vispera.

Fidelma le pregunto si sabia por donde andaba el hermano Bardan y, si bien dijo que no lo sabia, sugirio que tal vez habia ido a ver a Nion, el herrero. Anadio que el hermano Daig seria inhumado en el camposanto de la abadia aquella tarde al ponerse el sol, segun la costumbre, y cantarian un requiem llamado ecnairc ante su sepultura.

– ?Y ahora que? -pregunto Eadulf, siguiendo a Fidelma de nuevo hacia las puertas de la abadia.

– Vamos en busca del hermano Bardan.

Al cruzar la plaza hacia el pueblo, Fidelma vio a varios guerreros de Finguine, descansando despues de los esfuerzos en torno a una hoguera, cerca del tejo. Pasaron por las ruinas humeantes de lo que fuera la fragua de Nion y miraron a ambos lados de la calle principal.

Habia mucha mas actividad de la que habian visto algo mas temprano aquella misma manana. Oyeron bullicio no muy lejos de alli. Al girar la esquina de un edificio vieron de donde procedia. Al parecer, algunos hombres de Finguine estaban ayudando a los supervivientes a cavar una fosa grande en un campo, tras unos edificios que antes ya se utilizaban como cementerio. A un lado yacian los cuerpos amortajados, listos para recibir sepultura. Un reducido grupo de mujeres permanecio de pie junto a los cuerpos, entre grandes lamentaciones y dando palmadas al modo tradicional para expresar su dolor.

Entre las ruinas de los edificios destruidos habia hombres, mujeres y ninos retirando escombros. Aparte de la actividad frenetica, muy poco habia cambiado la escena con respecto a unas horas antes.

– No veo al hermano Bardan por ningun lado -observo Eadulf.

– No tiene que andar muy lejos -le aseguro Fidelma al dejar atras la fragua de Nion y mirar al final de la calle, hacia la estructura tiznada de lo que un dia fuera la posada de Cred-. Vamos hasta el final de la calle; parece que alli hay un grupo de gente.

Al acercarse un poco, advirtieron que el grupo de gente se estaba cerrando en derredor de una figura montada que acababa de llegar al final de la calle. Fue entonces cuando repararon en que el bullicio era en realidad gritos y chillidos de rabia e insultos. Al fijarse mejor, sorprendidos, vieron que las personas que mas destacaban del grupo trataron de golpear y aranar al hombre, hasta hacerle caer del asno que montaba. El hombre solto un grito estridente, agitando las manos en el aire a la desesperada, antes de desaparecer bajo el gentio que lo rodeaba.

Fidelma echo a correr hacia ellos, alarmada. Entonces, de un edificio de la calle aparecieron Finguine y dos de sus hombres. Fidelma vio detras de ellos al hermano Bardan, pero en ese momento ella debia atender algo mucho mas urgente.

– ?Que sucede? -le grito Finguine al verla correr, seguida de Eadulf.

– ?Traed a vuestros hombres, deprisa! -le pidio ella sin volverse.

Llegaron hasta el grupo, que seguia increpando a la figura acorralada. El hombre habia conseguido ponerse en pie, pero le zarandeaban, golpeaban y maltrataban. Tenia la cara ensangrentada.

– ?Deteneos! ?Deteneos, he dicho! -exhortaba Fidelma al abrirse paso entre ellos.

Finguine y sus hombres los alcanzaron y siguieron su ejemplo sin preguntar nada, separando a la gente y gritandoles que se apartaran para llegar hasta la victima. Al reconocer la figura del principe de Cnoc Aine y a dos de sus guerreros, la turba tuvo un momento de vacilacion y luego todos retrocedieron unos pasos.

Fidelma logro llegar hasta la delgada figura del importunado. Este era de complexion menuda y pelo canoso. Su atuendo, hecho trizas y manchado de sangre y barro, era de buena calidad. Llevaba una capa ribeteada de piel de zorro, y del cuello le colgaba una cadena de oro de oficio. Tenia una curiosa forma de mover la cabeza a sacudidas, como un ave. Presentaba el cuello escualido, y una protuberante nuez, que se movia por la agitacion del momento. Fidelma no estaba segura de si el hombre le recordaba a un pajaro o un huron, pues guardaba similitudes con ambas criaturas. Aquella idea le paso por la cabeza en una fraccion de segundo antes de recordar la brutalidad con que lo habian abordado.

