abadia. Los toques desesperados no habian dejado de sonar.
– Ese es nuestro unico medio -dijo.
Samradan contemplaba la escena como si estuviera hipnotizado; su rostro ofrecia un aspecto cadaverico. Pocas veces habia visto Fidelma el reflejo tan descarnado del miedo en el semblante de una persona. Aun en aquella circunstancia, le vino a la mente un pensamiento. ?Que decia Virgilio? El miedo traiciona a las almas indignas. ?Por que se le ocurria aquello ahora? No habia nada mas grotesco que el miedo en el rostro de un hombre.
El fornido mercader pregunto al abad con algo mas que preocupacion en la voz:
– ?Creeis que cruzaran los muros de la abadia?
– Esto no es una fortaleza, Samradan -respondio el abad con acritud-. Las puertas no se construyeron para protegernos de un ejercito.
– ?Exijo proteccion! No soy
– ?Pues bajad al sotano de la capilla con las mujeres! -le echo en cara-. Y dejad que nosotros nos defendamos… ?y os defendamos a vos!
Casi consiguio apocar al mercader.
Fidelma hizo un gesto de indignacion.
– Llevad a Samradan al sotano y pedid al hermano Madagan que suba -ordeno a Eadulf.
Le resulto facil asumir el mando, ya que era la hermana del Eoghanacht de Cashel y aquel era su pueblo. Se quedo junto al abad Segdae observando la escena con creciente ira. Distinguio la forja del herrero, de la que brotaban llamaradas. Varios edificios ya estaban destruidos. Dirigio la atencion a las sombrias figuras de los atacantes, con la esperanza de identificar a alguno, pero poco discernia en la oscuridad, aparte de hombres con yelmos de guerra y, en algunos casos, resplandecientes cotas de malla. Ninguna insignia los identificaba.
Oyo un correteo procedente de la escalera y vio aparecer al hermano Madagan, sin aliento. Este miro con tristeza el pueblo en llamas.
– Ahora se ocupan de lo mas facil -observo-. En cuanto hayan terminado de saquear el pueblo indefenso, acometeran la abadia.
De repente, el abad Segdae dio un grito y cayo al suelo de espaldas. Todos lo miraron, sorprendidos. Tenia una terrible y sangrienta herida en la frente. Fidelma habia oido el golpe de una piedra. Se agacho y recogio una pequena del suelo.
– La han lanzado con una honda -observo-. Mejor sera apartarse del muro.
El hermano Madagan ya estaba arrodillado junto al abad.
– Mandare llamar al hermano Bardan, el boticario. Le han dado en la cabeza. Ha perdido el conocimiento.
Fidelma se acerco con cuidado al muro, agachandose para protegerse. Seguramente un guerrero que pasaba por delante habia lanzado el proyectil y habia dado en el blanco por casualidad. Por el momento, no parecia que hubiera sido un asalto coordinado contra la abadia. Los atacantes iban de aca para alla por todo el pueblo.
– Cuando los guerreros decidan atacarnos, poco ayudaran los muros a impedir que entren -murmuro el hermano Madagan, mirando adonde ella miraba, como si le hubiera leido el pensamiento.
Fidelma senalo el campanario de la abadia; la campana seguia tanendo.
– ?Con eso nos llegara ayuda?
– Puede, pero hay pocas posibilidades.
– Entonces no hay mas guerreros que puedan ayudarnos que los de Cnoc Aine.
– Asi es. Solo cabe esperar que Finguine de Cnoc Aine sea avisado.
– Esta a unos diez kilometros de aqui -se dijo Fidelma, calculando la distancia entre Imleach y la fortaleza de su primo-. ?Oiran la campana?
El hermano Madagan hizo una mueca.
– Aunque no es seguro, hay muchas posibilidades de que si. Hoy hace una noche serena, por lo que puede que oigan el toque de rebato.
– Pero no es seguro -repitio Fidelma con amargura, fijandose de nuevo en la escena de destruccion en el pueblo-. ?No hay manera de saber quienes son estos hombres? ?Para que iban a querer atacar la abadia?
