Empezo a moverse y se echo a toser otra vez. De subito, emitio un gemido y cayo al suelo de costado.

Eadulf solto el baston y se arrodillo en medio de la caligine, pues la niebla y el anochecer habian caido muy deprisa y ahora ocultaban los detalles a la vista. Busco la cabeza del hombre y le puso una mano sobre el cuello para tomarle el pulso. Lo noto muy agitado y luego se paro.

– ?Que sucede? -pregunto Fidelma con impaciencia.

Eadulf levanto la vista sin ver el rostro de ella.

– Esta muerto.

Fidelma aspiro con brusquedad una bocanada de aire.

– ?Muerto? ?Como puede ser?

Eadulf toco una sustancia calida y humeda a un lado de la boca del hombre.

– Ha estado tosiendo sangre -dijo, sorprendido-. Si hubiera habido luz, nos habriamos dado cuenta.

– Pero esta tarde estaba bien -se sorprendio Fidelma-. No tenia el aspecto de una persona que escupe sangre.

Eadulf se inclino para tratar de volver a colocar el cuerpo en una posicion erguida, sentado. Rodeo al hombre con el brazo derecho, y con la mano toco la misma sustancia calida y pegajosa por toda la espalda. Noto un desgarron en la camisa del hombre y, con los dedos, toco la carne rasgada.

– ?Oh, dabit deus his quoque finem! -susurro en la oscuridad.

– ?Que ocurre? -pregunto Fidelma con frustracion, ya que estaba tan oscuro que no veia que estaba haciendo Eadulf exactamente.

– A este hombre lo han apunalado en la espalda. Ha estado hablando con nosotros, echado en el suelo, herido de muerte. Dios sabe como ha aguantado hasta ahora. Le han apunalado en la espalda… -dijo, e hizo una pausa-. El propio movimiento de ir a levantarse habra abierto la herida y le habra causado la muerte. De no haberse movido, quizas habria sobrevivido. No lo se.

Fidelma permanecio en silencio algunos instantes.

– Tendria que habernoslo dicho -solto finalmente, expresando una cruel realidad-. Ahora ya no podemos ayudarle.

Eadulf cogio el pozal para lavarse la sangre de las manos.

– ?Cargo con el cuerpo para llevarlo a la posada? -pregunto a Fidelma-. Deberiamos decirselo a Samradan.

Fidelma movio la cabeza antes de percatarse de que estaba demasiado oscuro para que Eadulf viera el ademan negativo de la respuesta.

– No. Si damos a conocer que teniamos alguna relacion con este hombre, podrian impedirnos seguir investigando con la informacion que nos ha facilitado.

– ?Y como vamos a impedirlo? Le han apunalado en la espalda. Lo han matado. Se disponia a encontrarse con nosotros. Cuando ha concertado el encuentro esta tarde, parecia preocupado por que alguien le viera. ?A quien temia? Sea quien fuere, habra sido la misma persona que lo ha matado para impedirle que nos diera la informacion.

– No lo sabemos con seguridad, pero me inclino a creerlo. Si lo mataron para impedir que nos contara lo que sabe, lo mas prudente es que esa persona crea que no logro hablar con nosotros. No debemos mencionar el incidente. Lo encontraran manana cuando vengan a sacar agua del pozo. Seguiremos la investigacion partiendo de que lo han matado para que no hablara, y fingiremos que se llevo el secreto a la tumba.

– No me hace ninguna gracia -confeso Eadulf-. Parece algo impropio de un cristiano, marcharse y dejarlo ahi de esa manera.

– A el no le importara, porque buscamos justicia, y a Dios tampoco. Tambien puede ayudarnos a seguir la pista de su asesino, ya que si estan relacionados con los asesinos de Cashel, habremos averiguado algo importante que nos dara cierta ventaja.

Se arrodillo junto al cuerpo y musito una breve oracion antes de ponerse en pie.

– Sic itur ad astra -murmuro Eadulf con sarcasmo.

Asi se asciende a las estrellas.

