Se preguntaba para que lo usarian. ?Como cabina de castigo? Y, si era asi, ?para quien? ?Para los tripulantes que no hicieran bien su trabajo? Fidelma sabia que aquellos castigos se daban en barcos de altura, pero no en barcos fluviales, cuando los marineros podian bajar a la orilla cuando se les antojara. Levanto el farol en lo alto y vio una parte de la madera astillada. De una de las tablas habian arrancado algo que habia estado clavado a la madera con firmeza. Miro mas abajo y vio parte de una cadena sobre el suelo y una pieza de metal afilada. No cabia duda de que la cadena y la sujecion habian sido arrancadas a fuerza de cavar la madera con la pieza de metal. Pero ?por que? ?Y quien? Cuando fue a retirarse de la puerta, advirtio las manchas de sangre en el interior del hueco. Eran huellas ensangrentadas que iban de un lado al otro de la cabina, y que se desvanecian hasta desaparecer antes de llegar al otro lado.

Fidelma subio a la cubierta superior sin decir nada y apago la lampara. Enda y la abadesa la esperaban, impacientes. Con una sena, ordeno al guerrero que volviera a cerrar la escotilla; ella se dirigio a un lado del barco, donde se asomo a mirar las aguas impetuosas que descendian. No habia rastro de manchas de sangre o huellas ensangrentadas en la cubierta.

?Era posible que la abadesa Fainder estuviera diciendo la verdad? No tenia sentido. ?Era posible que alguien hubiera matado a Gabran y, alarmado por la llegada de Fainder, bajara hasta aquel repugnante antro bajo la cubierta, pasara luego a la cabina mas grande y subiera por los escalones que daban a la cubierta principal? No, algo no encajaba. La escotilla estaba cerrada y hacia falta una persona fuerte para levantarla. Ademas, habria hecho un ruido que la abadesa habria oido y que luego habria mencionado. Sin dejar de darle vueltas, se volvio a la bodega principal y miro adentro. Alli vio una escalera que esperaba encontrar. Admitio que alguien podria haber subido a la cubierta por esa via.

Para que la teoria fuera convincente, la persona que hubiese matado a Gabran huyendo despues de ese modo tenia que ser un enano, una persona menuda y delgada; solo asi podia meterse por la escotilla de la cabina de Gabran y bajar hasta aquel habitaculo semejante a una celda. Fidelma sacudio la cabeza y regreso donde la abadesa Fainder volvia a estar sentada, sobre la escotilla.

– Enda -pidio al guerrero-, ?podeis ir a mirar los caballos?

– Estan bien atados, senora, y… -respondio, desconcertado.

Entonces reparo en que Fidelma le lanzaba una mirada dura, haciendole entender que deseaba quedarse a solas con la abadesa.

– Muy bien -anadio, y bajo a la orilla con aire afectado.

Fidelma se encontraba de pie ante la abadesa.

– Creo que deberiamos hablar seriamente, madre abadesa, y dejad a un lado arrogantes pretensiones de rango y deber: facilitara mi labor.

La abadesa parpadeo, sorprendida por tanta franqueza.

– Pensaba que hasta ahora habiamos hablado seriamente -solto con irritacion.

– Parece que no hemos hablado con suficiente seriedad. Supongo que querreis que os represente un dalaigh de vuestra propia eleccion…

Una expresion de inquietud volvio a apoderarse del rostro de la abadesa.

– ?Os digo que no estoy involucrada en esta muerte! ?No pensareis que van a acusarme de un asesinato que no he cometido?

– ?Por que no? A otras personas les ha ocurrido -respondio Fidelma con serenidad-. Con todo, no me interesa saber que indicaciones pensais dar al dalaigh que asigneis, sino que me interesa escuchar la respuesta a algunas preguntas que guardan relacion con las cosas que han sucedido aqui durante las ultimas semanas.

– ?Y si me niego?

