Dego guardo silencio.

– ?Que motivos legales podriamos alegar para negarnos a rendirnos ante el brehon de este reino?

– Creia que estabamos a punto de descubrir los motivos. Ya habiais demostrado que el hermano Eadulf fue acusado injustamente de crimenes que no habia cometido. Habiais demostrado que la abadesa puede estar implicada en un horrible trafico de esclavos con ninas.

– Lo que he dicho -respondio Fidelma despacio- ha sido que la abadia es el centro por donde pasan las ninas que envian rio abajo para venderlas a los barcos esclavistas extranjeros. Todavia no habiamos llegado a examinar los detalles, ni habiamos averiguado aun quien esta detras de este negocio.

– Pero, senora -objeto Dego, desconcertado-, ahora no tendremos la posibilidad de averiguar nada. Al rendirnos, hemos renunciado a la libertad de seguir adelante con la investigacion. En el mejor de los casos, el obispo Forbassach nos echara del reino. En el peor, nos encarcelara para… en fin, para alguna cosa u otra. Estoy seguro de que ideara una acusacion apropiada.

– Dego, si Coba no se hubiera rendido, la superioridad de los guerreros de Forbassach nos habria aplastado; y si, por algun milagro, hubieramos hecho retroceder al obispo, ?cuanto habria tardado el rey en acudir con un ejercito y quemar Cam Eolaing hasta no dejar mas que cenizas? No teniamos alternativa.

Dego se mostro reacio a reconocer la logica del argumento. De hecho, la propia Fidelma se habia limitado a sostener esa logica, pues emocionalmente estaba de acuerdo con Dego. Su primer impulso habia sido luchar, pues las tinieblas y el mal dominaban la abadia y a quienes se relacionaban con ella. Ahora bien, al plantearse la situacion con sosiego, vio que no habia alternativa. El problema que se presentaba ahora era como convencer al obispo Forbassach de que le permitiera seguir con el proceso que habia iniciado en el salon de Coba. Cuando menos, habia demostrado que el hermano Eadulf no era culpable, y ahora tenia al testigo clave de los hechos: Fial.

Sin embargo, ?podia fiarse de Fial? Era joven, aun no habia cumplido la «edad de elegir», y ya habia cambiado la version de los hechos, por lo que ante la ley, su declaracion era inadmisible. Sin embargo, esto no habia impedido que Forbassach recurriera a una excusa pobre para utilizar la declaracion. Por consiguiente, en una apelacion tendria que aceptar que Fial la rechazara. No obstante, ?lo haria? Forbassach podria desestimar facilmente su declaracion si queria.

Ahora, cualquier apelacion a Fianamail seria casi imposible. Era demasiado joven, carecia de la madurez que dan los anos para superar sus prejuicios y su exceso de ambicion, asi como sus ansias por dejar su impronta en el reino. Todo apuntaba a que el abad Noe habia persuadido al joven de que era «Fianamail el Legislador», el rey que habia cambiado el sistema juridico de Laigin imponiendo los Penitenciales para crear, como el mismo creia, un autentico reino cristiano.

Asi como, por un lado, la posibilidad de enfrentarse al obispo Forbassach y sus guerreros no habia sido viable, cuanto mas se acercaban a Fearna menos alternativas factibles tenian. Jamas en toda su carrera Fidelma se habia sentido tan impotente por la falta de salidas. Seguramente Dego tenia razon. Conociendo a Forbassach, lo mejor que cabia esperar era que el obispo los condujera, a ella y a sus companeros, hasta la frontera para ser expulsados de Laigin. En el peor de los casos, podia acusarla de conspiracion, de impedir el desarrollo de la justicia, de formular falsas acusaciones, de inducir a Coba a «rebelarse» contra la ley… Forbassach era capaz de todo eso y mas.

Fidelma suspiro. Ahora esperaba de verdad que Eadulf hubiera huido del reino. Si habia obrado con sensatez, se habria dirigido a la costa y habria tomado un barco para regresar a su pais. Si no lo habia hecho… Un leve escalofrio recorrio su cuerpo al pensar en que le depararia el destino.