De pronto Eadulf advirtio el incesante ulular de los lobos, que parecian haberse acercado mientras ellos hablaban. Recogio el baston, que habia soltado para examinar el cuerpo del hombre, y le dijo a Fidelma:

– Mas vale que regresemos.

Fidelma estaba de acuerdo. Ella tambien habia notado la proximidad de los lobos.

Atravesaron el campo de cultivo, pasaron por encima de la hormaza que delimitaba el terreno y siguieron por la senda. Para entonces la luna estaba alta; era una brillante luna de mediados de septiembre. Ya casi no parecia de noche. Habia unas cuantas nubes en el cielo, pero no eclipsaban la palida luminosidad. Solo quedaba niebla y penumbra en el campo alrededor del pozo, acentuadas por la humedad. En el sendero, la oscuridad se habia disipado, y el resplandor blanquecino proyectaba sombras entre las que se apresuraban, derechos hacia las luces del pueblo.

Los crecientes aullidos provocaron a Eadulf, y no por primera vez, un escalofrio que le recorrio la espina dorsal. Lanzo una mirada nerviosa a su alrededor.

– Suenan como si estuvieran muy cerca de aqui -susurro.

– No nos pasara nada -le dijo Fidelma con seguridad-. Los lobos no atacan a humanos adultos a menos que se esten muriendo de hambre.

– ?Y quien dice que estas bestias no estan famelicas? -protesto Eadulf.

A decir verdad, Fidelma pensaba lo mismo.

Eadulf no estaba seguro de haber visto algo, pues fue fugaz el momento de atisbarla. Le parecio haber visto una sombra grande y oscura cruzar muy deprisa el camino a menos de veinte metros de alli. Tuvo el impulso de detenerse.

– ?Que sucede? -susurro Fidelma al ver de pronto que Eadulf tensaba los hombros, por lo que se quedo quieta a su lado, mirando hacia delante.

– No estoy seguro…

Un leve grunido hizo que inmovilizaran las piernas como si estas de pronto se hubieran congelado.

La sombra, larga, baja y de formas musculosas, volvio a moverse y, de pronto, el palido resplandor de la luna se reflejo sobre dos puntos que parecian oscilar como esferas de fuego. El grunido se acentuo.

– Poneos detras de mi, Fidelma -le indico Eadulf entre dientes, a la vez que alzaba el bordon para protegerse.

El animal dio un paso adelante sin dejar de intensificar el grunido.

– No veo bien si es un lobo o un perro vigilante de alguna granja -susurro Fidelma, forzando la vista en la negrura.

– Da igual. Es una amenaza.

De repente, sin avisar, el gran animal se lanzo hacia ellos. Si Eadulf no hubiera reaccionado enseguida, se le habria echado al cuello. Con el bordon golpeo en el aire al animal. Le dio en el morro, no tanto por objetivo como por azar. Asesto el golpe con toda la fuerza de que fue capaz. El canido cayo al suelo emitiendo un ganido. Sin dejar de gemir, se alejo unos pasos de ellos. Entonces se detuvo, y el gemido paso a ser un grunido desafiante.

Cuando Fidelma hablo, Eadulf pudo percibir miedo en su voz por primera vez desde que la conocia.

– No es un perro, Eadulf. Es un lobo.

Eadulf no habia apartado los ojos del animal, que empezo a moverse adelante y atras, muy despacio, frente a ellos y sin dejar de grunir, como si de este modo buscara su punto debil. Empezo a caminar de un lado a otro describiendo lineas cortas, pero sin acercarse. Pese a moverse, los ojos, dos puntos rojos luminiscentes, estaban fijos sobre Eadulf, que no dejaba de empunar el baston ante si en todo momento.

– No podemos pasarnos la noche haciendo esto -murmuro.

– No podemos huir.

– A unos metros de aqui hay un arbol… si consigo entretenerlo, quiza vos podais llegar hasta alli… subid al arbol y protegeos entre las ramas.

– ?Y que hareis vos? No llegariais al arbol; el animal os alcanzaria.

– No tenemos otra alternativa -se resigno Eadulf, irascible por el miedo-. ?Preferis que nos despedace a los

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