Dicho esto, el hermano Tola miro hacia arriba para recordar otro pasaje que recitar de memoria.

Oyeme, pues, hijo mio,

Y atiende a las palabras de mi boca.

No dejes ir tu corazon por sus caminos,

No yerres por sus sendas.

Porque a muchos ha hecho caer traspasados

Y son muchos los muertos por ella.

Su casa es el camino del sepulcro,

Que baja a las profundidades d e la muerte.

– Parece que el capitulo septimo de los Proverbios es de vuestro agrado -recalco Fidelma con ironia-. ?Lo citais a menudo?

– Hice lo posible para avisar al pobre hermano Guss -respondio Tola, sin hacer caso del tono de ella-. Bendita sea la mano de Dios que arrojo a la ramera al agua.

Fidelma no dijo nada durante unos instantes. Era evidente que el hermano Tola tenia estrictas convicciones religiosas, hasta el extremo de la intransigencia radical. Y ella conocia a hombres que habian llegado a matar por su intolerancia religiosa.

– ?Cuando supisteis que sor Muirgel habia caido al agua? -pregunto Fidelma.

– En el mismo momento en que todos los demas. Esta manana.

– ?Cuando fue la ultima vez que visteis a Muirgel?

– Al embarcar. Creo que se encontro mal desde el momento en que nos llevaron en bote al barco. No, me equivoco. Empezo a encontrarse mal al subir al barco. En ausencia de sor Canair, Muirgel asumio el mando y asigno los camarotes. Cada uno se fue al suyo, y casi todos permanecimos abajo hasta que zarpo el barco. No volvi a verla, y me dijeron que estaba mareada. Quiza fuera una advertencia del castigo de Dios que estaba por venir.

– ?Dormisteis durante la tormenta?

– ?Anoche? ?Como iba a dormir? No fue precisamente la mejor experiencia de mi vida. Aunque consegui echar un sueno algo despues. Por agotamiento, eso si.

– Supongo que el hermano Guss tampoco podria dormir.

– Supongo. Pero podeis preguntarselo a el mismo.

– ?Estabais despierto cuando salio del camarote?

El hermano Tola arrugo la frente y reflexiono sobre la pregunta. Al fin dijo:

– Pero ?salio del camarote en algun momento?

– Eso dice.

– En tal caso sera cierto. Ah… ahora lo recuerdo. Cierto, salio. Pero solo un momento.

– ?Y sabeis adonde fue?

– Me figuro que iria al excusado. ?En que lugar si no puede uno desaparecer por un momento en este barco?

Fidelma se lo quedo mirando unos instantes; estaba convencida de que el hermano Tola sabia muy bien que Guss habia salido a verse con sor Muirgel antes de la medianoche. ?Queria sencillamente proteger a Guss, o habia otro motivo por el cual queria encubrir al joven?

Fidelma suspiro para si, pues sabia que no iba a obtener nada mas del hermano Tola. Se puso de pie con cuidado.

– Quisiera aclarar un aspecto de la cuestion -solicito-. Es obvio que teneis una opinion rigurosa acerca de aquellas mujeres religiosas que se enamoran o que mantienen relaciones. Rameras y prostitutas, las llamais. No he oido que condeneis a ningun religioso que suela seducir a esas mismas jovencitas. ?No os parece que sosteneis un argumento viciado?

El hermano Tola no se dejo impresionar.

– ?Acaso no fue una mujer quien sucumbio primero a la tentacion al comer del arbol de la fruta prohibida y quien sedujo al hombre, y por lo que Dios nos expulso a todos del Jardin del Eden? Las mujeres son las culpables de todo nuestro sufrimiento. Recordad lo que Pablo escribio a los corintios: «Porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado a un solo marido para presentaros a Cristo como casta virgen. Pero temo que como el reptil engano a Eva con su astucia, tambien corrompa vuestros pensamientos, apartandolos de la sinceridad y de la santidad debidas a Cristo».

– Conozco el pasaje -replico Fidelma-. Pero dado que decis que «el reptil» engano a Eva con su astucia, parece que para vos era del sexo masculino. Bueno, os dejo meditar tranquilo, hermano Tola. Os agradezco el tiempo que habeis dedicado a responder a mis preguntas. Habeis sido de gran ayuda.

El hermano Tola entorno los ojos con suspicacia al oir la ultima frase. Algo le decia a Fidelma que lo ultimo que deseaba el hermano Tola era ser de ayuda en el enigma de la desaparicion de sor Muirgel.

Fidelma se dio la vuelta para alejarse cuando otro grito procedente del palo mayor la llevo a mirar al frente.

?La nave misteriosa ya se divisaba con absoluta claridad! Se habia enfrascado tanto en la conversacion con Tola, que no habia reparado en lo mucho que se habia aproximado.

El sol de la tarde le permitio entrever varios detalles: una vela cuadra baja con un dibujo que parecia un relampago; una hilera de remos que ascendian y descendian ritmicamente; y el resplandor del sol reflejado contra objetos en la banda de la embarcacion que estaba de cara a ella.

Se apresuro a volver junto a Murchad, que observaba el navio con gesto cenudo.

– Debo pediros que vos y el resto de los peregrinos vayais abajo -dijo el capitan en cuanto Fidelma estuvo cerca.

– ?Que sucede?

– Por el corte de las velas, es un barco sajon. ?Veis el dibujo del relampago sobre la mayor?

Fidelma asintio en silencio.

– Son paganos, sin duda -prosiguio Murchad-. Es el simbolo de su dios del trueno, Thunor.

– ?Tienen malas intenciones?

– Buenas, desde luego que no -respondio Murchad con preocupacion-. ?Veis la hilera de remos y el reflejo del sol en las armas? Supongo que pretenderan prender el barco, y aquellos a los que no maten, los venderan como esclavos.

De pronto Fidelma sintio sequedad en la boca.

Sabia que algunos reinos sajones seguian siendo paganos pese a los esfuerzos de los misioneros procedentes de los Cinco Reinos de Eireann y de Roma. Sobre todo los sajones del sur se aferraban a sus antiguas deidades y rechazaban incluso a los misioneros sajones de los reinos del este y el norte. Trago saliva para disipar la sensacion arenosa de su boca.

– Id abajo, senora -insistio Murchad-. Estareis mas segura alli si nos abordan.

– Me quedare aqui a mirar -respondio con firmeza, pues no podia imaginar peor situacion que estar a oscuras sin saber que estaba sucediendo.

Murchad se disponia a quejarse cuando comprendio, por su mandibula ligeramente saliente, la firmeza de su resolucion.

– Muy bien, pero manteneos donde no os puedan causar dano, y si ese barco se acerca, bajad sin que os lo tenga que ordenar otra vez. En el primer ataque la sed de sangre les ciega y tanto les

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