– Si fuera a haceros dano igualmente, tampoco tendriais nada que perder respondiendo a mis preguntas - argumento Eadulf, y la mas pequena se echo a sollozar-. Sin embargo -anadio enseguida-, si soy un simple extranjero que pasaba por aqui, quiza podria ayudaros en esta dificil situacion si me explicais por que os han atado y os han dejado en esta cueva.

Paso un momento antes de que la mayor de las dos se decidiera a hablar.

– No lo sabemos.

Eadulf enarco las cejas con incredulidad.

– Os digo la verdad -insistio la nina-. Ayer un hombre vino a nuestras casas y se nos llevo. Nos llevo a la suya, nos ato y nos dejo alli. Nos dijo que alguien vendria a buscarnos para hacer un largo viaje y que nunca volveriamos a ver nuestro hogar.

Eadulf miraba fijamente a la nina, tratando de valorar cuanta verdad habia en sus palabras. Su voz era apagada, monotona, como si guardara la distancia con la realidad que narraba.

– ?Quien era ese hombre? -insto.

– Un desconocido, como vos.

– Pero no era forastero -matizo la mas pequena.

– Creo que teneis que explicaros mejor. ?Quienes sois y de donde sois?

Las ninas parecian menos nerviosas, pues se habia aplacado el temor inicial a que fuera a hacerles dano.

– Yo me llamo Muirecht -dijo la mayor-. Soy de las montanas del norte, a un dia a caballo de aqui.

– ?Y tu? -pregunto Eadulf a la mas joven.

– Yo me llamo Conna.

– ?Y sois del mismo sitio que Muirecht?

La nina nego con la cabeza.

– No somos del mismo sitio -respondio Muirecht por ella-. Nunca la habia visto hasta el dia que nos encerraron juntas. No sabiamos como nos llamabamos hasta ese momento.

– ?Y que sucedio? ?Por que os raptaron?

Las ninas volvieron a cruzar miradas y, al parecer, quedo sobreentendido que Muirecht hablaria por las dos.

– Ayer por la manana, antes de despuntar el dia, mi padre me desperto…

– ?Y quien es vuestro padre? -intervino Eadulf.

– Un hombre pobre. Es fudir… aunque tambien saer-fudir - especifico enseguida con orgullo.

Eadulf sabia que fudir era la clase mas baja de la sociedad irlandesa; una clase que apenas si distaba de los esclavos de la sociedad sajona. No estaba integrada por miembros de un clan, sino por fugitivos comunes, prisioneros de guerra, rehenes o delincuentes a los que habian retirado sus derechos civiles como castigo, hos-fudirs se hallaban divididos en dos subclases: los daer-fudir o «no libres», y los saer-fudir, que no eran exactamente hombres libres, aunque no eran sometidos al cautiverio de los de rango inferior. Los saer-fudir no solian ser delincuentes y, por tanto, podian recuperar ciertos derechos y privilegios en la sociedad. Se les permitia cultivar tierras que su rey o su senor les asignaba y, en muy raras ocasiones, podian ascender de la clase «no libre» a celie, miembro libre de un clan, y hasta podian alcanzar la categoria de bo-aire, o jefe y juez local sin tierras.

Eadulf le dio a entender que sabia de que hablaba.

– La parcela de mi padre es pequena -continuo Muirecht-, pero el jefe del territorio exige el biatad, la renta de alimentos. Y mi padre tiene que devolver dos veces al ano los prestamos de la reserva comun.

Eadulf conocia la costumbre. Tanto los fudirs libres como los que no lo eran podian pedir vacas, puercos, maiz, tocino, mantequilla y miel de la reserva comun del clan, siempre y cuando pagaran anualmente, durante siete anos, una tercera parte del valor de cuanto tomaban. Una vez pagado, el ganado pasaba a ser de su propiedad y no debian seguir pagando. El fudir libre tambien estaba obligado a servir al jefe en epoca de guerra, o a servirle un numero acordado de dias trabajando sus tierras. Eadulf, que venia de una sociedad donde la esclavitud absoluta era normal, siempre vio con extraneza la costumbre de que se concediera emprestitos a una clase social que no era libre, y que ademas se les permitiera obtener la libertad por meritos propios. Por tanto, entendia que, para un hombre con tierras poco fertiles y escasa habilidad para administrarse, en determinadas circunstancias el prestamo podia hundirlo mas en la pobreza en vez de sacarlo de ella.

