Fidelma vio que Lassar no iba a soltar prenda.

– Un screpall al dia nos va bien -acepto, mirando a Dego y a Enda-. Os dare tres screpalls por adelantado por las habitaciones. Antes nos gustaria lavarnos y comer algo cuanto antes.

– Si deseais un bano frio, no hay ningun problema. Como he dicho, solo tengo agua caliente por la noche para el bano. Ahora, desde que mi hermano es tan importante en el palacio, apenas si dispongo de ayuda en la posada.

– No pasa nada -le aseguro Fidelma sacando unas cuantas monedas del marsupium, la bolsa de piel que llevaba a la cintura, para darselas a la posadera.

Esta miro las monedas como si las contara y luego sonrio con satisfaccion.

– Mandare que os suban agua a la habitacion y podeis bajar a comer cuando querais. Solo hay platos frios. Los platos calientes solo se sirven de noche porque…

– Lo tengo presente. -La interrumpio Fidelma con una sonrisa indulgente-. Agradecemos vuestra ayuda, Lassar.

La posadera desaparecio por las escaleras. Dego solto un suspiro de alivio.

– ?Y ahora que, senora? -pregunto-. ?Que es lo siguiente que vamos a hacer?

– Despues de descansar, sugiero que os mezcleis con discrecion entre la gente y aguceis los oidos para ver que rumores corren por el pueblo con respecto a lo que esta pasando. Averiguad que piensa la gente de la imposicion de los Penitenciales como ley y castigo sobre nuestras leyes tradicionales.

– ?Y vos que hareis? -pregunto Enda-. ?No preferis que os acompanemos?

Fidelma nego con la cabeza.

– Yo ire a la abadia. Quiero ver a Eadulf.

Capitulo IV

La abadia de Fearna era mas imponente de cerca que de lejos. Una atmosfera funesta, tangible como las telas de arana de las paredes, envolvia el edificio. La sensacion era impalpable, casi eterea, pero alli estaba, como una fria niebla que lo empapaba todo. Dos puertas grandes y oscuras de roble tachonadas de hierro conformaban la entrada principal. Sobre la puerta de la derecha se erguia una gran imagen de bronce. Fidelma reparo en que se trataba de la famosa figura de un angel creada por Maedoc, pues presentaba unas alas de ornamento intrincado y enarbolaba una espada con la mano derecha. El rostro era redondo, al igual que los ojos, muy abiertos y carentes de orbitas, lo cual le conferia un aspecto casi maligno. Habia oido decir que llamaban a aquella imagen «Nuestra Senora de la Luz» y era un simbolo de proteccion.

Fainder, la abadesa de Fearna, era igual de impresionante e imponente, hecho que Fidelma debia reconocer pese a que, inexplicablemente, le cayo antipatica en cuanto la conocio. Desde el primer momento en que la acompanaron a la sala donde la abadesa la aguardaba, sentada muy recta en una silla de roble tallado frente a una larga mesa de madera que usaba a modo de escritorio, Fidelma sintio el aura de su presencia: altiva y hostil. Incluso sentada causaba la impresion de ser una persona de gran estatura, de una delgadez que acentuaba la altura. No obstante, cuando se levanto para saludar a Fidelma, la impresion no se confirmo. Fidelma, que era considerada una mujer esbelta, superaba en estatura a la abadesa, que era de mediana altura. La falsa impresion se debia solamente a su porte y personalidad.

La mano que tendio a Fidelma para saludarla era fuerte, los huesos prominentes, la piel aspera y callosa, atributos mas propios de una campesina que de una religiosa. Su cabello era oscuro, y Fidelma calculo que rondaria la treintena. Tenia un rostro simetrico, aunque sus rasgos revelaban cierta dureza, y los ojos hundidos, uno de los cuales presentaba un extrano estrabismo. Con todo, no era esto lo que le conferia ese aspecto siniestro, sino el hecho de que apenas parpadeaba. Pese a su leve estrabismo, clavo la mirada en Fidelma y no la aparto en ningun momento. Si esta hubiera sido mujer de poco caracter, habria apartado la vista por sentirse violenta.

