El abad sonrio debilmente.
– Ya soy viejo, Fidelma. Quiza tendria que relevarme alguien mas joven. En los anales quedara constancia de que durante los anos en que fui
– No debeis pensar en renunciar a vuestro cargo -le amonesto Fidelma, que siempre habia considerado a Segdae como un elemento permanente del reino.
– Alguien mas joven no habria cometido la estupidez de estar de pie en la torre y dejarse tumbar por una pedrada -se lamento el abad.
– Segdae, si fuerais capitan de guerreros, os diria que renunciarais a vuestra posicion -le dijo Fidelma con sinceridad-. Pero sois capitan de almas. No os corresponde a vos organizar la defensa contra un ataque. Estais aqui para ejercer de consejero y guia, asi como de padre para vuestra comunidad. Los actos de valentia deben juzgarse de forma relativa. En ocasiones, el hecho de vivir es en si un acto de valentia.
El abad, que a los ojos de Eadulf parecia haber envejecido mucho desde su llegada a la abadia, movio la cabeza, diciendo:
– No trateis de excusarme, Fidelma. Debi haber actuado cuando hizo falta. He defraudado a mi comunidad. He defraudado al pueblo de Muman.
– Sois un severo juez de vuestras acciones, Segdae. Vuestra comunidad precisa de vuestra sabiduria mas que nunca. Y no hablo de sabiduria marcial, sino de sabiduria practica, por la que se os reconoce. No tomeis una decision precipitada.
El anciano suspiro y se llevo el manojo de hierbas a la nariz.
Fidelma hizo una sena a Eadulf para indicarle que debian dejar al abad solo en su contemplacion.
Al llegar a las cuadras, donde estaban sus propios caballos, encontraron al hermano Tomar limpiando los compartimentos. Parecia sorprendido de que lo interrumpieran por segunda vez en tan poco tiempo.
– ?Habeis olvidado alguna cosa, hermana? -pregunto.
Fidelma fue al grano.
– El caballo del guerrero muerto, ?esta aqui, en la cuadra?
El hermano Tomar le apunto a uno de los compartimentos.
– Le he dado un buen trato, hermana. Lo he almohazado y le he dado de comer. El caballo no debe pagar por las culpas de su amo.
Fidelma y Eadulf se dirigieron hacia alli. Fidelma conocia bien a los caballos, ya que habia aprendido a montar antes que a andar. Miro detenidamente a la potra castana. Reparo en una herida sobre el hombro izquierdo y unas llagas por el roce del bocado y el arnes. Era indiscutible que el guerrero no habia sido un buen jinete, pues de lo contrario habria tratado mejor a la joven yegua. La herida confirmaba que habian usado al animal en la batalla, si bien aquella no era reciente.
Fidelma entro en la cuadra y examino los cascos, uno a uno. El animal se mostro docil, pues un caballo nota cuando una persona sabe lo que esta haciendo y no supone ninguna amenaza para el.
– ?Algo interesante? -pregunto Eadulf al rato.
Fidelma movio la cabeza dejando escapar un suspiro.
– El animal esta bien herrado, desde luego. Pero nada indica donde lo herraron ni de donde viene.
– Podriamos preguntar a Nion, a ver si reconoce el trabajo -sugirio Eadulf.
Fidelma salio de la cuadra y examino el arnes, que estaba colgado cerca.
– Este arnes corresponde a este caballo, ?no, hermano Tomar? -pregunto Fidelma.
El establero aun estaba barriendo los compartimentos. Los miro desde el otro extremo.
– Si. Y esa silla de ahi tambien -respondio.
La brida era de las corrientes, de una sola rienda, llamada
La silla era de cuero sencillo e iba amarrada sobre un
Con un sutil grunido de satisfaccion, se inclino para cogerla y la abrio. Para su sorpresa, estaba vacia. Ni siquiera habia una muda de ropa limpia. A la vista estaba que se habian llevado lo que habia dentro.
– Hermano Tomar, ?desensillasteis vos a la joven yegua? -pregunto Fidelma.
El monje se volvio tranquilamente, escoba en mano, y asintio con curiosidad:
– Si, yo mismo.
– ?Habia algo dentro de esta alforja cuando lo hicisteis?
– Creo que si, pero no mire. Pesaba lo suyo. La deje ahi tal cual.
Fidelma se quedo mirando la alforja, absorta, pensando en las posibilidades.
– Desde que trajisteis aqui al caballo, ?ha pasado alguien mas por el establo? -pregunto al fin.
El joven establero se froto el menton, pensando.
– Mucha gente -respondio-. El principe Finguine y algunos de sus hombres. Muchos hermanos han venido para hacer tareas diversas.
– ?A que os referis?
– El establo es un atajo para llegar a los almacenes. Muchos hermanos han ido al pueblo para ofrecer ayuda y han pasado por aqui en busca de suministros que llevar para atender a los necesitados.
Fidelma apreto los labios en un gesto de frustracion.
– Entonces, si en esta alforja habia algo, cualquiera de los que han pasado por aqui puede haberla abierto y llevarse el contenido.
– ?Para que querria nadie hacerlo?
– Eso mismo me pregunto yo -dijo Fidelma en voz baja, dirigiendose no tanto al establero como a Eadulf.
Eadulf adopto un aire de determinacion.
– Ya veo. La persona que apunalo al guerrero cuando nadie miraba, seguramente sera la misma que se ha llevado sus pertenencias. Una vez mas, alguien ha evitado que podamos identificar… -callo al ver que Fidelma lo estaba mirando con mala cara.
El hermano Tomar lo miraba con curiosidad.
– Un mal dia -dijo este finalmente.
– Ira a mejor -le aseguro Eadulf.
– Lo dudo, hermano sajon -lo contradijo el hombre-. Se ha derramado demasiada sangre en este lugar para que vuelva a purificarse. Quizas haya caido sobre Imleach una maldicion. Pero es comprensible que se busque venganza. A muchos hermanos de esta comunidad ha ofendido la muerte sin sentido del hermano Daig.
– El tiempo consigue purificar lugares donde se han cometido atrocidades sin sentido -asevero Fidelma-. Ningun lugar es maldecido a menos que asi lo crea el pueblo.
Tomo a Eadulf del codo y, saludando al establero con la cabeza, guio a su companero afuera. Entonces se volvio hacia el con una expresion emocionada.
– Hemos pasado por alto lo mas evidente en cuanto a la muerte del guerrero.
– Que al hermano Bardan le unia un fuerte vinculo con el joven Daig. Y el hermano Tomar ha hablado de venganza. Creo que deberiamos averiguar donde se hallaba el hermano Bardan cuando mataron al guerrero.
CAPITULO XIV
Al regresar al deposito de cadaveres de la abadia, no habia rastro del hermano Bardan. Solo estaba el cuerpo del hermano Daig, envuelto en la mortaja sobre la mesa. Tampoco habia rastro del cuerpo del guerrero. Salieron de la botica y se encontraron con sor Scothnat, bastante palida y agitada por los acontecimientos de la
