– Siempre puedo traeros un cubo con agua de mar para que os laveis por las mananas. Pero si lo que deseais es banaros… bueno, cuando estamos atracados en el puerto o cuando la mar esta en calma nos damos un bano junto al costado del barco. No hay bano a bordo del Barnacla Cariblanca, senora.

Fidelma lo acepto con resignacion. Por travesias anteriores sospechaba que el aseo personal no era prioridad en un barco.

– ?Le digo al capitan, entonces, que estais satisfecha con el camarote, senora?

Fidelma reparo en que el muchacho estaba inquieto. Le dirigio una sonrisa tranquilizadora.

– Yo misma vere al capitan a mediodia.

– ?Y que le parece el camarote?

– Es mas que satisfactorio, Wenbrit. Pero trata de llamarme «sor» o «hermana» delante de los demas.

Wenbrit alzo la mano para llevarse los nudillos a la frente a modo de saludo y sonrio. Dio media vuelta y salio como un rayo del camarote, resuelta la tarea.

Fidelma cerro la puerta y miro a su alrededor. De modo que alli iba a vivir hasta la semana siguiente, siempre y cuando el viento les fuera favorable. No media mucho mas de dos metros de largo por metro y medio de ancho. Dado que disponia de tiempo, reparo en que la mesa era de bisagras y estaba fija a una pared. En un rincon habia un taburete de tres patas y, en otro, un cubo de agua que, supuso, estaria destinada para beber o lavarse. Mojo un dedo y la probo. Era agua dulce, luego seria para beber. La ventana, que estaba al nivel del pecho y daba a la cubierta principal, media unos cuarenta y cinco centimetros de ancho por unos treinta de alto con dos puntales de traves. En un rincon colgaba un farol de un gancho metalico; debajo habia un estante sobre el cual vio una caja de yesca y un cabo.

El camarote estaba bien equipado.

Sintio una punzada de culpa al pensar en que los demas religiosos estaban apinados en camarotes mal ventilados e iluminados bajo cubiertas. No obstante, la punzada se disipo en agradecimiento al pensar que al menos respiraria aire fresco durante el viaje y no tendria que aguantar a nadie al no tener que compartir camarote.

Saco de la bolsa la ropa que traia para colgarla en unos ganchos que habia en la pared. A diferencia de otras mujeres, Fidelma no llevaba cosmeticos -jugo de grosella, por ejemplo, para pintarse los labios- pero tenia un ciorbholg, una bolsa donde guardaba peines y espejos. Fidelma solia llevar dos peines de hueso ornamentado, no tanto por vanidad como por ser una costumbre de su pueblo conservar el cabello en buen estado y desenredado. Un cabello bien cuidado era motivo de admiracion.

Si bien, como muchas mujeres de su clase, Fidelma mantenia las unas cortas y redondeadas, pues era indigno llevarlas desiguales, no les aplicaba tinte carmesi. Como tampoco usaba, como otras, jugo de mora o arandano para oscurecerse las cejas o pintarse los parpados. Tampoco acentuaba el color natural de sus mejillas con extracto de ramillas y bayas de sauco usadas para crear rubor artificial. Cuidaba su arreglo personal sin ocultar sus rasgos naturales.

Abrio el ciorbholg y lo dejo sobre la mesa. Lo que mas abultaba de su equipaje era, de hecho, dos taigh liubhair, unas pequenas carteras para guardar libros. Cuando los religiosos irlandeses iniciaron las peregrinatio pro Christo en siglos anteriores los eruditos escribas de Irlanda acertaron al pensar que misioneros y peregrinos necesitarian obras liturgicas y religiosas a fin de poder extender la palabra de la nueva Fe entre los paganos, y que tales libros debian ser lo bastante pequenos para que pudieran llevarlos con ellos. Fidelma traia consigo un misal que media catorce por once centimetros. Su hermano, el rey Colgu, le habia regalado otra obra del mismo tamano para matar el tiempo en aquel largo viaje. Era un ejemplar de la Vida de St. Ailbe, el primer obispo cristiano de Cashel y santo patron de Muman. Con cuidado, dejo en los colgadores, junto a la ropa, las dos carteras para libros.

A continuacion reviso el equipaje deshecho y sonrio. No tenia nada mas que hacer hasta la comida del mediodia. Se tumbo en la litera con las manos detras de la cabeza y, por primera vez desde que habia cerrado la puerta del camarote de sor Muirgel y dejar al otro lado de ella su gesto suplicante, se permitio un momento para pensar en la extraordinaria coincidencia de volverse a encontrar con Cian.

Sin embargo, mientras se estiraba de buena gana oyo un agudo chillido, y algo pesado y caliente aterrizo sobre su barriga. Solto un grito, y aquella cosa negra y peluda profirio otro grito extrano a su vez, y salto de su barriga al suelo.

Impresionada, Fidelma se incorporo. Un gato negro y delgado estaba sentado, mirandola con brillantes ojos verdes; el pulcro pelo del cuerpo refulgia bajo los rayos del sol que entraba por la ventana. El animal emitio un maullido grave mientras la miraba inquisitivamente y despues se puso a lamerse la pata con calma antes de empezar a pasarla sobre la oreja y el ojo con un movimiento ritmico.

Se oyo un correteo del otro lado de la puerta, tras la que aparecio Wenbrit preocupado y sin aliento.

– Os he oido gritar, senora -dijo resollando-. ?Que sucede?

Fidelma estaba disgustada; senalo la causa de su turbacion.

– Este animal me ha cogido desprevenida. No sabia que tenias un gato a bordo.

Wenbrit se relajo y sonrio.

– Es el gato del barco, senora. En una embarcacion de este tipo hace falta un gato para controlar las ratas y los ratones.

Fidelma se estremecio al pensar en ratas.

Wenbrit la tranquilizo.

– No os apureis. No osan aproximarse a las personas; suelen quedarse en el pantoque o en las bodegas. El senor de los ratones, aqui presente, las tiene bajo control.

El gato, que habia vuelto a subirse al camastro, se acomodo haciendose un ovillo y al poco se durmio.

– Parece que esta minina esta aqui como en su casa -observo Fidelma.

El chico asintio.

– Es un macho, senora -corrigio Wenbrit-. Y si, al senor de los ratones le gusta dormir en este camarote. Deberia haberos avisado antes. Pero no os preocupeis, me lo llevare.

El chico se inclino para cogerlo, pero Fidelma le puso una mano sobre el brazo.

– Dejalo, Wenbrit. El tambien puede quedarse en el camarote. Los gatos no me disgustan. Simplemente me he asustado cuando la… el pobre me ha saltado encima.

El chico se encogio de hombros.

– Si os molesta, solo teneis que decirmelo.

– ?Como lo llamais?

– Luchtighern… «el senor de los ratones».

Fidelma sonrio, mirando a su nuevo companero de viaje.

– Asi se llamaba el gato que moraba en la cueva de Dunmore y derroto a cuantos guerreros el rey de Laigin envio a combatirle. Solo sucumbio cuando enviaron a una guerrera.

El muchacho la miraba, perplejo.

– Jamas habia oido hablar de gato semejante.

– No es mas que una antigua historia. ?Quien le puso Luchtighern?

– El capitan. El conoce todas las historias, aunque no recuerdo haberle oido esta.

– Supongo que si hubiera sido hembra la habria llamado Baircne, «heroina marinera», por la primera gata que llego a Eireann en el bajel de Bresal Bec -relato Fidelma con aire pensativo.

Вы читаете Un acto de misericordia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×