– Gabran es un mercader conocido en todo el rio. Hace anos que comercia con la abadia, mucho antes de que yo fuera la abadesa. Tamana acusacion constituye una ofensa para la abadia, por lo que habia que ponerla en entredicho. Y yo habia venido aqui para oir que tenia que decir Gabran al respecto.

– ?Asi que habeis venido aqui esperando poder demostrar la falsedad de mi acusacion contra Gabran? Proseguid.

– Tras mucho buscar, al final he encontrado el Cag amarrado aqui. No habia nadie a la vista. He subido a bordo y he llamado a Gabran, pero nadie me ha contestado. Me ha parecido oir movimiento en la cabina, asi que he ido hasta la puerta y he llamado. He oido algo pesado que caia… Ahora se que era el cuerpo de Gabran. He vuelto a llamar y he pasado. Me he encontrado con la misma escena que vos. Gabran estaba muerto en el suelo, boca arriba. Habia sangre por todas partes. Lo primero que he pensado ha sido que debia ayudarle y me he arrodillado. Pero ya no podia hacer nada por el.

– Me supongo que asi explicais que tengais la ropa manchada de sangre.

– Por eso mi habito esta ensangrentado, si.

– ?Y luego?

– Las punaladas que le habian dado me han impresionado mucho. He visto el punal…

– ?Donde estaba el punal?

– En el suelo, al lado del cuerpo. Lo he visto y lo he recogido. No se por que lo he hecho. Supongo que ha sido una reaccion irreflexiva. Y me he quedado ahi, arrodillada.

– Y entonces hemos llegado nosotros.

Para asombro de Fidelma, la abadesa Fainder nego con la cabeza.

– Antes de que llegarais ha ocurrido otra cosa.

– ?Que ha ocurrido?

– En ese momento no le he dado importancia, pero ahora si.

– Continuad.

– He oido una leve zambullida.

Fidelma enarco una ceja.

– ?Una leve zambullida? -repitio-. ?Y que creeis que era?

– El asesino abandonando el barco -contesto la abadesa, estremeciendose un poco.

Fidelma la miro sin creerse ni media palabra.

– El barco esta amarrado a un embarcadero. ?Que necesidad tendria una persona de abandonar el barco saltando al rio, y con este tiempo gelido? Y si era el asesino abandonando la escena del crimen, podia haber recurrido a vuestro caballo, que esta atado cerca, como medio mas efectivo de huida. ?No os parece?

La abadesa Fainder miro a Fidelma, incapaz de reaccionar a su logica implacable.

– Estoy segura de que en este barco habia alguien que lo ha abandonado saltando al agua -repitio con terquedad.

– El argumento ayudaria a la hora de demostrar vuestra inocencia -opino Fidelma-, pero debo decir que es sumamente improbable que alguien que pretendiera huir decidiese tomar esa alternativa. ?Mirad!

Fidelma senalaba a la parte del barco que daba al rio. Las aguas bajaban con impetu a aquella altura, donde la anchura del rio, de mas de cinco metros, acrecentaba la vehemencia de la corriente.

– Cualquiera que saltara al rio habria de ser un experto nadador. Nadie en su sano juicio elegiria esa ruta frente a la posibilidad de saltar a la orilla al otro lado del barco.

De pronto se le ocurrio algo que le hizo fruncir el ceno.

– ?Como consiguio Gabran subir el barco hasta aqui contra una corriente tan fuerte? -pregunto.

– Muy facil -explico Enda-. Al registrar el barco, he visto las correas. Es habitual, senora, usar un par de burros para tirar de barcos fluviales a contracorriente, sobre todo cuando el agua baja con fuerza. Si no hay mucha corriente, se usan palos para impulsar el barco. Es muy comun.

Fidelma se levanto y miro alrededor. Aunque era evidente que Enda tenia razon, algo no encajaba.

– ?Y donde estan los asnos? ?Quien los ha traido aqui y quien se los ha llevado? De hecho, ?donde esta la tripulacion de Gabran?

