– Pero es un macho -protesto el chico.

– Ya lo se -lo tranquilizo-. Bueno, ya no molestaremos mas al senor de los ratones.

Una vez que Wenbrit hubo salido, Fidelma volvio a la litera y, con cuidado, se acosto con el gato ovillado a los pies. La presencia calida y el ronroneo eran curiosamente reconfortantes. Cerro los ojos un momento e intento reunir pensamientos dispersos. ?En que estaba pensando antes de aparecer el gato? Ah, si: en Cian. Apreto los labios. ?Como podia haber sido tan necia? Su juventud y la falta de experiencia eran la unica excusa.

Creia que Cian habia desaparecido de su vida para siempre, a los dieciocho anos, y que solo quedaban de el amargos recuerdos. Pero alli estaba otra vez, e iba a tener que soportarlo en los reducidos limites del barco durante una semana por lo menos. Sus propios sentimientos la preocupaban. ?Por que habia reaccionado de aquel modo violento si ya habia superado la experiencia de juventud, si esta no la habia rondado desde aquella epoca en Tara? Quizas el hecho de que no habia llegado a enfrentarse debidamente a lo ocurrido explicaba la ira que habia sentido al verlo otra vez.

?Cian! ?Como pudo haber sido tan ingenua? ?Como pudo dejarse embaucar y permitir que le hiciera el alma trizas?

Varias veces lo habia perdonado, y hasta habia rechazado los consejos de su mejor amiga Grian cuando le decia que lo olvidara y se apartara de el. Pero no lo hizo, y cada vez que Cian erraba, la infelicidad la destrozaba. En consecuencia, decayo su aplicacion en los estudios hasta que la llamaron ante el anciano brehon Morann.

Recordaba la escena vividamente, volvia a experimentar con la misma intensidad los sentimientos que la embargaban mientras estaba alli de pie, ante su anciano mentor.

* * *

El brehon Morann miraba a Fidelma con ojos severos pero comprensivos.

– Ultimamente os cunde poco el estudio, Fidelma -le habia dicho en un tono preocupante-. Parece que hayais perdido la capacidad para concentraros en las lecciones mas sencillas.

Fidelma abrio la boca para defenderse.

– ?Esperad! -ordeno el brehon Morann alzando la fragil mano como si anticipara las justificaciones que su alumna iba a darle-. ?Acaso no dicen que aquel que no sabe bailar atribuye la culpa al mal estado del suelo?

Fidelma se acaloro.

– Conozco el motivo por el cual no os habeis concentrado en vuestros estudios -prosiguio el anciano con voz firme y tranquila-. No he venido a condenaros. Si bien os dire la verdad.

– ?Cual es la verdad? -pidio ella, sofocada todavia, aunque consciente de que estaba irritada mas consigo misma que con algun otro.

El brehon Morann la miro sin parpadear.

– La verdad es que debeis descubrir la verdad, y debeis descubrirla sin demora. De otro modo no saldreis adelante en los estudios.

Fidelma apreto los labios y pregunto:

– ?Quereis decir con ello que me suspendereis? ?Que no aprobareis mi esfuerzo?

– No. Suspendereis vos misma.

Fidelma solto un suspiro grave de enfado. Miro al brehon Morann un momento antes de dar media vuelta para irse.

– ?Esperad!

La voz serena, bien que autoritaria, del brehon Morann la detuvo. A su pesar, se volvio de cara a el, que no se habia movido.

– Permitidme que os de este consejo, Fidelma de Cashel. Algunas veces sucede que un viejo maestro como yo encuentra un alumno con unas aptitudes, con una agilidad mental, tan excepcionales, que recupera la fe en su labor educativa. La tarea diaria de intentar inculcar conocimientos a miles de mentes reacias se compensa con creces con solo encontrar una tan entusiasta y capaz de asimilar y comprender esos conocimientos… y apta para usar esos conocimientos a fin de contribuir a la mejora del hombre. De subito se recompensan anos de frustracion. No estoy hablando a la ligera al decir que pense que la decision de hacerme maestro se justificaria con vos.

Fidelma escuchaba de pie, estupefacta, al anciano. Jamas se habia dirigido a ella de aquel modo. Por un momento volvio a ponerse a la defensiva: su agil mente llego a la conclusion de que su mentor querria una recompensa a cambio de aquel cumplido.

– ?Acaso no dijisteis una vez que usar a los demas para satisfacer la ambicion propia es un reflejo de la debilidad del caracter y las aptitudes de uno mismo? -le espeto Fidelma sin consideracion.

El brehon Morann no parpadeo siquiera pese a la hiriente contestacion. Sus parpados apenas se velaron un poco mientras encajaba su replica:

– Fidelma de Cashel. Albergais tantas posibilidades y capacidades… No os enemisteis con ellas. Reconoced vuestro talento y no lo desaprovecheis.

Fidelma no sabia como debia reaccionar a las palabras del viejo brehon, pues eran impropias de el. Que ella supiera, jamas habia suplicado nada a ninguno de sus alumnos, y ahora su tono le parecia suplicante; suplicante con ella.

– Yo debo vivir mi propia vida -respondio desafiante.

El rostro del anciano se endurecio y, con una sena brusca y displicente con la mano, dijo:

– En tal caso marchaos y vividla. No regreseis a mis clases hasta que no tengais voluntad de aprender de ellas. Mientras no halleis la paz interior, de nada servira que regreseis.

Fidelma sintio una punzada de rabia y, por no confiar en su reaccion, salio de la sala como una exhalacion.

Tres meses pasaron antes de que volviera a presentarse ante el brehon Morann. Tres largos meses de amargura, disgustos y soledad.

CAPITULO V

Fidelma se desperto de golpe sin saber que habia interrumpido su sueno. Era el tanido quejumbroso de una campana. Tardo en recordar donde estaba; solo lo hizo cuando noto el movimiento del barco. Se habia dormido pensando en Cian. ?Era normal que tuviera la sensacion de haber sufrido una pesadilla! Habia ocupado el pensamiento en hechos dolorosos de su relacion con Cian; seguian vivos en el recuerdo aunque hubieran sucedido casi diez anos atras.

La campana seguia sonando con insistencia: dedujo que seria la llamada de Wenbrit para la comida del mediodia. Sin perder un instante, se levanto del camastro. No vio al gato por ningun lado. Se apresuro a pasarse un peine por el cabello y se aplano la ropa.

Salio del camarote y cruzo la crujia. El movimiento del barco no era desagradable; el mar parecia bastante tranquilo. Miro al cielo. El sol estaba en el cenit y proyectaba sombras cortas. Habia escaso viento. La vela estaba lacia y solo se inflaba de vez en cuando con alguna debil racha. Con todo, aunque despacio, el barco se desplazaba a traves de un mar azul y llano. Unos marineros sentados de piernas cruzadas en la cubierta la saludaron con la cabeza amablemente al pasar, y uno hasta la saludo en su propia lengua.

Descendio con dificultad por la escalera de camara de popa, tomando la

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