* * *

El alba anunciaba una manana clara y fria. El hermano Martan y dos monjes de su comunidad estaban de pie, con los brazos cruzados sobre los habitos y las cabezas gachas bajo los capuchones, a las puertas de la pequena iglesia y la comunidad de la santisima Brigida, en las amplias faldas escarchadas de la Montana Gualda. La escarcha blanquecina se extendia como un manto de nieve al sur, hacia el valle en la lejania, donde el rio serpenteaba en torno a la ciudad principal del reino de Laigin, alrededor del gran lugar de los alisos: Fearna.

Delante de los dos monjes estaban las dos ninas, Muirecht y Conna. Temblaban por el aire gelido de la manana a pesar de los abrigos de lana que el amable hermano Martan les habia dado. Estaban apabulladas y amedrentadas por los acontecimientos. Sin poder hacer nada, bajo la capucha, el hermano Martan contemplaba con tristeza la escena que se desarrollaba ante el.

Uno de los guerreros de Fianamail esperaba con impaciencia junto a los caballos del grupo, cuyas riendas aflojadas sostenia.

Frente a las puertas habia tres arboles, uno de los cuales destacaba entre los demas. Era un roble negro que parecia tan viejo como el propio tiempo. El hermano Cett habia atado a una rama baja una cuerda de canamo con la que habia hecho un lazo. Debajo coloco una banqueta de tres patas, que habia tomado prestada del monasterio. Entonces miro a Fianamail con un gesto inquisitivo, indicandole asi que ya estaba listo.

Fianamail miro el cielo claro con una fina sonrisa de satisfaccion.

– ?Hagamoslo ya! -grito con severidad.

Tres de sus guerreros salieron por las puertas, llevando a Eadulf por delante, a empujones.

Eadulf ya no temia a la muerte. Habria reconocido que temia sufrir dano, pero la muerte en si ya no le amedrentaba. Avanzo con paso firme. Lamentaba aquella injusta manera de morir, pues a su entender no iba a servir para nada. Pero ya estaba resignado a morir, y cuanto antes le llegara la hora, antes acabaria su miedo a sufrir dolor. Incluso subio a la banqueta sin que se lo pidieran. Se dio cuenta de que Fidelma ocupaba sus pensamientos. Trato de mantener ante si el rostro de ella al notar que el hermano Cett le anudaba la soga al cuello.

– Decid, pues, sajon, ?confesais vuestros pecados? -le grito Fianamail.

Eadulf no se molesto en responderle, y el joven rey se volvio con impaciencia de cara al abad Noe.

– Vos sois su superior, abad Noe. A vos corresponde confesarlo.

El abad Noe esbozo una sonrisa.

– Quizas el condenado no crea en la forma publica de confesion que profesa la Iglesia de Roma y prefiera susurrar sus pecados al oido de un alma amiga, a la manera de nuestra Iglesia.

– Mi confesion no os interesara, ya que soy inocente de los crimenes que se me han imputado -replico Eadulf, irritado por la demora-. Acabad ya con este asunto infernal.

No obstante, Fianamail al parecer sabia que, para cumplir la ley, antes debia confesar.

– ?Negais admitir la culpa incluso en este momento? Estais a punto de encontraros cara a cara con Dios Todopoderoso para responder de vuestra culpa.

Eadulf se dio cuenta de que, pese a la inminencia de la muerte, estaba sonriendo, si bien era una reaccion instintiva.

– En tal caso -dijo-, El sabra que no soy culpable. Recordad, Fianamail, rey de Laigin, que Morann, brehon y filosofo de vuestro pais, dijo que la muerte todo lo anula… salvo la verdad.

Oyo el suspiro exasperado de Fianamail y, al instante, noto que la soga se tensaba alrededor del cuello al caer la banqueta al suelo de una patada.

* * *

El obispo Forbassach y sus prisioneros habian llegado a Fearna. Los llevaron directamente al patio de la abadia, les ordenaron que desmontaran y los acompanaron a la capilla bajo vigilancia. Sor Etromma reacciono a la llegada de Fial con cierta estupefaccion. La rechtaire se encargo de la nina y se la llevo, supuestamente para que alguien la atendiera.

Fidelma, Coba, Dego y Enda estaban frente al obispo Forbassach, que los miraba con un humor de perros.

– Bien, Forbassach -dijo Fidelma-. ?Estais dispuesto a escucharme? ?Me permitireis proseguir con los argumentos que estaba presentando en el salon de Coba?

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