detras. Al caer al suelo, otro me alcanzo con una espada. Para entonces la forja ya era pasto de las llamas. Mi ayudante, Suibne, me arrastro para quitarme de en medio y nos pusimos a cubierto -explico y, mirando a Finguine con verguenza, anadio-: Aunque soy bo-aire y me corresponde proteger a mi pueblo, no se espera que me suicide. Aqui no habia guerreros que me ayudaran a frenar el ataque.

– ?No reconocisteis a los atacantes? ?No sabeis quienes eran o de donde venian? -insistio Finguine.

– Llegaron a caballo por el norte, y por el norte se marcharon -dijo, y escupio en el suelo-. No hace falta preguntar quienes eran.

– Pero no estais seguro de quienes eran, ?cierto? -insistio Fidelma.

– ?Que iban a ser sino Dal gCais? ?Quien sino esos asesinos de los Ui Fidgente perpetraria un ataque de tal envergadura a Imleach y destruiria el gran tejo?

– Pero no estais seguro -repitio.

El herrero entorno los ojos sin disimular la ira que sentia.

– La proxima vez que me encuentre con un Ui Fidgente, no me haran falta pruebas para matarlo. Y si me equivoco, estoy dispuesto a ir al infierno solo por el placer de llevarme a un Ui Fidgente conmigo. Mirad que le han hecho a mi pueblo -se lamento, extendiendo el brazo para mostrar las ruinas humeantes.

Finguine miro a su prima con gravedad en el gesto.

– Lo cierto es que esta es la impresion de la mayoria. De hecho, ?quien puede haber causado este dano aparte de los Ui Fidgente?

Fidelma se aparto de la forja con el y con Eadulf para que Nion no la oyera.

– Precisamente eso es lo que tengo que averiguar -dijo-. Si han sido los Ui Fidgente, que asi sea. Pero debemos asegurarnos, pues Donennach de los Ui Fidgente se halla en estos momentos en Cashel para negociar un tratado con mi hermano. El y mi hermano han sido heridos en un intento de asesinato. En pocos dias habra una vista en la que tendremos que demostrar la duplicidad de los Ui Fidgente, o ser declarados culpables ante los cinco reinos de Eireann. No quiero hipotesis. Quiero pruebas de que estan implicados.

Finguine se mostro comprensivo.

– Es una lastima que alguien se haya tomado la venganza por su mano matando a un rehen. Podriamos haber averiguado algo.

– Si es que la venganza ha sido el movil para apunalarlo en el pecho y eliminarlo tan pronto y con tal sigilo - dijo Fidelma, absorta, como si sopesara la cuestion.

Finguine y Eadulf la miraron, asombrados.

– No se si he entendido bien lo que estais insinuando -dijo con cierta duda el principe de Cnoc Aine.

– Creo que la insinuacion es bastante clara -respondio.

– ?Creeis que lo mataron para impedirle que revelara la identidad de los atacantes? -pregunto Eadulf, que habia captado de inmediato la insinuacion.

Por la expresion de Fidelma supo que iba bien encaminado.

Eadulf hizo rapidamente sus conjeturas y luego dijo:

– Pero eso significaria… sin duda, que uno de los monjes de la abadia esta conchabado con los atacantes.

Fidelma asintio, dado el tono de incredulidad de Eadulf.

– O alguien que estuviera dentro de la abadia -preciso ella-. ?Es tan dificil de creer? Todos los hilos de este misterio conducen a la abadia.

Eadulf levanto una mano y se tiro de la oreja con gesto pensativo.

– Si mal no recuerdo, dejamos al guerrero atado y entramos en la torre. ?Seguia vivo cuando bajamos, despues de oir la llegada de Finguine? No daria fe de ello.

– Yo tampoco -coincidio Fidelma-. ?Lo mataron estando nosotros en la torre o cuando abrimos las puertas para recibir a Finguine?

– Bueno, si hubiera muerto cuando estabamos en la torre, en ese momento aun habia varios hermanos en el patio, junto a las puertas. Estaban los encargados de llevar los cuerpos de Cred y del hermano Daig al deposito de cadaveres y los que acompanaron al hermano Madagan a su habitacion.

