Ademas, aunque las abadias de Moville y Bangor no esten muy lejos la una de la otra, son dos instituciones diferentes.

Fidelma hizo un ultimo intento.

– Bien, planteemoslo de otro modo: ?habia alguna enemistad dentro del grupo?

– No lo se. Y tampoco veo que relacion pueden tener estas preguntas con el accidente que se llevo la vida de sor Muirgel durante la tormenta.

– Es mi manera de hacer las cosas.

Fidelma se sorprendio de reaccionar tan a la defensiva a la altaneria de sor Ainder. En otras circunstancias habria reprendido con dureza la inflexibilidad de la religiosa.

– A mi me parece una perdida de tiempo -replico sor Ainder sin inmutarse-, asi que ahora me voy a mi camarote para orar y meditar -dijo haciendo amago de marcharse.

– Un momento, hermana -la detuvo Fidelma, que se negaba a dejarse intimidar.

– ?Si? -pregunto sor Ainder mirandola desde su altura con aquellos ojos negros penetrantes.

– ?Cuando fue la ultima vez que visteis a sor Muirgel?

La esbelta monja arrugo el entrecejo. Fidelma penso que iba a negarse a responder.

– Creo que al embarcar. ?Por que?

– ?Creeis? -repitio Fidelma, haciendo caso omiso de la pregunta.

– Eso he dicho.

Fidelma vio que sus ojos se encendian de enfado; hubo un momento de silencio en que parecio que sor Ainder estaba decidiendo si anadir algo a su respuesta negativa.

– La visteis al subir a bordo, ?y no volvisteis a verla despues?

– Como ya sabeis, despues se encerro en su camarote por el mareo.

– ?Vos no fuisteis a verla para saber sobre su estado?

– No tenia interes alguno en hacerlo.

– ?La tormenta no os desperto en ningun momento anoche?

– Yo diria que la tormenta nos desperto a todos.

– Pero vos no salisteis de vuestro camarote.

– ?Adonde quereis ir a parar con estas preguntas? -objeto sor Ainder con dureza.

– Solo quiero cerciorarme de si alguien vio salir a sor Muirgel de su camarote y subir a cubierta, desde donde supuestamente cayo al agua.

Con el semblante petreo sor Ainder aseguro:

– Yo no sali de mi camarote.

– ?Cuando supisteis que sor Muirgel habia desaparecido?

– Cuando sor Gorman me desperto con la noticia… o mas bien, cuando la oi hablar de ello con el hermano Cian.

– ?Sor Gorman?

– Compartimos camarote. Al parecer el hermano Cian la habia despertado porque estaba buscando a Muirgel. Yo suelo tener un sueno profundo. Pero me despertaron sus voces, montando un alboroto para nada.

– ?Para nada? Pero si al final Muirgel habia caido al mar. No es el vuestro un comentario generoso.

– Me referia al alboroto que armaron al discutir -espeto sor Ainder-. Ahora, si me permitis…

– ?Estaban discutiendo?

Sor Ainder no quiso dar mas detalles, pero Fidelma volvio a intentarlo.

– ?De que discutian?

– No sabria deciros.

– Supongo que, como compartis camarote con sor Gorman, la conocereis bien. -Fidelma queria volver al asunto por otro derrotero.

– ?Si la conozco? Apenas. Es una muchacha abobada.

– Por curiosidad, decidme, ?a quien conoceis vos del grupo? -pregunto Fidelma causticamente.

Sor Ainder volvio a entornar los parpados con furia.

– Depende del grado de conocimiento al que os referis con «conocer».

– ?Que significado le dariais vos? -replico Fidelma con frustracion.

– Le daria varios significados. Pero ahora creo que ya hemos perdido bastante tiempo con este asunto.

Dio media vuelta y se marcho. Fidelma se acordo de un juego al que solia jugar de nina. Consistia en poner unas cuantas manzanas dentro de un barreno con agua, e intentar coger cuantas fuera posible sin usar las manos. Obtener informacion de sor Ainder era como aquel juego. Era como si estuviera basado en el mismo principio.

Fidelma quedo sumamente desconcertada. No recordaba haber interrogado a nadie con tanta exhaustividad ni a nadie que respondiera de un modo tal que no proporcionara ni una brizna de informacion. Permanecio alli de pie, respirando hondo, sintiendose como una joven alumna derrotada despues de un debate con el brehon Morann. Aunque si algo le habia ensenado Morann era a no abandonar ante el primer muro con que topara.

Bajo otra vez al comedor principal en busca de otros peregrinos. Al principio penso que no habia nadie, pero luego atisbo una sombra inclinada sobre algo en un rincon. Fidelma carraspeo ruidosamente.

La figura encapuchada se enderezo de golpe, volviendose hacia ella al mismo tiempo con agilidad felina. La cogulla cayo, dejando al descubierto la cara de sor Crella. La joven de rostro amplio tenia los ojos enrojecidos como si hubiera llorado.

– Lamento haberos asustado, hermana -se disculpo Fidelma con una sonrisa tranquilizadora.

– Pensaba que… no os he oido entrar.

– Con los crujidos y gemidos de este barco, tendriais que tener buen oido para distinguir unos pasos -comento Fidelma-. Deberia haber anunciado mi llegada, pero creia que el comedor estaba vacio.

– Se me ha caido algo por aqui y lo estaba buscando.

– ?Quereis que os ayude? -se ofrecio Fidelma, mirando hacia la tenue luz del farol que aun chisporroteaba sobre la mesa.

– No -se apresuro a responder sor Crella, recuperada al parecer del susto-. Pensaba que se me habia caido aqui, pero debo de habermelo dejado en el camarote. No es nada importante.

Fidelma se fijo en los gestos ligeramente antagonistas de la monja.

– Muy bien -dijo-. ?Teneis tiempo para hablar un momento?

Crella entorno los ojos con suspicacia.

– ?Para hablar de que?

– De sor Muirgel.

– Supongo que os referis a lo ocurrido en el funeral, ?verdad? No pienso disculparme. El hermano Bairne siempre ha sido estupido y celoso.

– ?Por que escogio un pasaje del libro de Oseas? Parecia fuera de lugar para una ceremonia de este tipo.

Crella aspiro aire por la nariz con enfado.

Вы читаете Un acto de misericordia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×