vio y dijo:

– Fuera.

La madre se volvio, y al verme empezo a gritar. Yo me incline sobre el.

– Despierta, Eleazar -ordene-. Despierta ahora mismo. -Apoye la palma de la mano en su frente y la fuerza salio. Mis ojos se cerraron y me senti mareado. Entonces le oi inspirar.

Su madre se puso a gritar como una loca, los oidos me zumbaban. Su hermana gritaba tambien; todas las mujeres gritaban.

Cai de espaldas al suelo, exhausto. El medico me observo con curiosidad.

Me sentia enfermo. La habitacion estaba mas oscura y habia entrado mas gente.

Eleazar volvio en si y, antes de que pudieran sujetarlo, se lanzo sobre mi dandome rodillazos y punetazos; me pego y atizo, me golpeo la cabeza contra el suelo y me pateo sin miramientos.

– ?Hijo de David! ?Hijo de David! -gritaba furioso, mofandose de mi-. ?Hijo de David! -Y me soltaba una patada en la cara o en las costillas, hasta que su padre logro agarrarlo por la cintura y lo levanto en volandas.

Me dolia todo el cuerpo y apenas me llegaba el aire.

– ?Hijo de David! -seguia gritando Eleazar.

Alguien me alzo en vilo y me saco de la casa. Yo todavia boqueaba de la paliza. Me parecio que la gente chillaba mas que antes, y alguien dijo que ya venia el maestro. Mi tio Cleofas le gritaba en griego a Jonatan, el padre de Eleazar, y Jonatan le respondia tambien a gritos, mientras Eleazar seguia increpandome: «?Hijo de David!»

Jose me llevaba en brazos, pero la muchedumbre no lo dejaba avanzar.

Cleofas empujo al padre de Eleazar, quien a su vez trato de darle un punetazo, pero otros hombres los contuvieron. A lo lejos, Eleazar seguia gritando.

Y entonces el maestro declaro:

– Este chico no esta muerto (callate, Eleazar). ?Quien ha dicho que estaba muerto? (Eleazar, ?deja de gritar de una vez!) ?A quien se le ha ocurrido que el nino estaba muerto?

– El le ha devuelto la vida -dijo uno del grupo.

Estabamos en nuestro patio, pues la multitud nos habia seguido y entrado detras de nosotros, los familiares de Eleazar gritandose entre si y el maestro pidiendo calma.

Tambien habian llegado mis tios Alfeo y Simon. Eran hermanos de Jose y acababan de despertarse. Trataban de contener a la gente con ademanes y gestos fieros.

Mis tias Salome, Esther y Maria estaban alli tambien, con todos los primos correteando por en medio como si fuera una fiesta, salvo Silas, Levi y Santiago, que estaban con los mayores.

Luego ya no vi nada mas.

Mi madre me llevo en brazos a la oscura habitacion principal. Tia Esther y tia Salome la rodeaban. La gente continuaba lanzando piedras contra la casa.

El maestro alzo la voz, en griego.

– ?Tienes sangre en la cara! -susurro mi madre entre sollozos-. Tu ojo sangra y tienes cortes en la cara. Mira como te han dejado. -Hablaba en arameo, que era nuestra lengua pese a que no la utilizabamos mucho.

– No me duele -dije, queriendo demostrar que no me importaba.

Mis primos aparecieron presas de la agitacion y me rodearon. Salome me sonrio como diciendo que ella ya sabia que podia devolverle la vida a Eleazar.

Yo le aprete la mano.

Pero alli estaba Santiago con su severa mirada.

El maestro entro de espaldas en la habitacion con las manos en alto.

Alguien aparto la cortina y la luz lo inundo todo. Irrumpieron Jose y sus hermanos. Y luego Cleofas. Tuvimos que movernos para hacer sitio a tanta gente.

– Estais hablando de Jose, Cleofas y Alfeo, ?que es eso de querer echarlos!

– Dijo el maestro a la multitud-. ?Llevan entre nosotros mas de siete anos!

La airada familia de Eleazar se asomo a la estancia. De hecho, el padre logro entrar.

– Siete anos, por eso mismo, ?que vuelvan todos a Galilea! -grito-. ?Siete anos es demasiado tiempo! ?Ese chico esta poseido por el demonio! ?Juro que mi hijo estaba muerto!

