– Pero debemos darnos prisa -las exhorto, pues ahora sabia que corrian un grave peligro.

– Pero ?adonde vamos a ir? -se quejo Muirecht-. No podemos volver con nuestros padres despues de lo que ha pasado…

– No -coincidio Eadulf, ayudandolas a levantarse.

Una vez de pie, se pusieron a dar patadas al suelo para activar la circulacion. Eadulf las miraba con perplejidad. No podia llevarse a aquel par de ninas a Fearna… De pronto recordo el monasterio que habia en la Montana Gualda, del que Dalbach le habia hablado.

– ?Conoce alguna de vosotras la zona?

Ambas negaron con la cabeza.

– Yo nunca habia ido tan lejos -le dijo Muirecht.

– Hay un cerro llamado la Montana Gualda -explico Eadulf-. Queda al oeste de aqui y se alza sobre Fearna. Me han dicho que alli hay una iglesia dedicada a la santisima Brigida. Os refugiareis alli hasta que se decida algo mejor. ?Accedeis a acompanarme hasta alli?

Las ninas volvieron a mirarse. Muirecht se encogio de hombros, casi con indiferencia.

– No podemos hacer nada mas. Iremos con vos. ?Como os llamais, forastero?

– Soy Eadulf. El hermano Eadulf.

– Entonces yo tenia razon: eres forastero -dijo Muirecht en tono triunfal.

Eadulf mostro una sonrisa ironica y puntualizo con humor caustico:

– Un viajero que esta de paso en este reino.

De pronto, una bandada de grajos armo una algarabia en el valle; Eadulf miro abajo con preocupacion. Algo habia asustado a las aves. No les convenia perder tiempo.

– Puede que el hombre a quien vuestro captor esperaba se este acercando. Avancemos lo mas deprisa que podamos.

Capitulo XVII

Fidelma habia dejado a la abadesa Fainder sentada en la escotilla, mientras ella volvia a la cabina de Gabran. Entro y, desde la puerta, hizo el esfuerzo de mirar la escena sangrienta que habia ante si. El capitan del barco habia recibido al menos media docena de punaladas en el pecho y los brazos. No cabia duda de que se trataba de un ataque con ensanamiento. Procurando no mancharse la ropa de sangre y con mucho cuidado, se acerco a un lado del cuerpo y empezo a examinarlo minuciosamente.

La peor herida era un corte que le atravesaba el cuello, como si el agresor hubiera hundido la hoja entera del punal hacia arriba, a traves de la garganta. Las heridas del pecho y los brazos parecian estocadas dadas al azar, pues no seguian un patron ni parecia que hubieran apuntado a ningun organo vital. En cambio, daba la sensacion de que el tajo de la garganta habia bastado para causar la muerte, ya que habia atravesado la yugular. Las demas cuchilladas mas bien parecian una expresion de violencia movida por la ira.

?Era la abadesa Fainder capaz de cometer un acto como aquel? En fin, si algo sabia era que cualquier persona era capaz de hacer algo semejante si se daban las circunstancias apropiadas. Pero ?que clase de furia habia movido a Fainder? Mientras pensaba en esto, reparo en algo que habia estado mirando sin realmente verlo. Se concentro. El corte de la garganta no se habia hecho con un punal o, cuando menos, con el que la abadesa habia soltado.

A su pesar, Fidelma se acerco mas a la herida. El corte se habia hecho con una espada. No le cabia ninguna duda, pues la entrada del arma, marcada en sentido ascendente, no solo habia rasgado la carne, sino que habia roto la mandibula desplazando algunos dientes de la parte inferior, tal fue la fuerza del impacto. Para causar una herida como aquella, el golpe tenia que haber sido contundente.

Reprobandose a si misma por haber pasado por alto algo tan evidente, miro en derredor, mas no vio el arma que podria haber causado aquella espantosa herida mortal. Recogio del suelo el punal y comparo la hoja con la media docena de estocadas del pecho y los brazos. No le hizo falta mas que un momento para confirmar que el arma podia haber causado las heridas mas insignificantes, pero no el corte mortal.

Mientras se hallaba inclinada sobre el cuerpo, otro objeto capto su atencion; de no haberse inclinado tanto, le habria pasado desapercibido. Se dio cuenta de que se trataba de pelos de la cabeza de Gabran, pues los cotejo. Al parecer alguien se los habia arrancado de raiz y luego los habia tirado al suelo. En las raices todavia quedaban restos de sangre.

