– ?La otra noche? Estaba buscando a Samradan, queria hacerle unas preguntas. Fui a caballo hasta su casa, pero al llamar a la puerta no me contesto.
– ?No entrasteis?
– Ni siquiera baje del caballo. Simplemente fui hasta la puerta y llame. Al no haber nadie, me marche. Al dia siguiente me llego la noticia de su muerte… de su asesinato.
– Samradan me proporciono la respuesta aun despues de muerto -comento Fidelma.
Un silencio glacial volvio a imponerse, y todos los presentes se inclinaron para escucharla bien.
– He mencionado que habia cometido la necedad de preguntarle si comerciaba con plata, pues eso habia oido decir. Lo nego porque su comercio era ilegal. Aparte de sus empleados y de Nion, que extraia la plata del mineral, solo su complice en la conspiracion conocia su actividad minera. Su complice era el
»Cuando ese hombre, ese joven
»Ahora bien, lo ultimo que el cabecilla queria era que capturaran vivos a sus complices, ya que si morian, la conspiracion aun podria seguir adelante. A uno de ellos, le habia entregado el emblema de la Cadena de Oro, con la orden de soltarla en el lugar donde el se hallaba. Sin embargo, no habia reparado en que el segundo de sus hombres, Baoill, aun llevaba encima el crucifijo de Ailbe, que seria la primera pista que conduciria a los conspiradores.
– ?Decis con esto que Gionga actuo de forma equivocada al matar a los asesinos? -la interrumpio Solam.
– Gionga hizo lo que considero oportuno. Mato a los asesinos pensando que estaba en peligro. Seguramente, si hubiera vacilado, el principal conspirador, que cabalgaba tras el, habria procurado matar a los dos hombres con algun pretexto antes de que pudieran hablar. Al final los dos hombres murieron, pero Gionga no tiene la culpa.
Gionga se habia puesto de pie; tenia la frente arrugada, como si cavilara. Recordaba el incidente con mayor nitidez despues de oir a Fidelma.
Esta lo miro desde el otro lado de la sala para infundirle animo.
– Gionga, ?me equivoco, o la persona que os siguio de cerca, y se aseguro de que matarais a los dos hombres en el almacen de Samradan, fue el mismo que sugirio que yo estaba decidida a inventarme pruebas para incriminar al principe Donennach? ?No os insinuo el mismo que seria un acierto por vuestra parte apostar una guardia en el puente para impedirme partir a Imleach?
La cara de Gionga se ilumino, y asintio rapidamente.
– Asi es, pero el…
– Sin daros cuenta, os hizo caer en una trampa, pues al enviar a los guerreros para cortarme el paso, solo conseguisteis infundir mas sospechas sobre vuestro principe. Con tal accion agravasteis la sospecha de culpa de los Ui Fidgente.
Gionga se llevo una mano a la frente y gruno.
– No habia pensado en eso.
– ?Quien es ese hombre? -interpelo el
– ?Quien alzo la mano cuando la escolta del rey Colgu entro en la plaza del mercado aquella manana? - pregunto Fidelma-. Todos creimos que fue una senal para sus jinetes, cuando en realidad iba dirigida a los asesinos. ?Quien fue con su caballo a la zaga de Gionga? ?Quien sugirio a Gionga apostar guerreros en el puente sobre el rio Suir? ?Quien me dijo, en un momento en que bajo la guardia, que habia comprado a Samradan cierto broche de plata, cuando la actividad minera era tan secreta que, aparte de Nion, la unica persona que podia haber sabido de ella era su complice y protector?
Muy despacio, Donndubhain se habia levantado de su sitio para aproximarse a Fidelma y ponerse de cara a ella, delante de los
– ?Que pretendeis hacerme, prima? -dijo con benevolencia, pero con la mirada dura y sin parpadear.
– ?Que que pretendo haceros? ?Yo a vos? Sois el artifice de una vil conspiracion, primo. Os mostrasteis airado y celoso cuando eligieron
»Colgu seria asesinado. Se culparia a los Ui Fidgente. El desorden y la confusion desmembrarian Muman y entonces vos, estimado primo, entrariais en escena para reclamar el trono con la promesa de volver a unir el reino. Contariais con el apoyo del reino entero para invadir a los Ui Fidgente y, con las cenizas de esa tierra, rendiriais tributo a los Ui Neill y, asi, permitiriais que Mael Duin de Ailech volviera a extender su mano manchada de sangre para dominar nuestro reino.
Muchos de los presentes se habian levantado de sus sitios para agolparse hacia el lugar donde se desarrollaba el espectaculo. La aglomeracion obligo a Eadulf a levantarse y a terminar colocandose delante de la multitud. Se aferro con desespero al bordon para mantener el equilibrio y no caerse. Al final acabo ocupando una posicion proxima a Donndubhain y Fidelma. No le gusto nada el cambio que se estaba produciendo en el semblante del
El
– Los
– ?No os parecen pruebas suficientes las que os he dado? Aqui esta Gionga. El mismo os dira como lo persuadisteis de enviar a sus guerreros…
– ?Y que si lo hice? No podeis demostrar nada mas. Baoill y Fedach estan muertos y…
Fidelma lo interrumpio esbozando una amplia sonrisa.
– ?Que nombre habeis dicho? -pregunto en voz baja.
– Baoill y… -dijo, y callo, percatandose de su desliz.
– Creo que habeis llamado Fedach al arquero… Ya he dicho antes que nadie sabia su nombre, ?no es asi?, que la unica persona viva que podia saberlo era…
– Con esta prueba no basta, podria haberlo oido decir a alguien y…
– Cuando decidisteis matar a Samradan la otra noche, cometisteis un error fatidico. Sin ese asesinato, el rompecabezas, las piezas del
– Pero si yo os lleve hasta los caballos del asesino, que habian ocultado en la cuadra de Samradan -protesto Donndubhain-. ?Acaso procederia asi un hombre culpable?
– Si, porque vos mismo los escondisteis alli. En ese momento Samradan se hallaba en Imleach. Esos caballos habian estado ocultos en otra parte. Acaso en vuestra propia cuadra. Los llevasteis a Samradan la misma tarde que lo matasteis, a fin de cerrar el circulo, y que un muerto cargara con la culpa. Cometisteis un error al mostrarme esos caballos con el proposito de que dejara de lado las pistas que me conducian a vos. Aun estaban calientes y sudados por haber cabalgado desde el lugar donde habian estado los ultimos dias. Ya descubriremos cual de vuestros sirvientes escondio los caballos acatando vuestras ordenes. Hemos sabido el nombre del arquero por vuestra propia boca: Fedach.
– ?Eso es ridiculo! Que conozca su nombre no demuestra nada.
– Quitasteis de los caballos todos los objetos que pudieran identificarlos, salvo el simbolo de los Ui Fidgente en la silla, que esperabais que me convenciera de que el culpable era el principe Donennach. Vaciasteis el portamonedas del arquero, algo bastante estupido, pues revelo que todo habia sido amanado. Sin embargo,