Cuando la abadesa Fainder hablo, revelo una voz suave, modulada y casi tranquilizadora, capaz de adormecer al interlocutor, creandole una falsa sensacion de seguridad. Pero Fidelma, que habia desarrollado con los anos una sensibilidad para percibir el temperamento de las personas, estaba pendiente del fuerte tono que subyacia a la delicadeza de su expresion. Fainder no admitiria desacuerdos con su opinion; de ello, Fidelma estaba convencida.

Por el modo en que la abadesa le tendio la mano, Fidelma advirtio que aquella esperaba que hiciera una reverencia y besara el anillo pastoral, al estilo de la Iglesia de Roma. Sin embargo, Fidelma se limito a tomarle la mano y a inclinar sutilmente la cabeza, a la manera de la Iglesia de Irlanda.

– Stet fortuna domus -entono.

Un destello de fastidio cruzo los ojos de la abadesa, pero fue tan fugaz que solo un buen observador se habria percatado.

– Deo juvenate? -pregunto esta a su vez, volviendo a ocupar su lugar.

Indico a Fidelma que se sentara en una silla frente a la mesa. Esta asi lo hizo.

– De modo que sois Fidelma de Cashel. -La abadesa sonrio, o mas bien separo aquellos labios finos y exangues-. Oi hablar de vos en Roma cuando estuve alli.

Fidelma guardo silencio. Nada tenia que decir al respecto. Se limito a senalar el papel de vitela con la orden y el sello de Fianamail.

– He venido por un asunto apremiante, abadesa.

La abadesa hizo caso omiso del papel que Fidelma dejo ante ella. Permanecio sentada muy recta con las palmas sobre la mesa, en la misma posicion que estaba en el momento de entrar Fidelma en la sala.

– Teneis buena reputacion como dalaigh, hermana -prosiguio Fainder-. Con todo, sois monja. Tengo entendido que resolvisteis salir de la abadia de Kildare porque teniais diferencias con la abadesa Ita.

Callo a la espera de una respuesta, pero mas que un comentario era una afirmacion. Fidelma no dijo nada.

– Cuando se toma el habito, Fidelma de Cashel -dijo la abadesa, haciendo enfasis en el titulo que designaba a Fidelma como princesa de los Eoghanacht-, el primer deber es la obediencia a la Orden, a los Preceptos de los santos. La obediencia es el primer precepto, pues un religioso tiene por deber no discrepar, no hablar cuando le place ni viajar a cualquier lugar sin permiso. El acatamiento de los Preceptos es la manifestacion de la vida religiosa.

Fidelma espero pacientemente a que la abadesa hubiera concluido su homilia antes de dirigirse a ella clara y pausadamente.

– Estoy aqui en calidad de dalaigh, madre abadesa, y con la autoridad de mi hermano Colgu, rey de Cashel. El documento que he puesto ante vos es una autorizacion de Fianamail, rey de Laigin.

La voz de la abadesa se endurecio y siguio sin mirar siquiera el papel.

– Ahora sois una religiosa en la abadia de Fearna (mi abadia) y cualquier religioso tiene la obligacion de obedecerme, hermana.

– No estamos en Roma, madre abadesa -replico Fidelma en un tono amable, si bien impregnado de una dureza amonestadora-. Me consta que habeis regresado de alli hace poco, asi que se os permite un posible lapso de memoria en cuanto a las leyes que rigen este pais. Estoy aqui como dalaigh con categoria de anruth. No tengo que recordaros las leyes de rango y privilegios, ?verdad?

El hecho de tener solo un grado menos del maximo que concedian las universidades eclesiasticas y seculares, permitia a Fidelma gozar de mayor jerarquia que la abadesa tanto por ley como por ser hermana de un rey.

Fainder parpadeo por primera vez. Fue un extrano movimiento amenazador, como una sierpe que deja caer los parpados una fraccion de segundo.

– En esta abadia -dijo arrastrando las palabras- la doctrina de los Penitenciales rige nuestra vida. A Dios gracias que tenemos un rey progresista como Fianamail que ha tenido la sabiduria de extender los preceptos de

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