– ?Te lamentas de que ahora este vivo? ?Que es lo que te pasa! -le espeto Cleofas.

– ?Hablas como un loco! -agrego Alfeo.

Y asi siguieron durante largo rato, entre gritos y amenazas, mientras las mujeres asentian y se lanzaban miradas, y mas gente iba sumandose a la discusion.

– ?Ah, como es posible que digais estas cosas! -exclamo el maestro como si estuviera en la Casa de Estudio-.Jesus y Santiago son mis mejores alumnos. Y estos hombres son vecinos vuestros. ?Que ha pasado para que os pongais en su contra? ?Oid las barbaridades que decis!

– ?Si, tus alumnos, tus alumnos! -exclamo el padre de Eleazar-. Pero nosotros tenemos que vivir y trabajar. ?La vida es algo mas que ser alumno!

Mi madre se apreto contra la pared, ya que el gentio iba en aumento. Yo queria escapar de sus brazos, pero no podia. Ella tenia mucho miedo.

– Si, trabajar, eso es -dijo mi tio Cleofas-, y ?quien eres tu para decir que no podemos vivir aqui? Quereis echarnos, si, pero solo porque a nosotros nos confian mas trabajo, porque somos mejores y porque damos a la gente lo que la gente quiere…

De pronto Jose adelanto las manos y rugio:

– ?Silencio!

Y todos callaron. Todo aquel populacho enmudecio. Jose nunca habia alzado la voz.

– ?El Senor creo la verguenza para una discusion como esta! -dijo-. Deshonrais mi casa.

Nadie abrio la boca, todos los ojos pendientes de el. Incluso el propio Eleazar estaba alli y lo miraba. Tampoco el maestro hablo.

– Ahora Eleazar esta vivo -dijo Jose-. Y resulta que nosotros volvemos a Galilea.

Silencio.

– Partiremos para Tierra Santa tan pronto terminemos los trabajos que tenemos pendientes aqui. Os diremos adios, y si nos encargan algun nuevo trabajo mientras hacemos los preparativos, os lo pasaremos a vosotros.

El padre de Eleazar estiro el cuello, asintio con la cabeza y separo las manos. Tras encogerse de hombros, hizo una ligera reverencia y se volvio para marcharse. Sus hombres lo imitaron. Eleazar me lanzo una ultima mirada, y luego se marcharon todos.

La muchedumbre abandono nuestro patio, y mi tia Maria, la egipcia, que era la esposa de Cleofas, entro y corrio a medias la cortina.

Solo quedamos los de nuestra familia. Y el maestro, que no estaba nada contento. Miro cenudo a Jose.

Mi madre se enjugo los ojos y me miro a la cara, pero entonces el maestro se puso a hablar. Ella me abrazo y note que las manos le temblaban.

– ?Os marchais a casa? -dijo el maestro-. ?Y os llevais a mis alumnos? ?A mi buen Jesus? ?Y que esperais encontrar alli, si puede saberse? ?La tierra de la leche y la miel?

– ?Te burlas de nuestros antepasados? -repuso Cleofas.

– ?O te burlas del Altisimo? -dijo Alfeo, cuyo griego era tan bueno como el del maestro.

– No me burlo de nadie -dijo este, mirandome-, pero me desconcierta que decidais abandonar Egipto por una simple trifulca.

– Eso no tiene nada que ver -dijo Jose.

– Entonces, ?por que? Jesus esta progresando mucho aqui. Filo esta muy impresionado con sus avances, y Santiago es una maravilla, y…

– Si, y esto no es Israel, ?verdad? -repuso Cleofas-. No es nuestro hogar.

– Exacto, y tu les estas ensenando griego, ?las Sagradas Escrituras en griego! -dijo Alfeo-. Y nosotros en casa tenemos que ensenarles hebreo porque tu no sabes nada de hebreo, y eso que eres el maestro. Y la Casa de Estudio no es mas que eso, griego, y tu lo llamas la Tora, y Filo, si, el gran Filo, nos encarga trabajo, lo mismo que sus amigos, y todo eso esta muy bien y estamos muy agradecidos, si, pero el tambien habla griego y lee las Escrituras en griego, y le maravilla lo que estos chicos llegan a saber de griego…

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