– Si fuera a haceros dano igualmente, tampoco tendriais nada que perder respondiendo a mis preguntas - argumento Eadulf, y la mas pequena se echo a sollozar-. Sin embargo -anadio enseguida-, si soy un simple extranjero que pasaba por aqui, quiza podria ayudaros en esta dificil situacion si me explicais por que os han atado y os han dejado en esta cueva.
Paso un momento antes de que la mayor de las dos se decidiera a hablar.
– No lo sabemos.
Eadulf enarco las cejas con incredulidad.
– Os digo la verdad -insistio la nina-. Ayer un hombre vino a nuestras casas y se nos llevo. Nos llevo a la suya, nos ato y nos dejo alli. Nos dijo que alguien vendria a buscarnos para hacer un largo viaje y que nunca volveriamos a ver nuestro hogar.
Eadulf miraba fijamente a la nina, tratando de valorar cuanta verdad habia en sus palabras. Su voz era apagada, monotona, como si guardara la distancia con la realidad que narraba.
– ?Quien era ese hombre? -insto.
– Un desconocido, como vos.
– Pero no era forastero -matizo la mas pequena.
– Creo que teneis que explicaros mejor. ?Quienes sois y de donde sois?
Las ninas parecian menos nerviosas, pues se habia aplacado el temor inicial a que fuera a hacerles dano.
– Yo me llamo Muirecht -dijo la mayor-. Soy de las montanas del norte, a un dia a caballo de aqui.
– ?Y tu? -pregunto Eadulf a la mas joven.
– Yo me llamo Conna.
– ?Y sois del mismo sitio que Muirecht?
La nina nego con la cabeza.
– No somos del mismo sitio -respondio Muirecht por ella-. Nunca la habia visto hasta el dia que nos encerraron juntas. No sabiamos como nos llamabamos hasta ese momento.
– ?Y que sucedio? ?Por que os raptaron?
Las ninas volvieron a cruzar miradas y, al parecer, quedo sobreentendido que Muirecht hablaria por las dos.
– Ayer por la manana, antes de despuntar el dia, mi padre me desperto…
– ?Y quien es vuestro padre? -intervino Eadulf.
– Un hombre pobre. Es
Eadulf sabia que
Eadulf le dio a entender que sabia de que hablaba.
– La parcela de mi padre es pequena -continuo Muirecht-, pero el jefe del territorio exige el
Eadulf conocia la costumbre. Tanto los
– Continuad -dijo-. Deciais que ayer por la manana vuestro padre os desperto antes de las primeras luces. ?Y luego?
Muirecht sorbio por la nariz al recordarlo, apenada.
– Tenia los ojos rojos. Habia estado llorando. Me dijo que me vistiera y que me preparase para un largo viaje. Le pregunte que clase de viaje, pero no me contesto. Yo confiaba en mi padre. Me saco de la cabana. Fuera no vi a mi madre ni a mi hermano pequeno, asi que no pude despedirme. Pero habia un hombre con un carro.
Muirecht vacilo al contemplar la escena en el recuerdo.
Eadulf espero pacientemente.
– A mi me paso lo mismo -murmuro la segunda, Conna-. Mi padre es
Muirecht hizo un mohin y la otra se callo.
– Una vez fuera, mi padre… -prosiguio Muirecht y volvio a interrumpirse, con lagrimas en los ojos-…me agarro por los brazos. El hombre me ato y me amordazo y me metio en el carro. A traves de una hendidura en la madera vi como daba a mi padre una bolsita que tintineaba. La agarro, apretandola contra el pecho, y se precipito en la cabana. Entonces el hombre se subio al carro, me cubrio con broza y arranco.
De repente se echo a llorar a moco tendido. Eadulf no sabia como consolarla.
– A mi me paso lo mismo -afirmo la mas pequena-. Me tiraron al carro y esta nina ya estaba dentro. No podiamos hablar, porque teniamos la boca tapada. Y no hemos comido ni bebido nada desde ayer por la manana.
Eadulf las miraba sin saber como reaccionar, sin acabar de creerse la crueldad que le habian contado.
– ?Con esto me estais diciendo que vuestros respectivos padres os vendieron al hombre del carro?
Muirecht trato de contener el llanto y asintio con desaliento.
– ?Que otra cosa si no? He oido hablar de familias pobres que venden a sus hijos y que luego se los llevan a otros lugares para… -No encontraba la palabra.
– Para esclavizarlos -susurro Eadulf.
Sabia que aquella costumbre se daba en muchos paises. Ahora caia en la cuenta del negocio que Gabran llevaba en el rio. Compraba ninas a sus padres y las transportaba hasta la costa, al lago Garman, para ser vendidas como esclavas en los reinos sajones o en el pais de los francos. Pobre gente: para paliar su pobreza recurrian a menudo a vender a una de sus hijas. Personalmente, nunca habia visto comercio semejante en ninguno de los cinco reinos de Eireann, porque la ley no permitia que nadie viviera en la absoluta indigencia, y el concepto de que un hombre retuviera a otro como esclavo o siervo era ajeno por completo. Asi que Eadulf quedo impresionado con la revelacion de aquellas ninas.
El graznido repentino de un grajo que alzaba el vuelo desde un arbol sobresalto a Eadulf, que miro hacia arriba con nerviosismo al recordar que uno de los hombres de Gabran tenia que estar dirigiendose hacia las colinas para recoger a las ninas.
– Tenemos que irnos de aqui antes de que esos hombres perversos vengan por vosotras -aconsejo mientras se agachaba y sacaba el punal.
Corto las cuerdas que les inmovilizaban los tobillos y las manos.
– Tenemos que irnos ya -anadio.
Muirecht se estaba frotando las munecas y los tobillos.
– Necesitamos un momento -protesto-. No me siento las manos ni los pies por la falta de sangre.
Conna seguia su ejemplo para tratar de estimular la circulacion.