se suelen juntar ratas, ratones y desperdicios.

Fidelma tuvo un escalofrio involuntario. Gurvan sonrio con cierto sadismo al ver su reaccion.

– No, senora, aparte de los camarotes de los pasajeros, donde ya se habia buscado, mire por todas partes. Solo podemos sacar en conclusion que la pobre cayo por la borda.

– Gracias, Gurvan.

Fidelma se puso de pie y regreso por donde habia venido.

Aunque no habia pensado en interrogar a sor Gorman a continuacion, penso en hacerlo al pasar por delante de su camarote. Sor Gorman estaba sentada en su litera, palida y cabizbaja.

– ?No molestare? -pregunto Fidelma al entrar despues de ser invitada a ello.

– Sor Fidelma -dijo la muchacha, alzando la vista con nerviosismo-. No me importa que me molesten. Esta travesia no esta siendo como esperaba.

– ?Y que esperabais? -pregunto Fidelma al sentarse.

– Oh -se lamento e hizo una pausa para pensar-. Creo que nada esta siendo como cabria esperar; un peregrinaje, un viaje al sepulcro donde yace el cuerpo de un hombre que conocio a Cristo… deberia ser un viaje memorable y excitante.

– ?Acaso no os parece un viaje excitante? Yo diria que lo es; y un viaje lleno de incidentes -respondio Fidelma manteniendo un tono suave.

Sor Gorman apreto los labios. Fidelma espero y, al no obtener respuesta, se sento en una silla junto a la muchacha y adopto un tono mas serio.

– La perdida de sor Muirgel ha sido un golpe duro para vuestro grupo.

La joven arrugo la nariz con desden.

– ?Muirgel! -exclamo, resumiendo en esa palabra su aprension.

Fidelma capto el tono de inmediato.

– Veo que no erais amiga de sor Muirgel.

– Lamento que este muerta -respondio sor Gorman a la defensiva.

– ?No le teniais simpatia?

– No me siento culpable por tenerle antipatia.

– Nadie ha insinuado que debierais sentirla.

– Cuando alguien muere uno siempre se siente culpable de abrigar malos pensamientos hacia el fallecido.

– ?Y vos los abrigabais?

– Yo y todos, ?no?

– Yo no lo se: no soy de vuestro grupo. Yo pensaba que erais peregrinos que viajabais juntos.

– Y asi es. Pero eso no quiere decir que congraciemos entre nosotros. Yo no tengo nada en comun con nadie de este grupo salvo con… -Se interrumpio y se apresuro a anadir-: Sor Muirgel era una tirana y yo… ?yo la odiaba!

La hermana Gorman casi escupio su ultima frase. Fidelma miro a la joven con seriedad.

– ?Y ahora creeis que deberiais sentir culpa por el odio que le teniais?

– Si, pero no la siento.

– ?Que os hacia odiar a sor Muirgel en concreto?

Sentada en la cama, la joven se paro a reflexionar.

– Siempre se metia conmigo porque soy joven y provengo de una familia pobre. Mi padre no era jefe como el suyo, sino palafrenero. Aprendi a leer un poco y entre en la abadia de Moville para proseguir mis estudios. Muirgel y Crella me obligaron a ser su criada.

– ?Que os obligaron?

Fidelma no era tan ingenua como para ignorar que tras los muros de abadias e instituciones religiosas, como en cualquier otra institucion, tambien habia quien tiranizaba a otros.

– ?Las dos, sor Muirgel y sor Crella, os daban ordenes?

– Sor Muirgel mandaba y sor Crella acataba. Muirgel siempre llevaba la voz cantante en estas cosas.

– Por eso no lamentais su muerte.

– ?Acaso no dice la carta de san Pablo a los Romanos: «Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigais»? Si asi debe ser, mi alma esta condenada. Pero no me importa.

Fidelma esbozo una sonrisa.

– Bueno, dadas las circunstancias, creo que se os perdonara lo que sentis. De entre todas las cosas, amar a nuestros enemigos es de las mas dificiles.

– Pero, ?perdonar a nuestros enemigos no es acaso uno de los actos de gracia fundamentales que nos definen como bienaventurados? -pregunto la joven con obstinacion.

– El perdon es un tema principal en los Evangelios -concedio Fidelma-. Los Evangelios nos dicen que la voluntad de Cristo de perdonarnos esta supeditada a nuestra voluntad de perdonar a nuestros enemigos. El que eramos antes debe renacer como alguien nuevo y bondadoso si quiere ser aceptado en el Reino eterno de Dios.

Sor Gorman parecia apenada.

– En tal caso la condenacion pende sobre mi.

– Ahora que sor Muirgel ha muerto, seguro que…

– Sigo sin poder perdonar a sor Muirgel por el sufrimiento que me causo.

Fidelma se echo hacia atras, pensativa.

– Si la odiabais tanto, ?por que emprendisteis este peregrinaje?

– Sor Canair era quien iba a estar al mando. Pero sor Canair era mala persona.

– ?En que sentido? -Fidelma se sorprendio-. ?Tambien os tiranizaba?

– Oh, no -aseguro la joven moviendo la cabeza-. Sor Canair no me tomaba en cuenta. Yo para ella no existia. ?Cuanto los odiaba a todos! Como deseaba…

La chica empalidecio de pronto y miro a Fidelma con ansia.

– Yo no deseaba que sor Muirgel muriera de ese modo. Yo solo queria castigarla.

– ?Castigarla? ?A que os referis?

Sor Gorman parecia preocupada.

– Lo juro, no era mi intencion.

– ?Vuestra intencion? -pregunto Fidelma con el ceno fruncido-. ?A que os referis con que no era vuestra intencion? ?Intentais decirme que estais implicada en la desaparicion de Muirgel?

Con ojos muy abiertos, la muchacha miraba a Fidelma como si los pensamientos que habian acudido a su mente la horrorizaran.

– Le eche un mal de ojo. Ayer a medianoche me puse delante de la puerta de su camarote y la maldije.

Fidelma no sabia si debia reir o asombrarse ante la revelacion teatral de la joven.

– ?Decis que estabais delante de su camarote ayer a medianoche durante la tormenta…? ?Y que la maldijisteis? ?Eso habeis dicho?

Sor Gorman asintio moviendo la cabeza lentamente.

– Si, durante el temporal.

– ?Entrasteis en su camarote a verla?

– No. Me quede fuera y la maldije con palabras de los Salmos.

Y empezo a recitar en un tono gemebundo:

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