Volvio a dejar el punal donde estaba y se levanto. Pero al retroceder, piso una pieza de metal que chirrio al rozar la madera. Miro al suelo y sus ojos se abrieron como platos: eran un par de grilletes. Eran pequenos y parecian de los usados para sujetar las munecas. Estaban en el suelo como si nada, abiertos, con la llave en el orificio que las cerraba.

Se disponia a apartarse cuando se fijo en otra cosa. En un clavo que sobresalia de una pata de la mesa, la cual se contaba entre los muebles de la cabina; aparecian, ademas, hilos de una tela. Al pasar, alguien se habia enganchado la ropa en el clavo. Los hilos eran de un tejido artesanal de lana tenida de marron, del mismo tipo que solian llevar muchos clerigos. Con cuidado, descolgo las fibras y las introdujo en el marsupium.

Entonces se levanto y tanteo la situacion. Varias piezas formaban aquel rompecabezas. Cada una de ellas encajaba para conformar la escena de los ultimos momentos de Gabran. Si daba credito a que la abadesa no habia matado al capitan y, en concreto, a que aquella se encontraba fuera junto a la puerta cuando oyo caer el cuerpo, entonces esto queria decir que el asesino aun se hallaba en la cabina en el momento en que Fainder llego. Lo cual habria sido materialmente imposible, ya que la abadesa habria visto al asesino, y este la habria agredido a su vez. Fidelma miro alrededor con detalle en busca de cualquier otra cosa pesada que hubiera podido caer al suelo de la cabina. Mas no vio nada aparte del cadaver de Gabran.

Aquello significaba que, o bien Fainder mentia por razones evidentes, o bien el asesino habia salido de la cabina antes de que la abadesa abriera la puerta. Volvio a escrutar con cuidado una vez mas la cabina.

Vio la escotilla de la cubierta. No era facil de fijarse a simple vista en ella, pues era pequena. Al levantarla y asomarse a la oscuridad de una cubierta inferior, Fidelma se dio cuenta de que era demasiado pequena para caber a traves de ella y que tampoco distinguiria nada por la falta de luz.

Tomo una lampara que habia sobre una mesa auxiliar y regreso a la cubierta principal del barco.

– Levanta esa escotilla, Enda -indico al acercarse.

Una rapida mirada a la abadesa basto para ver que no llevaba un habito de hilado artesanal ni marron, sino una tunica negra de lana tejida. La abadesa Fainder se levanto de la escotilla y se hizo a un lado para que el guerrero la pudiera levantar.

– ?De que se trata, senora? -pregunto Enda-. ?Habeis hallado algo?

– Solo estoy echando una mirada -explico.

Al descender por los escalones que llevaban de la escotilla a la cubierta inferior, se dio cuenta de que dentro ya habia una linterna encendida. Los escalones daban a una cabina amplia, separada -o eso le parecio- de la bodega de carga por un mamparo y una trampilla, a la que se asomo y vio que la bodega estaba abierta al exterior y aparecia vacia.

Fidelma se volvio para registrar la cabina a la que habia bajado. Saltaba a la vista que alli dormia la tripulacion de Gabran.

Al fondo, donde el barco se estrechaba, habia otro mamparo mas pequeno, que marcaba la ubicacion de la cabina superior. Sin duda, aquel hueco era donde daba la pequena abertura de la cabina de Gabran. Encendio su lampara con la llama del farolillo colgado en la cabina de la tripulacion y abrio la escotilla; al hacerlo reparo en que esta tenia una cerradura, pero la llave estaba en el interior. Advirtio con curiosidad la presencia de otras llaves de distintos tamanos desparramadas por el suelo de la parte interior, justo en el umbral.

A continuacion le llego un olor mas hediondo que el que habia en la cabina de la tripulacion. Era una mezcla acre y fetida de orina y sudor, propia de un espacio cerrado lleno de personas. Pero era un espacio minusculo, no mas grande de dos metros por dos metros y medio. En el no habia nada salvo un par de jergones de paja y un viejo orinal de piel. Fidelma era demasiado grande para entrar comodamente en aquel habitaculo, que no media mas de dos metros de altura. Una escalerilla que conducia a la escotilla superior reducia mas aun el espacio.

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