amiga del asesino sajon!

* * *

– Tengo hambre y frio. No me encuentro bien. ?No podemos parar un rato?

La mas pequena, Conna, era la que se quejaba.

Eadulf se detuvo y se volvio a mirar a la nina, que se rezagaba; la penumbra descendia por momentos sobre la montana.

– Este sitio esta demasiado expuesto… no hay donde resguardarse, Conna -arguyo Eadulf-. Alcanzaremos el monasterio antes de que caiga la noche o poco despues. Si nos detenemos aqui, moriremos congelados.

– Ya no puedo mas. Las piernas empiezan a fallarme.

Eadulf apreto los dientes. Sabia que en ese momento se hallaban en las laderas de la Montana Gualda, por lo que no podian estar muy lejos del santuario del que Dalbach le habia hablado. Si paraban, serian incapaces de reanudar la marcha y, alli, en las laderas desprotegidas de la montana, no tardarian en morir de frio.

– Andemos un poco mas. No podemos estar muy lejos. Hace un rato, antes de que se pusiera el sol, me ha parecido ver una zona boscosa en la parte baja de las faldas de la montana. Iremos en esa direccion. Al menos, si no encontramos el monasterio, en el bosque estaremos resguardados. Puede que hasta podamos encender una hoguera.

– ?Yo ya no puedo mas! -se lamento la pequena.

– Dejadla aqui -susurro Muirecth-. Yo tambien tengo hambre y frio, pero no quiero morir esta noche.

Eadulf iba a reprenderla por la crueldad de sus palabras, pero prefirio no gastar saliva. Dio media vuelta y fue hasta una roca donde Conna se habia sentado.

– Si no podeis caminar -dijo con firmeza- os llevare a cuestas.

La nina lo miro con incertidumbre. Entonces asintio con la cabeza y se levanto con debilidad de la roca.

– Intentare caminar un poco mas -concedio con tono refunfunon.

Tardaron en llegar a una franja arbolada que aparecio sobre un lado nervudo de la montana, apenas una silueta lugubre. No quedaba muy lejos, pero Eadulf no veia nada mas alla de aquel paisaje, que parecia unirse a la vertiente de las montanas.

– ?Vamos! -animo Eadulf-. Ya no puede quedar mucho.

Siguieron adelante con dificultad, agotados; la mas pequena se lamentaba de vez en cuando, y la mayor, aunque enfadada, no abria la boca.

Al llegar al bosque, la oscuridad crepuscular que lo envolvia poco invitaba a adentrarse en el. A Eadulf le estaba costando seguir el sendero que lo atravesaba; sin embargo, el hecho de que hubieran ido a parar a uno trillado era una buena senal, pues podia significar que era el camino hacia el monasterio. Cuando fueron a darse cuenta, ya era de noche, y no habia luna que pudiera guiarles, ya que el cielo estaba nublado.

Al rato, Eadulf advirtio que la frondosidad disminuia, y fueron a parar a campo abierto otra vez. El sendero se bifurcaba. Por suerte no habia apartado la vista del suelo a fin de interpretar a cada paso en que direccion debia avanzar; de lo contrario, quiza no habria visto que el camino se dividia en dos ramales.

De repente Muirecht solto un grito.

– ?Mirad! Ahi abajo hay una luz. ?Mirad, sajon, ahi abajo!

Eadulf levanto la cabeza. La nina estaba en lo cierto. Algo mas abajo, sobre la oscura ladera, titilaba una luz. ?Era una hoguera o acaso un farol?

– Ahi arriba hay otra -senalo Conna de mala gana.

Eadulf se volvio, sorprendido, y trato de distinguirla en la oscuridad. En efecto, mas arriba se atisbaba un farol oscilante, y estaba mas cerca que la otra luz. Tomo una decision.

– Continuaremos hacia esa luz.

– Seria mas facil bajar -protesto Muirecht.

– Y tardariamos el doble en regresar hasta aqui si nos equivocamos -respondio Eadulf con sentido logico-. Iremos hacia arriba.

