Abajo, sentado junto al fuego y deleitandose con la hospitalidad de la posadera, se hallaba no solo el brehon de Laigin y obispo Forbassach, sino el anciano y canoso Coba, bo- aire de Cam Eolaing. Fidelma trato de disimular el asombro de verle en la posada aquella manana. Al instante se percato de la presencia de otro hombre sentado delante del fuego. Se trataba de un hombre austero de edad avanzada, gesto agrio y nariz prominente. Iba ataviado con ricas vestiduras propias de un clerigo, con un crucifijo de oro ornamentado colgado al cuello. Saludo a Fidelma con frialdad y sin aprobacion.

– Abad Noe -dijo Fidelma, inclinando la cabeza a modo de saludo-. Precisamente anoche estaba pensando en si tendria ocasion de veros durante mi estancia en Fearna.

– Ay, ya veis que ha sido inevitable, Fidelma.

– Desde luego -respondio ella con sequedad, y luego anadio, dirigiendose a Forbassach-: ?Deseais volver a registrar mi cuarto para buscar al hermano Eadulf? Os aseguro que no se encuentra en el.

El obispo Forbassach carraspeo, al parece abochornado.

– De hecho -dijo- he venido a presentaros mis disculpas, sor Fidelma.

– ?A presentar disculpas decis? -repitio ella, alzando la voz con incredulidad.

– Me temo que la otra noche me precipite al sacar conclusiones. Ahora se que no ayudasteis al sajon a fugarse.

– ?De veras? -Fidelma no sabia si asombrarse o preocuparse.

– Me temo que fui yo quien le ayudo a escapar, sor Fidelma.

Esta volvio el cuerpo en redondo hacia Coba, que habia confesado con calma y un atisbo de pesar en el tono.

– ?Y que interes podriais tener en ayudar al hermano Eadulf? -pregunto sin dar credito a lo que estaba oyendo.

– He venido de Cam Eolaing esta misma manana para confesar mi accion. He sabido que el abad Noe habia regresado a la abadia y estaba reunido en conferencia con el obispo Forbassach. Hemos hablado del asunto y he acompanado a Forbassach para apoyarle en sus disculpas.

Fidelma levanto las manos en senal de impotencia.

– No entiendo nada.

– Por desgracia es muy simple de explicar. Ya conoceis mi postura al respecto de infligir castigos siguiendo los dictados de los Penitenciales. No podia desentenderme y ver como se aplicaba otro de esos castigos cuando sostengo la opinion de que se oponen al fundamento de nuestro sistema legal.

– Yo comparto vuestra inquietud -reconocio Fidelma-. Pero ?que os hizo interpretar la ley por vuestra cuenta y ayudar a Eadulf a escapar?

– Si soy culpable, debo ser castigado.

El obispo Forbassach lo miro con el ceno fruncido y amenazo:

– Habreis de pagar una compensacion por este acto, Coba, y perdereis vuestro precio de honor. Ya no podreis ejercer vuestras competencias juridicas en este reino.

Impaciente por comprobar si la sospecha de que Coba habia dado asilo a Eadulf era fundada, Fidelma insistio:

– ?Que ha sido del hermano Eadulf?

Coba lanzo una mirada al abad Noe.

– Seria aconsejable que le contarais todo a Fidelma -recomendo el abad a bote pronto.

– Bueno… dado que estoy en contra del castigo, decidi ofrecer asilo al sajon, el maighin digona de mi fortaleza…

– Dar asilo no significa ayudar a escapar a alguien de un encarcelamiento -rezongo Forbassach.

– Sin embargo, una vez dentro de los limites de la fortaleza, el asilo es aplicable -le espeto Coba.

Fidelma considero el argumento:

– Eso es cierto. No obstante, la persona que busca asilo suele encontrar el territorio del maighin digona por su cuenta antes de pedir asilo. Ahora bien, las normas de asilo son aplicables una vez dentro de los limites del territorio del jefe que este dispuesto a prestarlo. ?Confirmais, pues, mi sospecha de que el hermano Eadulf ha recibido asilo en vuestra fortaleza?

