totalmente quemada. Pero la de en medio habia tenido suerte.

Fidelma llamo a la puerta. Al principio no obtuvo respuesta, pero luego oyeron unos pasos arrastrados.

La puerta se abrio y aparecio Nion, el herrero y bo-aire del pueblo. Aun iba con la capa larga sujeta con el broche solar de plata y granates. Miro extranado a Fidelma.

– ?Que puedo hacer por vos, senora?

La pierna vendada le obligaba a descansar el cuerpo con torpeza contra la jamba de la puerta, apoyandose en ella con una mano.

Fidelma le sonrio amablemente.

– Podeis sentaros para no tener que apoyar peso sobre la pierna herida, Nion. Luego hablaremos.

Aunque reacio, Nion se vio obligado a entrar en la casa a peticion de Fidelma. Eadulf los siguio adentro, cerrando la puerta al pasar. Nion se acerco cojeando a un taburete para sentarse y miro a Fidelma con desconcierto.

– ?Es vuestra casa? -le pregunto, mirando a su alrededor.

En el interior habia una unica sala con un gran fuego al fondo. Una escalera conducia a un desvan, donde estaban los dormitorios.

– Si. La forja es mi lugar de trabajo.

– Creia que dormiais en la parte de atras de la forja -observo Eadulf con suspicacia.

– Dije que estaba durmiendo en la forja cuando empezo el asalto. Ultimamente estoy trabajando hasta tarde; a veces lo hago. Esta casa me corresponde como bo-aire.

Eadulf no pudo evitar senalar algunos aspectos de su respuesta.

– Cierto, cierto. Y, dado que esto esta intacto cuando han destruido la forja, sin duda sois afortunado por tener dos casas y no padecer la indignidad de no tener donde dormir mientras reconstruyen la forja.

Nion hizo una sena cortante con la mano.

– No habeis venido para felicitarme por mi casa, senora. ?Por que estais aqui?

– Antes, al pasar por aqui, no he podido evitar ver a mi primo y sus guerreros.

– Claro -respondio de inmediato-. Vuestro primo acudio a mi para consultarme algo. Al fin y al cabo, yo soy el bo-aire.

– Teneis toda la razon -dijo Fidelma, e hizo una breve pausa-. ?Y a que ha venido el hermano Bardan? Tenia que consultaros algo… como bo-aire, ?verdad?

Nion ni siquiera pestaneo ante la firmeza de su tono.

– Claro -afirmo.

– Ya veo. Supongo que no puedo preguntaros sobre el motivo de su visita por una cuestion de confidencialidad.

– No -respondio Nion, moviendo la cabeza-. Aunque no veo que interes puede tener. Bardan ha venido a preguntarme si ya podia enterrar el cuerpo del guerrero que mataron anoche. Le he dado permiso para que lo entierre cerca de las tumbas de los nuestros. Solo eso.

Parecia una respuesta plausible, pero algo inquietaba a Fidelma.

– ?Donde esta el hermano Bardan ahora?

Nion extendio una mano mostrando la sala, invitandola a buscarlo.

– No tengo ni idea. El hermano Bardan se ha marchado cuando ese abogado ladino de los Ui Fidgente ha llegado para ver el dano que han causado los suyos.

– No habreis visto en que direccion iba el hermano Bardan al salir de vuestra casa -insistio Fidelma.

– No. Si os acordais, yo os he seguido para ver a que se debia el alboroto.

– Habeis sido uno de los ultimos en llegar -observo Eadulf, sin disimular la crispacion que le causaban las evasivas del herrero.

Nion senalo a la pierna herida, diciendo con sarcasmo:

– No es que pueda correr precisamente.

Eadulf enrojecio.

– Mi companero no pretendia ser insensible -dijo Fidelma, sonriendo para excusarlo-. Aun asi, ?no teneis una ligera idea de adonde puede haber ido el hermano Bardan?

– No. Puede que este en el cementerio…

– Venimos de alli -dijo Eadulf.

– Entonces probad en la abadia.

Fidelma se volvio hacia la puerta y luego se detuvo para mirar de cara al herrero.