Asi, a la cabeza del grupo, emprendio la marcha hacia la luz titilante. Estaba mas lejos de lo que habia supuesto, pero al fin llegaron a una extension de terreno plana con varios edificios circundados por un muro que se alzaba en medio de la oscuridad. Sobre la portalada oscilaba un farol, y un crucifijo de hierro clavado en la madera designaba el uso que se daba al complejo.

Eadulf solto un suspiro de alivio. Por fin habian encontrado el santuario religioso que Dalbach le habia recomendado. Tiro de la cuerda para hacer sonar la campanilla.

Un monje de rostro lozano salio a abrirles. Miro boquiabierto al extrano trio que esperaba fuera, bajo el circulo de luz que proyectaba el farol.

– Busco al hermano Martan -anuncio Eadulf-. Dalbach me ha enviado aqui; ha dicho que podriais darnos cobijo. Necesitamos comida, calor y una cama para mi y otra para las pequenas.

El joven monje se hizo atras y les hizo pasar con una sena.

– Pasad, pasad todos. -Su acogida fue entusiasta-. Os llevare ante el hermano Martan y, mientras hablo con el, mandare que se ocupen de vuestras hijas.

Eadulf no se molesto en corregirle al bienintencionado clerigo.

El hermano Martan era un hombre fornido, de poca estatura y rostro regordete. Era de edad avanzada, y en su rostro mostraba una sonrisa permanente.

– Deus tescum. Sois bienvenido, forastero. Me han dicho que os ha enviado Dalbach.

– Me dijo que aqui podria hallar un refugio donde pasar la noche, a salvo de la intemperie.

– Y no os enganaba. ?Venis de muy lejos? Pues vuestro hablar es extrano en esta tierra…

El anciano interrumpio lo que estaba diciendo, pues Eadulf se habia quitado el sombrero de manera instintiva durante la conversacion.

– Llevais la tonsura de san Pedro. ?Sois, por tanto, hermano de la fe?

– Soy un hermano sajon -reconocio Eadulf.

– ?Y viajais con vuestras hijas?

Eadulf nego con la cabeza y, sin dar mas detalles sobre los hechos recientes, explico como habia encontrado a las ninas.

– Ah, una tragedia asi no es nada habitual -suspiro el hermano Martan cuando Eadulf hubo concluido-. Ya habia oido hablar de esa clase de trafico de carne humana. ?Y decis que oisteis mencionar el nombre de Gabran en este vil negocio? Nuestros hermanos de Fearna le conocen bien. Es mercader en el rio.

– Lo primero que hare manana es bajar a Fearna.

– ?Y las ninas?

– ?Puedo dejarlas aqui para que esten a buen recaudo?

El hermano Martan accedio.

– Pueden quedarse aqui el tiempo que haga falta. Quiza puedan empezar una nueva vida en el seno de una familia de nuestra comunidad, ya que las suyas las han rechazado. La fe siempre busca novicias.

– Ellas mismas lo decidiran. Ahora acaban de sufrir una dura experiencia. Es triste ser traicionado, pero que te traicionen tus propios padres… -dijo y se estremecio un poco.

– Vamos, hermano. -El hermano Martan se puso de pie-. Ya os he entretenido bastante; os ofrecere comida y vino dulce y caliente con especias. Luego deberiais descansar. Pareceis completamente exhausto.

– Y lo estoy -reconocio Eadulf-. Casi me equivoco de camino al salir del bosque. Si me hubiera equivocado y hubieramos seguido errando por estas laderas, dudo que hubiera sido capaz de haber aguantado despierto mucho mas.

El hermano Martan le sonrio, sin entenderle muy bien.

– ?No habeis visto el farol que tenemos encendido a las puertas del monasterio?

– Oh, si -afirmo Eadulf-. Pero he pensado que la otra luz podia anunciar tambien la ubicacion de vuestra comunidad.

– ?Que otra luz? -El hermano Martan levanto ligeramente una ceja y sonrio al comprender-. ?Ah! Montana abajo, a unos kilometros de aqui, se encuentra una de las cabanas de caza del rey. Cuando el o sus cazadores se quedan alli, suelen verse hogueras y luces. Seguramente Fianamail o alguno de sus hombres se habra quedado a

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