estrecho, casi invisible, que se desviaba al este por las colinas que se extendian al horizonte.

Confuso y afectado, Eadulf se quedo en su sitio a mirar como se alejaba el carro.

Obviamente, lo habian confundido con uno de los hombres de Gabran. ?Que mercancia tendria que recoger el capitan en aquel lugar dejado de la mano de Dios? Darach Carraig, la roca del roble. Un nombre curioso. Echo una mirada atras, en la direccion por la que habia venido. Gabran habia mencionado que habia enviado a otro hombre a buscar la mercancia. Tal vez este venia pisandole los talones. Mas le valia espabilar por si lo alcanzaba.

Echo a andar presuroso por el camino. Tras contar mentalmente los doscientos metros, miro arriba a su derecha. No muy lejos vio un grupo de rocas grandes y lisas que cubrian parte de la colina, donde esta sobresalia formando un precipicio de granito de poca altura. Vacilo un instante y sintio una curiosidad incontenible. Cuando menos, podia subir y ver en que consistia la peculiar mercancia de Gabran y por que la habian dejado en una cueva apartada, en medio de una campina mas remota aun si cabia. Miro en derredor. No vio a nadie en aquel paisaje lobrego que empezaba a oscurecer.

Empezo a escalar hacia el promontorio y, estando ocupado en esta tarea, vio, tras el penasco de granito mas grande, el tramo que casi formaba un precipicio de roca negra; era como si alguien hubiera excavado la roca para darle aquella forma, pues no parecia natural. Cuando se hubo aproximado, diviso la oscura entrada a una cueva, ante la que sobresalia una plataforma rocosa.

Una vez alli, Eadulf se detuvo un momento para recuperar el aliento tras la breve aunque empinada ascension, antes de seguir adelante. La cueva se hallaba en semipenumbra. Se asomo a la oscura entrada y espero a que la vista se acostumbrara a la falta de luz.

Oyo un ruido extrano y repentino, algo que se arrastraba, que le hizo resistirse a entrar por si habia un animal. Pero cuando vio que lo habia producido, quedo boquiabierto.

Al fondo de la cueva habia dos figuras humanas sentadas en el suelo, espalda contra espalda. Por las posturas, supo que estaban atadas de pies y manos y, cuando las vio de cerca, reparo en que tambien estaban amordazadas. La poca luz que entraba le permitio entrever que eran menudas y poco mas.

– Quienesquiera que seais -declamo en voz alta-, no quiero haceros dano.

Se les acerco.

Al instante oyo unos gemidos lastimeros sofocados, y la figura mas proxima a el trato de apartarse, si bien apenas lo consiguio, dadas las ataduras.

– No quiero haceros dano -repitio Eadulf-. Tengo que acercaros a la luz del dia para que pueda veros.

Haciendo oidos sordos a los sonidos -propios de un animal- que causaba su aproximacion, se agacho y levanto el primer bulto acurrucado para llevarlo, medio a cuestas medio a rastras, a la entrada de la cueva.

Dos ojos grandes y espantados lo miraban sobre el trapo sucio que era la mordaza.

Eadulf se aparto de la figura sin salir de su asombro.

El rostro de una nina de no mas de doce o trece anos lo miraba fijamente, muerta de miedo.

* * *

– Bueno, abadesa Fainder -dijo Fidelma con calma mientras examinaba la escena sangrienta que tenia ante si-. Creo que nos debeis una explicacion.

La abadesa Fainder le devolvio la mirada, casi perpleja. Luego bajo la vista al cuerpo de Gabran, que yacia a su lado, y al punal que tenia en la mano. Con un extrano grunido animal, solto el punal y se puso en pie de un salto con los ojos desorbitados.

– Esta muerto -dijo con la voz ronca.

– Eso ya lo veo -concedio Fidelma con gravedad-. ?Y por que?

– ?Por que? -repitio la abadesa con aturdimiento.

– ?Por que esta muerto? -insistio Fidelma.

La abadesa parpadeo, mirandola como si no entendiera la pregunta. Tardo un momento en reaccionar.

– ?Y yo como voy a saberlo? -respondio y callo bruscamente-. ?No creereis que…? ?Yo no lo he matado!