Fidelma habia recuperado la confianza al suponer ahora que Eadulf se hallaba a salvo en la fortaleza de Coba y podia permanecer en ella hasta que Barran llegara. Sin embargo, su animo empezo a decaer al reparar en el semblante sombrio de Coba.

– Informe al sajon de las condiciones del asilo. Pense que las habria entendido.

– Y esas condiciones eran que debia permanecer en los limites del recinto y no intentar volver a huir -intervino el obispo Forbassach con petulancia, pues Fidelma conocia muy bien las restricciones-. Si el refugiado intenta fugarse, el dueno del santuario tiene derecho a abatirlo a fin de evitar la fuga.

Una fria sensacion se apodero de Fidelma.

– ?Que estais diciendo? -quiso saber.

– Esta manana, al levantarme, he descubierto que el sajon no estaba en su cuarto -afirmo Coba a media voz-. La portalada de la fortaleza estaba abierta, y el habia desaparecido. Hemos hallado a uno de nuestros hombres junto a la entrada. Estaba muerto. Le habian golpeado a traicion, por la espalda. De noche solo hay dos guardias de vigilancia, ya que nadie ha asaltado nunca la fortaleza de Cam Eolaing. Mas tarde han encontrado al otro guardia, Dau, sin conocimiento junto al rio. Le habian robado el abrigo, las botas y las armas. Cuando se ha recuperado ha explicado a mis hombres que habia ido tras el sajon para volver a capturarlo. Se hallaba en la orilla cuando de pronto le ha golpeado por detras. Es evidente que el sajon tiene intencion de escapar a campo traviesa.

El obispo Forbassach asentia con impaciencia, pues Coba ya le habia contado la historia.

– Coba ha cometido una imprudencia al pensar que el sajon tenia moral alguna y que acataria las normas del asilo. En estos momentos debe de ir rumbo al este hacia el mar para encontrar un barco que lo lleve a tierras sajonas.

Entonces se volvio hacia Fidelma, con la misma expresion abochornada de momentos antes.

– Solamente queria deciros -le dijo- que lamento haber pensado que estabais implicada en la primera fuga. Quiero dejar claro a vuestro hermano, el rey de Cashel, que me he disculpado por cualquier ofensa que pueda haberos causado. No obstante, tambien quiero haceros saber que ahora el sajon se ha atado la soga al cuello.

Fidelma estaba enfrascada en sus cavilaciones, por lo que solo habia oido la ultima parte del comentario.

– ?Como? -pregunto.

– Es evidente que ha huido de Cam Eolaing porque es culpable.

– Eso mismo dijisteis cuando asegurabais que se habia escapado de la abadia.

– ?Por que motivo iba escapar de la fortaleza, si en ella estaba seguro? ?Por que si no es culpable? Podia haberse quedado indefinidamente.

– Indefinidamente no: solo mientras se le prestara asilo -corrigio Fidelma con suficiencia.

– Con todo, no deja de ser cierto que ha huido. Ahora cualquiera puede capturarlo y matarlo sin mas. Cualquiera puede hacerlo de acuerdo con la ley.

En ese momento Mel entro en la sala. Se excuso y, cuando se disponia a salir, el obispo Forbassach, irritado, le hizo una sena ordenandole que se quedara.

– Puede que os necesite, Mel -le explico-. Este asunto concierne al rey.

Entretanto, Fidelma tomo asiento cansinamente al darse cuenta de que Forbassach estaba en lo cierto. Un asesino convicto que rompia las normas del maighin digona y huia del refugio prestado podia ser tratado como hombre muerto. Por un momento, reparo en que estaba apretando los dientes para contener la angustia que sentia.

El obispo Forbassach se dirigio hacia la puerta, anunciando:

– Debo alertar a los guerreros del rey. Venid conmigo, Mel.

– ?Esperad!

El ruego de Fidelma hizo volverse al brehon.

– Ya que estais aqui, tengo una denuncia que presentar contra Gabran. El y sus hombres me atacaron anoche.

– ?El marinero? -pregunto el obispo Forbassach, desconcertado-. ?Que tiene el que ver con el caso que

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