y a esto atribuyo su marcha.

– Como gusteis, senora. ?Se os ofrece algo mas antes de partir?

– Acaso podais recomendarnos alguna posada del pueblo.

El comandante no dudo en responder.

– Hay varias, senora. Mi hermana lleva la posada La Montana Gualda, que queda justo detras de la plaza principal. Se llama asi por la region de la que somos, que esta a siete kilometros al noreste de aqui. Es una posada limpia y tranquila: mi hermana no consiente alborotos.

– En tal caso, la buscaremos -resolvio Fidelma con una sonrisa de gratitud.

– Mi hermana se llama Lassar. Decidle que su hermano os ha recomendado la posada.

Asi pues, con las riendas sobre el brazo, los cuatro cruzaron a pie las puertas de la fortaleza y descendieron por la escarpada colina hasta la poblacion que se extendia a sus pies. Era mediodia y las calles bullian de gente. En la plaza principal habia un mercado en torno al cual giraba todo lo demas; estaba repleto de puestos donde se vendian toda clase de pescados, aves de corral y otras carnes, asi como frutas y verduras. El escandalo que armaban los comerciantes compitiendo entre si para atraer clientela creaba una algarabia que se oia por todo el lugar.

A la cabeza del grupo, Fidelma se abrio paso entre la multitud de la plaza hasta llegar a una calle lateral, donde se detuvo a mirar: desde alli los centinelas que hubiera apostados en la fortaleza no podian verles.

– Ya sabeis que debeis hacer -dijo entonces a Aidan.

El joven sonrio abiertamente y subio con agilidad a la silla.

– Os vere aqui dentro de unos dias, senora, y traere conmigo a Barran. Si no regreso, sera porque habre muerto.

– En tal caso, procurad regresar.

Alzo una mano para despedirse y hundio los talones a los costados del caballo.

Le vieron abrirse paso en la calle, en la medida en que la muchedumbre se lo permitia. Entonces desaparecio tras los edificios. Fidelma solto un fuerte suspiro y se volvio hacia sus otros dos companeros.

– ?Hacia donde nos dirigimos ahora, senora? -pregunto Dego-. ?A la abadia en busca del hermano Eadulf?

– No. Antes deberiamos seguir la recomendacion del comandante de la guardia e ir a la posada de su hermana -respondio Fidelma con una sonrisa-. Luego, a la abadia.

– ?No creeis que es peligroso ir a una posada que sugiere un guerrero de Laigin? -pregunto Enda.

– Quiza no lo sea. Puede que incluso nos ayude. No creo que haya malicia en su recomendacion. Me ha parecido un hombre honesto.

– ?Un guerrero de Laigin… honesto? -dijo Dego como si lo dudara.

Fidelma no abundo en su parecer. Es mas, pregunto a un hombre que pasaba donde estaba la posada La Montana Gualda. Resulto estar a solo una calle de alli, cerca de la plaza principal, protegida del barullo gracias al parapeto que formaban otros edificios. La Montana Gualda se anunciaba con un cartel con la imagen de un triangulo amarillo que sugeria claramente la forma de una montana. La posada era amplia: una estructura de madera de dos plantas con su propio patio y sus cuadras. Parecia un lugar concurrido, ya que entraba y salia bastante gente.

Llevaron los caballos hasta el patio, y Dego tomo las riendas del de Fidelma cuando esta se dirigio hacia la puerta de entrada. Una mujer grande salio a su encuentro. Tenia una cara amable, y Fidelma le encontro cierto parecido con el comandante de la guardia.

– ?Quereis habitaciones para pasar la noche? -pregunto la mujer a modo de saludo-. Tenemos los mejores precios de Fearna, hermana. Y aqui encontrareis mas comodidad y mejor comida que si os alojais de balde en la abadia…

Interrumpio lo que estaba diciendo y puso cara de pocos amigos al reconocer el atavio de los dos guerreros de Muman.

– ?Sois Lassar? -pregunto Fidelma con amabilidad para recuperar la atencion de la posadera.

– La misma que viste y calza -respondio la mujer, volviendose para escrutarla con una mirada suspicaz.

– Vuestro hermano, el guerrero de la fortaleza, nos ha recomendado vuestra posada, Lassar.

Los ojos de la posadera se abrieron con un gesto de respeto.

– ?Venis de la fortaleza de Fianamail?

– Mis quehaceres me han traido hasta aqui para conversar con Fianamail -confirmo Fidelma-. ?Disponeis de habitaciones para nosotros?

Lassar volvio a lanzar una mirada recelosa a los guerreros antes de dirigirse de nuevo a Fidelma.

– Tengo una habitacion que ellos pueden compartir y otra pequena para vos… pero os costara mas que dormir en una compartida -anadio a la defensiva.

– No es problema.

Lassar levanto una mano y, de la nada, aparecio un mozo de cuadra para hacerse cargo de los caballos. Dego recogio las alforjas de los corceles antes de que se los llevara.

La posadera, una mujer de cara rolliza, les indico con la mano que pasaran.

– Asi que Mel os ha recomendado la posada, ?eh?

– ?Mel?

– Mi hermano. Creia que era demasiado importante para acordarse de mi negocio, ahora que es comandante de la guardia en el palacio de Fianamail.

– ?Ahora? -repitio Fidelma, reparando en el leve enfasis del comentario-. ?Hace poco que lo han nombrado comandante?

– Si. Acababan de ascenderlo a la guardia y luego a capitan.

Lassar los condujo escaleras arriba hasta la segunda planta, y luego hasta una puerta, que abrio con el gesto de quien esta a punto de revelar un tesoro de valor incalculable al otro lado. Era un cuarto estrecho y oscuro con una ventana pequena y parecia algo claustrofobico.

– Esta es vuestra habitacion, hermana.

Fidelma las habia visto peores. Al menos aquella parecia limpia, y la cama comoda.

– ?Y la de mis companeros?

Lassar senalo al final del pasillo.

– Ahi hay una que pueden compartir. ?Querreis comer algo tambien?

– Si, aunque puede que cambiemos de planes.

Lassar fruncio el ceno ligeramente.

– ?Asi que pensais quedaros unos dias por aqui?

– Si, mas o menos una semana -respondio Fidelma-. ?Que precios teneis?

– Dado que sois tres, os cobrare un pinginn por persona, es decir, un screpall por dia. Eso si me garantizais que os quedareis una semana. Teneis plena libertad para entrar y salir de la posada y comer cuanto y cuando querais. Por las noches tendreis agua caliente para un bano. Asi que, como veis, no os engano al decir que aqui estareis mejor que en la abadia.

Era la segunda vez que se referia a la abadia con un deje de desden, lo cual desperto el interes de Fidelma. Era cierto que lo normal para una monja de viaje habria sido alojarse de balde en una abadia. Pero al parecer, Lassar tenia una opinion muy poco encomiable de la abadia y de su hospitalidad, incluso para una posadera que pudiera ver en la abadia a un rival.

– ?Y por que lo decis? -se intereso.

La rolliza posadera torcio el gesto con desafio.

– Es evidente que sois forastera.

– No he dicho lo contrario.

– Los tiempos han cambiado, hermana. Solo digo eso. La abadia se ha convertido en un lugar misterioso. Antes tenia que hacer un gran esfuerzo por atraer a los viajeros a la posada, pues muchos buscaban la hospitalidad de los muros de la abadia. Pero ahora nadie quiere entrar ahi, desde que… -Callo de improviso y se estremecio.

– ?Desde que…? -insistio Fidelma.

– No dire mas, hermana. Un screpall al dia por los tres si quereis las habitaciones.

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