dos? Tratare de apartarlo del camino para que podais escabulliros. Asi tendreis un amplio margen para correr. Cuando os avise, corred. No mireis atras y procurad subir lo mas alto que podais.
Tal era la resolucion en su voz, que Fidelma vio que de nada servia quejarse. De todos modos, logicamente, Eadulf tenia razon. No tenian otra alternativa.
Eadulf probo unas cuantas embestidas que hicieron retroceder al lobo, sorprendido por la audacia del contrincante. Luego entorno aquellos ojos feroces y volvio a ensenar unos colmillos babeantes. Eadulf ataco de nuevo.
Oyeron un gemido sobrecogedor cerca de alli. El alarido les causo un escalofrio a los dos. Seria del mismo lobo, que resonaba en el campo del que habian venido.
El lobo se irguio y alzo la cabeza hacia la luna, cuyos tenues rayos blancos le banaron el morro. Desde lo mas hondo de la garganta surgio un sonido leve al principio, que fue ganando intensidad y volumen hasta que separo las mandibulas: un aullido estridente y sobrenatural rasgo el aire. Una vez, dos veces y una tercera, el alarido rompio la calma nocturna que los envolvia. Al remitir el grito, el lobo parecio quedar inmovil y escuchar.
No cabia duda. Desde el campo se oyo un aullido en respuesta, un grito impresionante.
Sin mas, sin lanzar siquiera una ultima mirada a Eadulf, el lobo se dio la vuelta, salto sobre el muro de piedra y se alejo por el campo de cultivo.
Eadulf todavia estaba paralizado por la impresion, y tenia la frente banada en sudor. El bordon le resbalaba en las palmas humedas.
Fidelma fue la primera en reaccionar.
– Vamonos, no sea que haya otros lobos cerca. Regresemos al pueblo, alli estaremos seguros.
Dado que Eadulf no hizo ademan de moverse, Fidelma le tiro de la manga. Tratando de recuperarse, se volvio y echo a andar detras de ella con premura, nervioso, sin dejar de mirar atras una y otra vez.
– Pero es que se dirigen hacia el campo donde hemos dejado al…
– ?Pues claro! -exclamo Fidelma-. ?Por que creeis que el lobo ha desistido de atacarnos? Su pareja -dijo con la voz algo tremula- ha encontrado el cadaver, una presa mas facil que nosotros. En eso consistian los siniestros aullidos entre ambos. Ese pobre hombre nos ha salvado con su muerte.
Eadulf sintio nauseas al imaginar la truculenta cena de que estarian disfrutando los lobos en el pozo. Ellos mismos podian haber sido ese siniestro manjar. Fidelma podria haber… Y empezo a pronunciar entre dientes la oracion para la misa de difuntos:
–
– No gasteis aliento -lo interrumpio Fidelma con irritacion-. Honrad el sacrificio de ese hombre haciendo que haya merecido la pena y llegando al pueblo sano y salvo.
Eadulf callo, ofendido por la dureza de aquellas palabras. Al fin y al cabo, el se habia preocupado mas por la seguridad de ella que de la suya propia. Sin embargo, aquel incidente le habia hecho ver por primera vez que ella tambien podia sentir miedo.
No volvieron a hablar hasta alcanzar el limite del municipio y haber pasado por delante de la lampara encendida de la posada de Cred. Habia unas cuantas personas en la calle, pero al parecer ninguna reparo en ellos hasta que llegaron a la altura de la forja.
A pesar de lo tarde que era, el herrero estaba sentado junto a un brasero encendido al lado del yunque. Estaba ocupado sacando lustre a la hoja de una espada. Levanto la cabeza y los reconocio.
– Yo que vos andaria con cuidado a estas horas de la noche, senora -dijo como saludo.
Fidelma se detuvo en seco delante de el. Para entonces ya habia recuperado la compostura. Le devolvio la mirada, preguntandole:
– ?Y eso por que?
El herrero inclino la cabeza a un lado como si escuchara.
– ?No los habeis oido, senora?
En medio de una noche tan serena, aunque levemente, el aullido de los lobos llego a sus oidos.
– Si, ya los hemos oido -respondio Fidelma con firmeza.
El herrero movio la cabeza despacio, asintiendo. Sin dejar de pulir la espada, observo:
– Nunca los habia oido tan cerca del pueblo. Yo que vos regresaria cuanto antes a la abadia.
Se inclino sobre la espada, como si aquella labor lo absorbiera. Luego volvio a levantar la cabeza y dijo:
– Como
No era propio del jefe de un pueblo, ni siquiera de un principe o de un rey, organizar una caceria de lobos para reducir el numero de estos a una cantidad aceptable. Sin embargo, a Eadulf le parecio que tras aquellas palabras latia una insinuacion. No sabia si estaba en lo cierto o si oia cosas donde no las habia, debido a la emocion de los incidentes ocurridos esa noche.
Fidelma se marcho sin decir nada mas al herrero, encaminandose hacia los elevados y oscuros muros de la abadia, por la senda que discurria junto al enorme tejo. Eadulf corrio para alcanzarla. Cuando ya nadie los oia, le dijo lo que pensaba.
– ?Creeis que ha querido insinuar algo con sus palabras?
– No lo se, aunque puede que no. A estas alturas, creo que deberiamos estar preparados para cualquier cosa.
– ?Que es lo siguiente que vamos a hacer?
– Creo que eso deberia estar claro.
Eadulf reflexiono unos instantes.
– Hablar con Cred, supongo. Hay que volver a interrogarla, ?no?
Fidelma respondio en un tono de aprobacion.
– Excelente. Asi es. Debemos hablar de nuevo con Cred, porque si el carrero de Samradan estaba en lo cierto, esa posadera sabe mas de lo que nos ha contado.
– Bueno, yo creo que todo esta muy claro.
Eadulf parecia tan convencido, que Fidelma se sorprendio.
– ?Ya habeis resuelto la intriga, Eadulf? -pregunto con un levisimo toque sarcastico, que Eadulf no percibio-. Que listo sois.
– Bueno, ya habeis oido lo que ha dicho el carrero. El arquero recibia instrucciones de un principe. ?Cuantos principes hay que sean enemigos de Cashel?
– Muchos -respondio con sequedad-. Aunque debo confesar que el primero en que pense fue el principe de los Ui Fidgente. Pero no podemos acusar a Donennach por el mero hecho de que el arquero se dirigiera al hombre como
Eadulf dijo, impaciente:
– Eso ya lo se. Y los Eoghanacht del sur aseguran ser descendientes de Eber. Pero, ?realmente creeis que los Ui Neill del norte constituyen una amenaza para Cashel?
– Cuesta extraer de la carne lo que en el hueso crece -comento Fidelma llegando a las puertas de la abadia, donde se detuvieron.
– No lo entiendo -se quejo Eadulf.
– Hace unos mil anos que los Ui Neill odian a los Eoghanacht y que codician su reino.
El monje que les abrio era el hermano Daig, el joven de aspecto lozano que habian conocido aquella manana. Parecia alegrarse de verles.
– Gracias a Dios que habeis regresado sanos y salvos. Hace dos horas o mas que oigo a los lobos de las colinas. En noches como esta hay que estar a cubierto.
Cerro las puertas cuando ambos hubieron entrado.
– Tambien nosotros los hemos oido -comento Eadulf sin mas.
– Teneis que saber que por los bosques y campos vecinos andan sueltos muchos lobos -prosiguio el hermano
