Un gesto de satisfaccion se adueno de su rostro y le respondio:

– Sois astuta como un zorro, Fidelma de Cashel. No, no permitire que sigais difundiendo mas mentiras. Durante el trayecto, la abadesa Fainder me ha explicado que intentais hacer. Pretendeis difamar esta abadia, difamar a la abadesa y ensuciar la ley de Laigin. No os saldreis con la vuestra.

– Forbassach, o bien sois necio o bien culpable de estos delitos -respondio Fidelma en un tono ecuanime-. Bien que los estais acrecentando con esta situacion, o bien sois culpable por implicacion en ellos. No veo otra explicacion para vuestra estupidez.

El obispo entorno los ojos con beligerancia.

– Yo me preocupo de presentar cargos contra vos y vuestros companeros, Fidelma. Tengo muy presente que sois hermana del rey de Cashel, pero ni siquiera me afecta ya la amenaza de contrariarlo. Habeis ido demasiado lejos. La influencia de vuestro hermano ya no os protege. Antes de tomar ninguna decision, discutire este asunto con Fianamail y, entretanto, vos y vuestros companeros sereis encarcelados en la abadia.

Dego dio un paso adelante.

– Lo lamentareis, obispo -dijo en voz baja-. Poned las manos sobre Fidelma, y tendreis a las puertas de este reino al ejercito de Muman. Se os condena doblemente por amenazar a mi senora. Se os condena por la osadia de amenazar a una dalaigh de los tribunales, y se os condena por la osadia de amenazar a la hermana de nuestro rey.

El obispo Forbassach no se dejo impresionar por la grandilocuencia del guerrero.

– Vuestro rey, que no mi rey, joven. Y yo tambien tomo nota de vuestra amenaza. Tendreis tiempo de sobra para meditar sobre ella y para saber como se castiga en esta tierra esa clase de amenazas.

Dego se disponia a acometer cuando Fidelma le toco un brazo, pues habia visto a los guerreros de Forbassach con las espadas en mano.

– Aequam memento rebus in arduis servare mentem -cito en un susurro una de las Odas de Horacio, para recordarle a Dego que mantuviera la cabeza clara en los momentos mas arduos.

– Sabio consejo si quereis manteneros con vida -se sonrio el obispo con suficiencia y, a continuacion, dijo a sus guerreros-. ?Llevaoslos!

– ?Un momento! -ordeno Fidelma, haciendoles vacilar con la fuerza de su tono-. ?Que pensais hacer con Coba?

El obispo Forbassach miro al bo-aire de Cam Eolaing. Luego se volvio hacia Fidelma con una sonrisa maliciosa.

– ?Que haria vuestro hermano con un traidor que ha infringido la ley y se ha rebelado contra la autoridad? Coba morira.

* * *

El hermano Eadulf oyo un grito y cerro los ojos. Entonces noto que caia y sintio un fuerte golpe al tocar el suelo. Se quedo tumbado unos instantes, respirando con dificultad, sin saber que habia sucedido, hasta que advirtio que, en realidad, habia caido al suelo. La soga debia de haberse partido al perder el apoyo de la banqueta. Su primer pensamiento fue angustioso, al caer en la cuenta de que habria de pasar por todo el proceso otra vez. Abrio los ojos y miro hacia arriba.

Lo primero que vio fue al hermano Cett, de pie, con una expresion de asombro y los brazos abiertos en una postura de rendicion o casi. A continuacion oyo mas gritos. Habia otra persona inclinada sobre el, ayudandole a levantarse. Era un rostro joven, vagamente familiar, que le sonreia.

– ?Hermano Eadulf! ?Estais bien?

Miro al joven sin entender nada, tratando de reconocerlo.

– Soy yo, Aidan, guerrero de la escolta del rey Colgu de Cashel.

Eadulf parpadeaba, confuso, mientras el joven guerrero cortaba las ataduras. El dolor del cuello le impedia hablar.