– Con el debido respeto, abadesa Fainder -intervino Dego, mirandola por encima del hombro de Fidelma-, hemos subido a bordo, hemos abierto la puerta de la cabina y hemos hallado a Gabran muerto. A juzgar por la profusion de sangre, ha sido apunalado a muerte. Y vos estabais arrodillada junto a su cabeza. Vuestra ropa esta manchada de sangre y teneis un punal en la mano. ?Como debemos interpretar la escena?

La abadesa empezaba a recuperarse. Fulmino a Dego con la mirada y exclamo:

– ??Como os atreveis?! ?Quien sois para acusar a la abadesa de Fearna de un vulgar asesinato?

Fidelma contuvo una leve sonrisa macabra al pensar en la situacion.

– No hay asesinatos vulgares, abadesa. Y mucho menos este. Solo un necio seria capaz de negar la evidencia. ?Insinuais que no habeis tenido nada que ver en este asesinato?

La abadesa Fainder palidecio.

– Yo no he sido -insistio con la voz quebrada por la emocion.

– Eso es lo que decis. Salgamos a la cubierta y contadme que ha sucedido.

Fidelma se aparto de la puerta e hizo una sena, invitando a la abadesa a salir de la cabina. Fainder salio a la cubierta y pestaneo a la luz del dia.

– No hay nadie mas a bordo -informo Enda con una maliciosa nota de regocijo.

Habia hecho un rapido registro del barco.

– Parece que estais sola, madre abadesa -anadio.

La abadesa Fainder se sento bruscamente sobre una escotilla y, rodeandose la cintura con los brazos, se encorvo, dando la impresion de estar abrazada a si misma, y se puso a mecerse adelante y atras. Fidelma se sento a su lado.

– Este asunto es grave -le dijo Fidelma con delicadeza despues de unos momentos-. Cuanto antes tengamos una explicacion para ello, mejor.

– ?Una explicacion? -La abadesa Fainder levanto su rostro angustiado para hacerle frente-. ?Ya os he dicho que yo no he sido! ?Que otra explicacion quereis?

En su tono quedaban suficientes vestigios de su antiguo espiritu como para hacer que Fidelma apretara los labios con impaciencia.

– Creedme, madre abadesa, hacia falta una explicacion, y mas vale que sea lo bastante satisfactoria - advirtio-. Quiza podriais empezar explicando que os trae por aqui.

El semblante de la abadesa mudo al instante, y mostro su arrogancia habitual.

– No me gusta vuestro tono, hermana. ?Teneis la pretension de acusarme?

– No tengo que acusaros -puntuo Fidelma sin inmutarse-. Las circunstancias hablan por si solas. Si quereis decirme algo, ahora es el momento. Como dalaigh, debo informacion de las pruebas que yo misma he visto.

La abadesa Fainder la miro: su semblante revelo la impresion que le produjo apercibirse de lo que entranaban aquellas palabras. Abrio la boca sin pronunciar palabra.

– Pero yo no lo he hecho -dijo al fin-. No podeis acusarme. ?No podeis!

– Si no me falla la memoria, el hermano Eadulf dijo mas o menos lo mismo -le recordo Fidelma-, y aun asi fue acusado y declarado culpable de asesinato con pruebas menos contundentes. En cambio, vos habeis sido hallada inclinada sobre el cuerpo, con un punal en la mano y empapada en sangre.

– Pero yo soy… -La abadesa cerro la boca de golpe, como si se hubiera percatado de la presuncion que habia estado a punto de expresar.

– ?Pero vos sois la abadesa, mientras que el hermano Eadulf no era mas que un extranjero errante? - pregunto Fidelma para terminar la frase-. Bueno, abadesa Fainder. Estamos impacientes por escuchar vuestra historia.

Un estremecimiento la sacudio. Su altaneria se disipo y sus hombros cayeron.

– El obispo Forbassach me dijo que habiais acusado a Gabran de asaltaros anoche.

Fidelma espero pacientemente.

– El obispo Forbassach me dijo que vos nunca os inventariais algo asi. De modo que he venido aqui para pedir una explicacion a Gabran -prosiguio la abadesa-. Aunque Forbassach se creyera vuestra historia, yo no. Gabran… -Vacilo en seguir.

– ?Gabran que? -insto Fidelma.

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×