– Continuad -dijo-. Deciais que ayer por la manana vuestro padre os desperto antes de las primeras luces. ?Y luego?

Muirecht sorbio por la nariz al recordarlo, apenada.

– Tenia los ojos rojos. Habia estado llorando. Me dijo que me vistiera y que me preparase para un largo viaje. Le pregunte que clase de viaje, pero no me contesto. Yo confiaba en mi padre. Me saco de la cabana. Fuera no vi a mi madre ni a mi hermano pequeno, asi que no pude despedirme. Pero habia un hombre con un carro.

Muirecht vacilo al contemplar la escena en el recuerdo.

Eadulf espero pacientemente.

– A mi me paso lo mismo -murmuro la segunda, Conna-. Mi padre es daer-fudir. Y no tengo madre, pues murio hace tres meses. Aprendi a cocinar y a limpiar para mi padre.

Muirecht hizo un mohin y la otra se callo.

– Una vez fuera, mi padre… -prosiguio Muirecht y volvio a interrumpirse, con lagrimas en los ojos-…me agarro por los brazos. El hombre me ato y me amordazo y me metio en el carro. A traves de una hendidura en la madera vi como daba a mi padre una bolsita que tintineaba. La agarro, apretandola contra el pecho, y se precipito en la cabana. Entonces el hombre se subio al carro, me cubrio con broza y arranco.

De repente se echo a llorar a moco tendido. Eadulf no sabia como consolarla.

– A mi me paso lo mismo -afirmo la mas pequena-. Me tiraron al carro y esta nina ya estaba dentro. No podiamos hablar, porque teniamos la boca tapada. Y no hemos comido ni bebido nada desde ayer por la manana.

Eadulf las miraba sin saber como reaccionar, sin acabar de creerse la crueldad que le habian contado.

– ?Con esto me estais diciendo que vuestros respectivos padres os vendieron al hombre del carro?

Muirecht trato de contener el llanto y asintio con desaliento.

– ?Que otra cosa si no? He oido hablar de familias pobres que venden a sus hijos y que luego se los llevan a otros lugares para… -No encontraba la palabra.

– Para esclavizarlos -susurro Eadulf.

Sabia que aquella costumbre se daba en muchos paises. Ahora caia en la cuenta del negocio que Gabran llevaba en el rio. Compraba ninas a sus padres y las transportaba hasta la costa, al lago Garman, para ser vendidas como esclavas en los reinos sajones o en el pais de los francos. Pobre gente: para paliar su pobreza recurrian a menudo a vender a una de sus hijas. Personalmente, nunca habia visto comercio semejante en ninguno de los cinco reinos de Eireann, porque la ley no permitia que nadie viviera en la absoluta indigencia, y el concepto de que un hombre retuviera a otro como esclavo o siervo era ajeno por completo. Asi que Eadulf quedo impresionado con la revelacion de aquellas ninas.

El graznido repentino de un grajo que alzaba el vuelo desde un arbol sobresalto a Eadulf, que miro hacia arriba con nerviosismo al recordar que uno de los hombres de Gabran tenia que estar dirigiendose hacia las colinas para recoger a las ninas.

– Tenemos que irnos de aqui antes de que esos hombres perversos vengan por vosotras -aconsejo mientras se agachaba y sacaba el punal.

Corto las cuerdas que les inmovilizaban los tobillos y las manos.

– Tenemos que irnos ya -anadio.

Muirecht se estaba frotando las munecas y los tobillos.

– Necesitamos un momento -protesto-. No me siento las manos ni los pies por la falta de sangre.

Conna seguia su ejemplo para tratar de estimular la circulacion.

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