– No tengo ni idea. En la historia de nuestro monasterio, nadie habia atacado jamas este lugar sagrado… - callo en seco y adopto un semblante preocupado.
– ?Que? -pregunto Fidelma.
El hermano Madagan evito su mirada.
– La leyenda. Quiza sea cierta.
Por un momento, Fidelma no sabia de que le estaba hablando, hasta que cayo en la cuenta.
– ?La desaparicion de las Reliquias de Ailbe! No son mas que supersticiones.
– Pues la coincidencia resulta extraordinaria. Las Santas Reliquias han desaparecido. Se dice que, si salen de aqui, Muman caera. Asi ha ocurrido, ?y ahora estan a punto de destruir la abadia!
La propia aprension que sentia la hizo enfurecer.
– ?Insensato! ?La abadia todavia no ha sido destruida, y no sera destruida si buscamos los recursos necesarios para defenderla!
Eadulf regreso lo antes que pudo. Al ver el cuerpo tendido del abad se horrorizo.
– ?Esta…?
– No -contesto el hermano Madagan-. Le han dado en la cabeza con una piedra. ?Podeis pedir a alguien que mande llamar al boticario, el hermano Bardan?
Eadulf volvio a desaparecer por la escalera. No tardo nada en volver.
– Un joven hermano ha ido en busca del boticario.
Fidelma lo miro, apesadumbrada.
– ?Y como esta Samradan?
– Sor Scothnat lo esta consolando -explico y, de pronto, fijo la vista en la plaza-. ?Mirad!
Todos miraron hacia donde apuntaba.
Una media docena de hombres habian descabalgado cerca del gran tejo que crecia frente a los muros de la abadia. Todos llevaban hachas, con las que empezaron a talar el antiguo arbol. Lo hacian de forma coordinada, como si lo hubieran planeado y no fuera un mero acto vandalico.
Perplejo, Eadulf pregunto:
– Pero, ?que estan haciendo? ?En mitad de un ataque se detienen a cortar un arbol?
– ?Que Dios nos ampare! -exclamo el hermano Madagan casi con un lamento de desesperacion-. ?No os dais cuenta? Estan cortando el tejo sagrado.
Aun sin entender el sentido de aquella accion, hizo una siniestra observacion.
– Mejor que maten un arbol que a personas.
– Recordad lo que os conte -le dijo Fidelma con dureza, pues incluso su tez habia empalidecido-. Es el arbol sagrado, simbolo de nuestro pueblo, segun el cual fue plantado por las propias manos de Eber Fionn, el hijo de Milesius, padre de los Eoghanacht de Cashel. Entre nuestra gente, Eadulf, existe la creencia de que el arbol constituye el simbolo de nuestro bienestar. Si el arbol florece, nosotros florecemos. Si es destruido…
No termino la frase.
Eadulf la escucho en silencio. Una vez mas, volvia a confundirle el misticismo de un pais al que habia acabado amando. Por una parte, era mas cristiano que cualquiera de los reinos sajones que conocia. Por otra, era mas pagano que la mayoria de paises cristianos que habia visitado. Y Fidelma, la persona mas racional y analitica de todas, se mostraba sumamente preocupada porque alguien estaba echando abajo el gran tejo. Eadulf empezo a comprender el autentico valor de aquel simbolismo. Siempre habia creido que en epocas paganas se rendia adoracion al arbol. Ahora se daba cuenta de que, en realidad, no era sino una forma especial de veneracion a los arboles en tanto que simbolos de los seres vivos mas antiguos del mundo. ?Seres vivos! La destruccion de este simbolo, conocido como «el Arbol de la Vida», era mucho mas que una ofensa a la dinastia Eoghanacht de Cashel. Constituia una forma de desanimarlos a ellos y al pueblo.
Se sentia en la obligacion de decir muchas cosas, pero luego considero que seria mas sensato callar.
Pese al rebato de la campana, solamente oian los hachazos que los atacantes descargaban contra la anosa
