– Vamos a ver a una mujer llamada Deog, que vive en un lugar llamado Raheen a uno seis kilometros al norte. Pero no lo mencioneis a nadie.

– Desde luego, senora.

Montaron a los caballos y emprendieron la marcha con brio a traves de las calles de Fearna. Enda iba en cabeza, al pie de los imponentes muros grises de la lugubre abadia; luego paso de largo los muros que bordeaban el rio en el recodo que formaba hacia el norte. En una bifurcacion tomo el camino que ascendia por una colina en leve pendiente, a traves de un bosquecillo.

Alli Fidelma grito a Enda que se detuviera. Regreso hasta el limite de los arboles y arbustos, desde donde se veia el camino que habian seguido, y espero en silencio unos momentos, inclinada sobre el cuello del corcel, detras del follaje.

Enda no necesito preguntarle que estaba haciendo. Si alguien les habia seguido, no tardarian en verlo desde aquella posicion. Fidelma espero un buen rato antes de soltar un suspiro de alivio.

– Parece que mis temores son infundados -anuncio a Enda con una sonrisa-. Por el momento, nadie nos sigue.

Sin decir nada, Enda dio media vuelta y reemprendio el galope entre el bosquecillo, para tomar a continuacion una senda entre campos de labranza, hacia una zona boscosa mas densa, que cubria las colinas que se alzaban al fondo.

– ?Que colina es esa, frente a nosotros, Enda? -pregunto Fidelma mientras avanzaban por la senda.

– Se trata de la colina que da nombre a la posada en la que nos alojamos. Es la Montana Gualda. Dentro de un momento giraremos hacia el este y saldremos a la ladera de la montana antes de volver a girar al norte, hacia Raheen. El poblado queda al principio del valle, a escasa distancia a caballo.

Al poco, cuando el cielo otonal empezaba a nublarse y oscurecer con el atardecer, Enda se detuvo y senalo con el dedo. Habian llegado al valle, que se extendia al sur hacia el rio. Sobre la ladera habia aqui y alla varias cabanas de las que emanaban pequenas columnas de humo oscuro. Era claramente una comunidad agricola.

– ?Veis la cabana de alla a lo lejos?

Fidelma miro adonde el guerrero apuntaba con el dedo, hacia una cabana no muy grande, aferrada a la escarpada falda de la montana. No era una casita pobre, aunque tampoco presentaba signo alguno de riqueza o posicion. La estructura era de granito grueso y gris, cubierta por un tejado de paja que necesitaba a ojos vista una renovacion.

– Si.

– Esa es la cabana de la mujer que os decia, Deog; la cabana a la que acudieron la abadesa Fainder y el obispo Forbassach.

– Muy bien. Veamos si Deog puede contribuir a resolver algunas dudas.

Fidelma empujo con suavidad el caballo y, con Enda a la zaga, fue derecha a la cabana que le habia indicado.

La ocupante de la cabana les habia oido llegar, pues mientras descabalgaban y ataban a los animales a una cerca que marcaba los limites de un huerto frente al edificio, la puerta se abrio y salio una mujer. Detras de ella aparecio un perro de caza que echo a correr hacia ellos, pero freno en cuanto la mujer se lo ordeno con firmeza. No era una mujer de mediana edad todavia, pero tenia un rostro tan curtido por las preocupaciones que, a primera vista, parecia mayor. Sus ojos eran claros, seguramente mas grises que azules. Iba vestida con sencillez, como una campesina, y tenia aspecto de estar acostumbrada a la inclemencia de los elementos. Sus rasgos le resultaron extranamente familiares a Fidelma, que fue rapida en la observacion y no paso por alto al perro, que, segun advirtio, era viejo pero estaba mas que dispuesto a defender a su ama.

La mujer se acerco y los miro con preocupacion al fijarse en Fidelma.

– ?Os envia Fainder? -pregunto sin preambulos, dando por sentado que asi era por el habito religioso de Fidelma, a quien le sorprendio la inquietud de su voz.

– ?Que os lo hace pensar? -pregunto a su vez, eludiendo la respuesta.

La mujer entorno los ojos.

– Sois una monja. Si Fainder no os ha enviado, ?quienes sois?

– Me llamo Fidelma. Fidelma de Cashel.

La mujer endurecio visiblemente el semblante y apreto los labios.

– ?Y?

– Veo que habeis oido hablar de mi -observo Fidelma, interpretando correctamente la reaccion de la campesina.

– Si, he oido vuestro nombre.

– En tal caso sabreis que soy dalaigh.

– Asi es.

– Empieza a oscurecer y hace frio. ?Podemos entrar en vuestra cabana y hablar con vos un momento?

La mujer se mostro reacia, pero al final inclino la cabeza invitandolos a pasar por la puerta.

– Pasad. Aunque no creo que tengamos gran cosa de que hablar.

Los condujo al interior de una amplia sala de estar. El perro, en vista de que no constituian ninguna amenaza, entro corriendo por delante. Un tronco crepitaba en el hogar al fondo de la sala. El viejo perro se echo delante, en el suelo, con la cabeza sobre las patas, si bien con un ojo medio abierto, alerta, que no apartaba de ellos.

– Sentaos -invito la mujer.

Esperaron a que ella eligiera su asiento, junto al fuego; Fidelma se sento frente a ella, y Enda eligio un incomodo banco junto a la puerta.

– Bien, ?y de que os complaceria hablar?

– Tengo entendido que os llamais Deog, ?no es asi? -pregunto Fidelma.

– No lo negare, pues es la verdad -respondio la mujer.

– ?Y Daig se llamaba vuestro esposo?

– Que Dios se apiade de su alma, pero si, asi se llamaba. ?Que teneis que ver con el?

– Si no me confundo, era vigilante de los muelles de Fearna.

– Era el capitan de la guardia; lo nombraron cuando ascendieron a Mel a comandante de la guardia real. Daig era capitan de la guardia… aunque no vivio mucho para disfrutarlo… -Se le hizo un nudo la garganta y solto un resuello.

– Lamento molestaros, Deog, pero necesito respuestas a mis preguntas.

La mujer hizo un esfuerzo para contenerse.

– Ya he oido que andais por ahi interrogando. Me han dicho que sois amiga del sajon.

– ?Que sabeis del… del sajon?

– Solo se que lo juzgaron y lo condenaron por matar a una pobre nina.

– ?Algo mas? ?Si era culpable o inocente?

– ?Como va a ser inocente, si lo ha condenado el brehon de Laigin?

– Era inocente -replico Fidelma escuetamente-. Y se han dado demasiadas muertes en los muelles de la abadia como para que sean meras coincidencias. Por ejemplo, habladme de la muerte de vuestro esposo.

El semblante de la mujer quedo inmovil durante unos momentos; con sus ojos claros trataba de desentranar un posible significado oculto tras las palabras de Fidelma. Al fin dijo:

– Era un hombre bueno.

– No lo pongo en duda -aseguro Fidelma.

– Me dijeron que se ahogo.

– ?Quienes?

– El obispo Forbassach.

– ?Forbassach os lo comunico en persona? Os moveis en circulos ilustres, Deog. ?Que os conto exactamente el obispo Forbassach?

– Que durante la guardia nocturna, Daig resbalo del muelle de madera y cayo al rio, golpeandose la cabeza en uno de los pilares, lo que le hizo perder el conocimiento. Que al dia siguiente lo hallo un marinero del Cag. Me dijeron que… -se quedo sin voz antes de poder continuar-… que se ahogo estando inconsciente.

Fidelma se inclino un poco hacia delante y pregunto:

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