recupero.
– Uno de ellos era, como no, el arquero.
– ?Y el otro? -pregunto Eadulf con interes-. ?Reconocisteis al otro?
– No. Vestia una capa con capucha. A juzgar por el atuendo, era un hombre rico. La capa era de lana, ribeteada de piel. Vi poco mas, pero lo que en realidad revelaba que era un hombre pudiente como pocos era la silla y la brida, ademas del caballo. Bueno, aguce el oido para averiguar que decian, pero me llegaba poca cosa. El arquero mostraba un gran respeto por el hombre de la capa. Luego…
El carrero vacilo y se echo a toser otra vez. Fidelma y Eadulf esperaron con paciencia a que recobrara la compostura.
– Luego, el distinguido senor dijo… bueno creo que era un antiguo proverbio:
– «Un reino no se conquista sin contrariedades» -repitio Fidelma lentamente-. Asi es, se trata de un antiguo proverbio; significa que nada se consigue sin esfuerzo.
El carrero volvia a toser.
– Con esa tos, la humedad del suelo no os sentara nada bien -le aconsejo Eadulf.
El carrero prosiguio como si no lo hubiera oido.
– El arquero le respondio diciendo: «No os decepcionare,
Fidelma dio un respingo que la hizo inclinarse hacia delante, tensando el cuerpo de pronto.
–
– El mismo, hermana -respondio el carrero.
Eadulf se quedo mirando a Fidelma en medio de la profunda oscuridad que ya habia caido sobre el campo.
– Esa palabra es el titulo usado para un principe, ?verdad?
Literalmente, la palabra significaba «rey material» y era el tratamiento oficial para dirigirse al hijo de un monarca.
El carrero se echo a toser otra vez.
– Pero, ?que os ocurre? -le pregunto Fidelma, que empezaba a poner en duda su estado de salud.
El carrero respiro hondo y les dijo:
– Creo que tendre que pediros ayuda para regresar al pueblo, pues mucho me temo que no podre volver solo.