Al ver que no estaba maltrecho, miro a la gente con desafio y alzo una mano para hacerles callar, pero siguieron rodeandole sin dejar de proferir toda clase de injurias. En sus rostros se reflejaban el odio y la rabia, asi como el miedo.

– ?Que significa esto? -la potente voz de Finguine logro acallar la algarabia.

– ?Es un Ui Fidgente! -exclamo un hombre-. ?Miradle! ?Viene a regodearse de la muerte y destruccion que nos han traido los suyos!

Fidelma miro a la cara, menuda y palida, salpicada de sangre, que reflejaba una mezcla de colera y terror.

– ?Quien sois? -le pregunto-. ?Sois de los Ui Fidgente?

El hombrecillo se irguio, aunque apenas le llegaba al hombro a Fidelma.

– Soy… -empezo a decir, pero la multitud lo interrumpio con un abucheo iracundo al interpretar lo dicho como una confirmacion.

– ?Esperad! -les espeto Fidelma-. Dejad hablar a este hombre. Ademas, como veis, no es un guerrero. Guerreros son los que os atacaron anoche, y no forasteros en burro. Asi que, explicaos, buen hombre: decidnos quien sois y que os trae por aqui.

Sin salir de su turbacion, el hombrecillo decidio dirigirse a Fidelma.

– Es cierto que soy de los Ui Fidgente, pero no soy guerrero. ?Que ha dicho este hombre? ?Que anoche os atacaron guerreros Ui Fidgente? No puedo creerlo.

– Como bien ha dicho el principe de Cnoc Aine -senalo Fidelma con delicadeza-, anoche fuimos atacados.

El hombre hizo ademan de hablar, pero otros gritos de venganza lo sofocaron.

Nion, el herrero, se habia abierto paso a empujones, apoyandose a duras penas en un palo.

– ?Lo veis? Reconoce que es un Ui Fidgente. Matemosle.

El hombrecillo se puso mas nervioso y avanzo la barbilla, superando la rabia al miedo.

– ?Que clase de hospitalidad ofreceis a un inocente caminante? ?Acaso en estas tierras ya no se respeta la ley?

– ?La ley! -exclamo Nion con desprecio, y senalo con la mano los edificios humeantes-. ?Acaso respetan alguna ley los Ui Fidgente, que esto hicieron? Venid y contad los cuerpos del cementerio, y decidnos como vosotros, los Ui Fidgente, contemplais la ley.

El hombrecillo era todo estupor.

– Yo no se nada de esto. Es mas, exigiria pruebas de tales acusaciones.

– ?Pruebas, quereis? -grito otro hombre, apoyando a Nion-. Una soga y un arbol, esa prueba os daremos.

Finguine se habia llevado la mano a la espada.

– Nadie hara dano a este hombre. La ley todavia gobierna el territorio del principe de Cnoc Aine.

Fidelma lanzo una mirada de agradecimiento a su primo.

– Volved a vuestros quehaceres -ordeno-. Este hombre esta bajo la custodia del principe de Cnoc Aine, y si tiene alguna responsabilidad por lo que os ha sucedido, sera llevado ante los tribunales.

Hubo un murmullo furioso, pero con la presencia de Finguine y sus hombres, todos ellos espada en mano, la turba empezo a dispersarse a su pesar.

El hombrecillo se estaba limpiando la sangre de un aranazo en la mejilla. Volvia a recobrar el valor, y su palida tez se tino con el rubor de la furia.

– ?Animales! Jamas se me habia recibido de este modo. Me debeis una indemnizacion, si es que sois el principe de Cnoc Aine.

La ultima frase iba dirigida a Finguine, que estaba enfundando la espada.

– Yo soy Finguine -afirmo sin mas-. ?Quien sois vos?

– Soy Solam de los Ui Fidgente.

Fidelma abrio ligeramente los ojos.

– ?Sois Solam el dalaigh?

El hombrecillo esbozo una sonrisa.

– Exactamente, sor…

– Fidelma; soy Fidelma de Cashel.

Solam disimulo bien su sorpresa.

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