Entonces reparo en la presencia de siete guerreros montados, ricamente ataviados y armados, y en un estandarte de seda azul, que uno de ellos enarbolaba. Su inesperada aparicion habia paralizado a Fianamail y a los suyos.

Entre los jinetes recien llegados, sentado a lomos de una poderosa yegua ruana, iba un hombre de edad indefinida ataviado con vestiduras que denotaban una posicion jerarquica o cargo elevados. Tenia una nariz y unos ojos inteligentes que apenas parpadeaban; unos labios apretados agravaban un gesto severo.

Fianamail se echo a temblar de colera. La sangre se le agolpaba en las mejillas, enrojeciendole la cara.

– ?Indignante! -exclamo casi farfullando-. ?Esto es indignante! ?Pagareis por esto! ?Sabeis quien soy? Yo soy el rey. ?Morireis por esta insolencia!

– ?Fianamail! -grito con voz quebradiza el hombre a caballo al acercarse donde el rey estaba sentado-. ?Miradme! -El tono no era elevado, pero exigia atencion.

El rey parpadeo al hacerlo, tratando de dominar su apasionamiento.

– Miradme y reconocedme. Soy Barran, el jefe brehon de los cinco reinos de Eireann. Estos son los fianna del rey supremo. He aqui mi muestra de autoridad, que ahora debeis acatar.

Saco un baston de oficio ornamentado, con hermosas joyas engastadas, con espirales grabadas en oro y plata.

El rostro de Fianamail paso del rojo al blanco. Tras vacilar un momento, anadio en un tono mas comedido:

– ?Que significa esto, Barran? Habeis interrumpido una ejecucion legitima. Ese hombre es un sajon al que han declarado culpable de violar y matar a una joven novicia. Es un hombre peligroso. Ha tenido un juicio justo, y mi brehon y obispo Forbassach, y yo mismo accedimos a una apelacion. La ejecucion de la sentencia es legal y…

Barran alzo una mano y Fianamail callo.

– Si es asi, recibireis una disculpa de nada menos que el jefe brehon en persona. Pero muchas cosas me preocupan, como preocupan asimismo al rey supremo. Conviene analizar el caso y rectificar los errores mientras este hombre este con vida, no tratar de enmendarlos a su muerte.

– No ha habido ningun error.

– Lo discutiremos a fondo cuando lleguemos a vuestra fortaleza, Fianamail.

La voz de Barran era sosegada, pero la serenidad de los tonos exigia obediencia incluso a los reyes, y Fianamail todavia era joven e inexperto.

– Es tambien gran motivo de preocupacion para el rey supremo -anadio el brehon- que lleguen a la corte rumores de que el sistema juridico tradicional de nuestro pais ya no es respetado en este reino. Dicen que habeis promulgado los Penitenciales como sistema legitimo sobre la ley de Fenechus que promulgaron los brehons. ?Es esto cierto? -pregunto y miro adonde el abad Noe estaba sentado-. ?Es cierto tambien que vos habeis aconsejado a este joven rey en este asunto, Noe?

Barran y el abad ya habian tenido sus desavenencias en Ros Alithir. No eran amigos.

– Existen buenas razones para adoptar los Penitenciales, Barran -respondio el abad Noe con frialdad.

– Sin duda las escucharemos -respondio Barran con aspereza-. Es extrano, sin embargo, que el brehon de Laigin, consejero espiritual del rey, y que el propio rey, no pensaran en acudir a Tara para discutir este asunto con los brehons y obispos de los cinco reinos. Por el momento, la ley de Fenechus sigue aplicandose en estas tierras, y es la unica ley a la que debe responder el pueblo. Yo no reconozco otra ley. El rey supremo y su corte lamentarian que se hubieran cometido mas infracciones de la ley sin nuestro conocimiento.

Eadulf, que todavia se frotaba las munecas, no salia de su asombro; la garganta le ardia por el roce de la soga.

– ?Que sucede? -le pregunto a Aidan.

– Mi senora, Fidelma, me envio a Tara para traer al jefe brehon cuanto antes. Temi que fuera a ser demasiado tarde. Y casi lo fue.

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