– Mientras Solam este aqui, tratadle con el respeto que merece cualquier dalaigh que se halle de visita. No tenemos ninguna prueba de que no sea quien es. Si sufre algun dano, el culpable respondera ante la ley.

Como Nion no dijo nada, Fidelma levanto el cerrojo y Eadulf la siguio a la calle. Una vez fuera se detuvieron y Eadulf le reprocho:

– Le hablabais como si sospecharais de el.

– Ah, ?si? -comento sin mas.

Regresaron en silencio a la abadia. Eadulf no dijo nada porque le parecio que Fidelma estaba sumida en sus pensamientos, por lo que era preferible no interrumpirla.

Cuando llegaron a la abadia era mediodia y las campanas tocaban el angelus.

Fidelma y Eadulf no se dijeron nada al entrar en la capilla. Fue una decision tacita e individual la de unirse a los demas. Dirigia la salmodia el abad Segdae, que parecia haber recuperado el animo. Su voz destacaba por encima de las de la congregacion.

– Oculi omnium in Te aspiciunt et in Te sperant!

Aquellas palabras se clavaron en la mente de Fidelma. Bajo la cabeza y tradujo para si: «Los ojos de todas las cosas te contemplan y tienen esperanza en ti». Era como si Segdae le recordara sus responsabilidades. Sin embargo, por primera vez en su vida estaba sumamente confusa. Hasta entonces, en todas las investigaciones que habia emprendido, solo habia un camino que seguir. Ahora veia varios caminos y varios misterios que no tenian por que estar relacionados, o eso podia parecer. Pero, ?lo estaban en realidad? Ni siquiera estaba segura.

Apenas presto atencion al resto del oficio, hasta que cantaron el ultimo salmo y la congregacion, arrastrando los pies, empezo a pasar al refectorio para el etar-suth, o comida principal del dia. Como era costumbre, todos se quitaron zapatos y sandalias para entrar. Ella casi ni se dio cuenta de haberse descalzado, haber entrado y haberse sentado a una de las largas mesas de madera. No estuvo pendiente cuando el abad dio las gracias en latin, tras lo cual se desato un suave murmullo en el momento de empezar a comer la comunidad.

La mayoria de las comidas de mediodia solian estar constituidas de una dieta ligera a base de pan, queso y fruta, acompanada de agua o cerveza, segun el gusto de cada cual. Fidelma comia de forma mecanica, sin dejar de preocuparse por los asuntos que la perturbaban.

En un momento dado, se dio cuenta de que alguien le estaba hablando.

Levanto la cabeza y vio al administrador de la abadia, el hermano Madagan, que todavia llevaba la cabeza vendada y estaba algo palido, aunque de buen humor. Entonces Fidelma advirtio que el refectorio estaba casi vacio, salvo por unos pocos, entre los cuales se hallaba Eadulf, sentado a su lado a la espera de que saliera de su ensimismamiento. El hermano Madagan se sento en un banco delante de ella.

– Queria daros las gracias a vos y al hermano Eadulf por no haberme dejado fuera durante el asalto -dijo el hermano Madagan-. No recuerdo gran cosa entre el momento del golpe y el momento en que me arrastrasteis al patio de la abadia, pero el hermano Tomar me lo ha contado. Me ha dicho que esa pobre descarriada, Cred, fue abatida y que mataron al pobre hermano Daig. Y vosotros dos arriesgasteis la vida para salvarme.

– ?Como esta la herida, hermano, mejor? -pregunto Fidelma con cierto desden.

A pesar del esfuerzo que hacia el administrador por ser amable, no se hacia querer. A Fidelma seguia sin gustarle. Tenia la mirada fria, y Fidelma veia cierta falta de piedad en ellos.

– Y gracias -reconocio el hermano Madagan-. Por suerte, el guerrero me atizo con la parte plana del filo. La cabeza no dejaba de palpitarme como el martillo de un herrero contra el yunque. Tengo un chichon como una bola de caman.

La bola de caman, llamada liathroid, media algo mas de

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