– Soy testigo, y mis hombres tambien, de haberos descubierto inclinada sobre el cuerpo de Gabran con un punal en la mano -subrayo Fidelma sin piedad.

– Ya os he contado cuanto necesitais saber -insistio la abadesa con preocupacion.

– ?Todo? He hablado con vuestra hermana Deog.

La revelacion causo un efecto asombroso en la abadesa. Palidecio y abrio la boca con gesto alarmado.

– Ella no tiene nada que ver con esto… -empezo a objetar, pero Fidelma la interrumpio.

– Permitid que sea yo quien juzgue que datos son necesarios en mi investigacion. ?Dejemonos de evasivas y permitid que, al fin, obtenga respuestas!

La abadesa Fainder dejo escapar un suspiro que le movio los hombros y bajo la cabeza en un gesto de sumision.

– Se que provenis de una familia humilde de Raheen: vuestra hermana me lo dijo. Y tengo constancia de que fuisteis novicia en la abadia de Taghmon.

– Veo que no habeis perdido el tiempo -respondio la abadesa con rencor.

– Y que luego decidisteis ir a Bobbio.

– Me mandaron alli con una mision a la fundacion de Columbano. Regale unos libros a la biblioteca de Bobbio.

– ?Que os convencio de respaldar la doctrina de Roma?

Durante unos momentos, la voz de la abadesa adopto el tono propio de una fanatica.

– Cuando llegue a Bobbio, apenas si habian pasado cuarenta anos desde la muerte de Columbano. Muchos clerigos del lugar creen que la doctrina que redacto, basada en la doctrina de los monasterios irlandeses, estaba equivocada. Con todo lo beato que era, Columbano debatio con muchos de sus seguidores. El santisimo Gall renuncio a su servicio para establecer su propia fundacion, antes incluso de que Columbano atravesara los Alpes hacia Bobbio. Yo me adscribi a un grupo que, tras ver como se gobernaban las comunidades de la Iglesia Occidental, llego a la conclusion de que debiamos renunciar a la doctrina irlandesa y adoptar la doctrina del santisimo Benedict de Noricum.

– Entonces, ?lo hicisteis por conviccion?

– Por supuesto.

– ?Y luego fuisteis a Roma?

– El abad de Bobbio me encomendo una mision en Roma para apoyar a un monasterio filial que llevabamos como hospederia para los peregrinos.

– Lo decis como si no hubierais ido por voluntad propia.

– Al principio no. Me daba la impresion de que era una maniobra del abad para deshacerse de quien se oponia a su administracion. Estaba en contra de la doctrina de Benedict.

– Y aun asi fuisteis.

– Si. De hecho, como experiencia personal, el proyecto me entusiasmo. Dirigi la hospederia bajo la doctrina de Benedict y trabaje y vivi en la capital de la Cristiandad. Fue entonces cuando empece a estudiar los beneficios de los Penitenciales.

– ?Como conocisteis al abad Noe?

– De un modo muy facil. Se alojo en la hospederia durante la peregrinacion a Roma que hizo el ano pasado.

– ?No le habiais visto nunca ni estabais emparentados?

– No.

– ?Y aun asi os convencio de regresar a Laigin y haceros abadesa de Fearna?

– Me hablo de Fearna -respondio Fainder en un tono displicente-. Yo fui quien lo persuadio de llevarme alli.

– ?Y como lo conseguisteis?

– Supongo que le gusto como gobernaba el monasterio de Roma -contesto, volviendo a adoptar una actitud cautelosa.

– ?Conocia vuestra opinion acerca de los Penitenciales?

– Discutimos largo y tendido al respecto hasta altas horas de la noche. Con toda modestia, yo lo converti a mis ideas.

– No me digais. Debeis de ser una abogada convincente -observo Fidelma.

– No resulta sorprendente. El abad Noe es un hombre muy progresista. Compartia mi idea de un reino gobernado por los Penitenciales, y hablamos de que el podria convertirse en consejero espiritual del joven Fianamail. Como consejero y confesor tendria influencia suficiente.

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