Fidelma reflexiono en voz alta:

– Cuando bajamos para abrir las puertas, el hermano Tomar estaba alli con el abad Segdae, y cerca de pie habia otros dos hermanos. Corrimos a abrir las puertas para recibir a Finguine. Alguien podria haber apunalado al guerrero facilmente en ese momento.

– Tiempo hubo de sobra para matarlo, y cualquiera de los monjes puede haber sido el responsable -suspiro Eadulf.

– Eso no me sirve de mucho, prima, para identificar a los atacantes -interrumpio Finguine-. Un muerto no cuenta cuentos.

Fidelma se quedo mirando a su primo unos instantes y luego le sonrio para objetar con solemnidad:

– A veces un muerto puede revelar muchas cosas. Dado que el guerrero muerto es la unica prueba de la que disponemos contra los atacantes, creo que deberiamos ir a examinar su cuerpo y sus pertenencias. Puede que en el demos con alguna pista.

Se dirigian hacia la abadia, cuando uno de los hombres de Finguine, que habia estado examinando el arbol caido, cruzo la plaza corriendo hacia ellos y susurro con avidez al oido del principe. Finguine se volvio a Eadulf y Fidelma con una sonrisa triunfante.

– Creo que ya tenemos la confirmacion que hacia falta para atribuir la culpa -anuncio con satisfaccion-. Venid.

Siguieron al hombre hasta el tejo. Aquel se hizo a un lado y senalo una parte del arbol que no se habia quemado, algo grabado en el tronco caido. Era un simbolo, un rudimentario jabali grabado en la madera.

– El emblema del principe de los Ui Fidgente -dijo Finguine sin mas, pues no era necesaria explicacion alguna.

Fidelma miro el grabado unos momentos.

– Resulta interesante que, durante un asalto sigiloso como el de anoche, alguien se molestara tanto en dejarnos claro quienes nos habian atacado.

En ese momento se oyo un limpio toque de trompeta.

Eran los hombres de Finguine, que regresaban despues de ir tras los atacantes. Entraron en el pueblo cabalgando, con los caballos polvorientos y cansados. El jefe del grupo vio a Finguine y se acerco, montado. Moviendo la cabeza con un gesto de disgusto, bajo de la silla.

– Nada -bramo con enfado-. Los hemos perdido.

Finguine torcio el gesto.

– ?Que los habeis perdido? ?Como?

– Han cruzado el rio y les hemos perdido la pista.

– ?En que direccion iban cuando los habeis perdido de vista? -pregunto el principe de Cnoc Aine.

– Hacia el norte, desviandose hacia las montanas, diria. Pero les hemos perdido la pista en el rio Muerto. Desde alli podrian haber cambiado de trayectoria hacia cualquier parte. Imagino que seguirian hacia el norte.

– ?No recorristeis la orilla norte para ver donde habian dejado el rio? -exigio Finguine.

– Cabalgamos mas de kilometro y medio para seguirles el rastro, pero fue en vano. El suelo era muy pedregoso -explico el hombre en un tono que parecia ofendido por el reproche del principe.

– No ha sido mi intencion poner en duda vuestra habilidad -le aseguro Finguine-. Id, comed algo y descansad.

Cuando el guerrero se disponia a regresar con sus hombres, el antiguo tejo atrajo su atencion.

– Esto es una mala senal, Finguine. Es un mal augurio -aseguro a media voz.

Los labios del principe de Cnoc Aine formaron una linea fina.

– Esto solo significa que quienes lo hicieron pagaran sus culpas -solto.

– Un momento -pidio Fidelma al guerrero cuando empezo a mover al caballo-. ?Que os hace pensar que siguieron hacia el norte tras salir del rio Muerto?

El hombre miro hacia atras. Primero vacilo y luego se encogio de hombros.

– ?Para que iba alguien a cabalgar derecho hacia el norte como si el Diablo le pisara los talones, y luego cambiar de rumbo al llegar al rio? Sin duda, tenian prisa en llegar sanos y salvos a su territorio.

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