pasasteis por alto una moneda. Un
La mostro al publico.
– La moneda me demostro que el arquero habia estado en Ailech recientemente.
– Pero no demuestra que yo estuviera al servicio de Ailech -se defendio Donndubhain-. Ni demuestra mi culpabilidad.
– No, pero la muerte de Samradan me demostro que lo matasteis. ?Donde esta vuestro broche de plata, el que dijisteis que habiais comprado a Samradan; el que se hizo a partir de la plata obtenida de la actividad minera ilegal que ejerciais con el? ?El que el mercader pidio al herrero Nion que hiciera especialmente para su protector, con cinco granates?
Donndubhain se llevo la mano al hombro en un ademan involuntario y palidecio.
Fidelma tenia en la mano el broche que habia tomado de entre los dedos del cadaver de Samradan. Lo sostuvo en alto para que todos lo vieran.
– Lo halle en la mano cerrada de Samradan. Durante el forcejeo por salvar su vida lo arranco de la capa de Donndubhain, llevandose un poco de tela.
– No podeis demostrar que es mio. Un broche de oro con un simbolo solar y granates en las puntas -se burlo Donndubhain-. He visto otros iguales. ?Mirad! -exclamo, senalando a Nion, que, en efecto, llevaba un emblema solar parecido, con granates rojos, y luego, con enfado, senalo a Finguine-. ?Y mirad! El lleva uno exactamente igual.
Moviendo la cabeza, Fidelma asintio:
– Si, Nion tambien forjo el broche de Finguine. Por eso se parecen tanto, porque son broches elaborados por el mismo artesano que hizo el vuestro. No obstante, mientras los emblemas que llevan Nion y Finguine tienen tres granates rojos, este, que fue encargado especialmente para vos, tiene cinco. Vi que lo llevabais el dia del intento de asesinato. ?Por ventura representan los cinco reinos de Eireann? ?Tan grande es vuestra ambicion, Donndubhain?
Donndubhain actuo con tanta rapidez que todo sucedio en un instante. Introdujo una mano en su camisa y saco una daga que escondia en la pretina, al tiempo que agarraba a Fidelma con la otra mano. Al no esperar aquel movimiento, al instante su primo la tenia aprisionada con la espalda contra el torso y la daga al cuello.
– ?Donndubhain! -grito Colgu, levantandose de un salto-. ?No seais necio! ?No podreis escapar!
En la Gran Sala se habia desatado el caos y la gente gritaba, alarmada.
– Si no puedo, vuestra preciosa hermana morira conmigo -amenazo el principe entre la multitud.
La daga estaba tan cerca del cuello, que por el filo se deslizo un hilillo de sangre.
– Decidle a Capa que me ensille un caballo enseguida. No quiero trampas, pues Fidelma viene conmigo… - ordeno Donndubhain.
Empezo a retroceder poco a poco, apartandose de los jueces, que lo observaban con el semblante palido, y de las miradas alarmadas de los presentes.
Entonces se oyo un ruido apagado. La mano en que Donndubhain tenia la daga temblo y esta cayo de sus dedos inertes al suelo. Acto seguido, el cuerpo inconsciente del
Fidelma se dio la vuelta con los ojos muy abiertos, respirando agitadamente.
Alli de pie estaba Eadulf con gesto de preocupacion. Entre ambas manos tenia agarrado el bordon. En cuanto sus ojos se encontraron con los de Fidelma, sonrio.
– Lo que sirve para un
Fidelma echo atras la cabeza soltando una carcajada de alivio y abrazo a su companero.
EPILOGO
Fidelma y Eadulf se habian detenido en la parte suroeste de las almenas del palacio, a contemplar las montanas del oeste. No tardaria mucho en tocar la campana para anunciar la cena. Todo respiraba calma, ahora que los dominios del palacio se hallaban casi vacios, y la ciudad al pie de la gran sede de los reyes de Muman se iba desocupando de visitantes que habian acudido a presenciar un espectaculo en el tribunal de los
Parecia que el mes iba a terminar, como de costumbre, con un tiempo agradable y calido. El sol se ponia con rapidez; era una brillante esfera dorada, que declinaba hacia las montanas del oeste banando el cielo con unos suaves matices rosaceos. Las pocas nubes que aparecian eran largas hebras de sombra, tocadas por los rayos del sol poniente.
– Manana sera un buen dia -comento Fidelma con voz sonolienta.
Eadulf asintio con aire taciturno. Fidelma advirtio el desanimo de su amigo sajon.
– Pareceis alicaido -dijo.
– Hay un misterio que ha quedado sin resolver en este asunto -dijo Eadulf-. Cuando menos, yo no le encuentro respuesta.
– ?Cual?
– ?Quien mato al guerrero de Imleach? ?Samradan? No tiene sentido.
– No, la del guerrero fue una muerte ordinaria, si es que puede decirse asi. Lo mataron, como sospeche desde el principio, por el mas comun de los motivos. La venganza.
– ?Quereis decir que lo mato el hermano Bardan, como creiamos? -pregunto Eadulf-. ?Se tomo la venganza por haber matado salvajemente a Daig?
– No, lo mato el hermano Madagan, cuyos ojos delatan su naturaleza despiadada. Madagan queria venganza por haber sido abatido por el asaltante a las puertas de la abadia. Al dia siguiente, Madagan se llevo el portamonedas del guerrero, lleno de monedas del rey de Ailech, y lo dono a la abadia a modo de compensacion. Segdae me mostro esas monedas antes de irnos de Imleach. Eran de la misma clase que la que halle en la bolsa del asesino en el almacen de Samradan.
– ?Lo sabe el abad Segdae? -pregunto Eadulf, atonito.
– Si, en sus manos esta esclarecer el asunto si quiere, y en las de Madagan saldar cuentas con su propia conciencia. Al menos, las monedas del asaltante han servido de compensacion al ser donadas a la abadia. Pero no lo han sido para Madagan, que habra de encontrar su propia salvacion.
Quedaron un momento en silencio.
– Tambien pensaba en lo cerca que estuvisteis de morir, y nada menos que a manos de vuestro primo.
– Nunca esta de mas tener a mano un bordon -dijo ella con una discreta sonrisa-. Al menos disteis un golpe certero.
– ?Y si no lo hubiera sido? -supuso Eadulf con una mueca, sintiendo un escalofrio.
– Pero lo fue y aqui estamos.
– Manana habran partido los
– Los Ui Fidgente han llegado a un acuerdo de paz con mi hermano. Los
– ?Y ahora que? -pregunto Eadulf-. Este asunto ha sido agotador. Nunca he estado mas confuso en mi vida. No se si habriais podido demostrar la culpabilidad de Donndubhain, de no haberse delatado el mismo con su actuacion.