Volvio a sentarse sobre la escotilla y cerro un momento los ojos para pensar. Tenia la sensacion de que estaba pasando por alto algo importante. Le intrigaba que la tripulacion hubiera dejado a Gabran a solas y se hubiera llevado los animales que habia usado para subir el barco rio arriba. Y lo que contaba la abadesa Fainder de que habia llegado al barco sin mas y se habia encontrado a Gabran en el momento en que lo habian matado parecia absurdo; tan inverosimil como la idea de un asesino que hubiera escapado saltando a las aguas rapidas del rio. Era absurdo. Pero la historia de Eadulf era quizas igual de absurda frente al testimonio de aquella nina, Fial, que decia haber presenciado la muerte de su amiga. Fidelma dio un profundo suspiro.

– Bueno, por el momento, poco podemos hacer -concluyo, poniendose de pie-. Dego, quiero que vayais a Cam Eolaing y localiceis a Coba, si es que esta. Dijo que se disponia a regresar a la fortaleza; es el bo-aire de esta zona y hay que informarle de este suceso. Si no lo encontrais en Cam Eolaing, regresad a Fearna y traed al obispo Forbassach con vos.

– ?Que pretendeis? -pregunto la abadesa Fainder con preocupacion, y aunque trato de decirlo con autoridad, le temblo la voz.

– Pretendo hacer lo que dicta la ley -respondio Fidelma y anadio con regocijo macabro-: E imagino que el brehon de este reino sera quien decida si la ley se atendra a los Penitenciales, a los que tanto apego teneis, o bien se os declarara culpable y se os aplicara el castigo que dicte nuestro sistema tradicional.

– Pero yo no lo he hecho -se defendio la abadesa con los ojos muy abiertos, horrorizados.

– Eso habeis dicho ya, madre abadesa -replico Fidelma con un toque de malicia bien merecida-. ?Del mismo modo que el hermano Eadulf dijo que el no habia cometido el crimen del que se le acusaba!

* * *

Eadulf deshizo la mordaza de la nina a la que habia llevado a cuestas a la entrada de la cueva. Esta seguia mirandolo fijamente con unos ojos redondos, oscuros, muy abiertos, que reflejaban su pavor. Pese a lo apretadas que estaban las ataduras, temblaba visiblemente.

– ?Quien sois? -le pregunto Eadulf.

– ?No me hagais dano! -gimoteo la pequena-. Por favor, no me hagais dano.

Eadulf probo a sosegarla con una sonrisa.

– No pretendo haceros dano. ?Quien os ha dejado aqui en este estado?

La nina tardo unos momentos en superar el miedo antes de susurrar:

– ?Sois uno de ellos?

– No se a quien os referis con «ellos» -contesto Eadulf.

Entonces, al recordar que habia otra nina atada en la cueva, entro a buscarla y la saco. Al igual que la otra, apenas tendria trece anos y estaba despeinada y hambrienta. Le retiro la mordaza, y la nina tomo varias bocanadas de aire.

– Vos sois sajon, asi que debeis de ser uno de ellos -grito la primera nina, atemorizada-. Por favor, no nos hagais dano.

Eadulf se sento delante de ellas, negando con la cabeza. El tambien fue cauto: tenia por norma no soltar a una persona atada hasta averiguar por que la habian atado. Y es que una vez habia visto como un hermano moria a manos de una demente a la que acababa de desatar, pensando que estaba liberandola de un torturador.

– No voy a haceros dano, quienesquiera que seais. Pero antes decidme quienes sois, por que estais atadas y quien os ha atado.

Las ninas cruzaron miradas nerviosas.

– Ya lo sabeis, si sois uno de ellos -respondio una de ellas con desafio.

Eadulf tuvo paciencia.

– Soy extranjero en esta tierra. No se quienes sois ni quienes son ellos.

– Pero sabeis suficiente para habernos encontrado en esta cueva -recalco la otra, que parecia mas espabilada que su companera-. Nadie encontraria esta cueva por casualidad. Seguro que sois uno de ellos.

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