– Recordaran la estrella -dijo-, los pastores que bajaron de las colinas. Se acordaran de los hombres de Oriente. Pero sobre todo, se acordaran de la noche en que…

– No lo digas, por favor. -Mi madre se tapo los oidos con las manos-. Por favor, no digas esas palabras.

– Pero es que debemos llevarlo a Nazaret. Es la unica alternativa. Ademas…

– ?Que estrella? ?Que hombres de Oriente? -intervine, sin poder contenerme-. ?Que ocurrio?

Cleofas volvio a reir por lo bajo. Mi madre me miro, sorprendida. No sabia que yo estaba alli.

– No te preocupes por eso -dijo.

– Pero ?que ocurrio en Belen?

Jose me miro.

– Nuestra casa esta en Nazaret -me dijo mi madre con tono mas firme, el tono con que se habla a un nino-. En Nazaret tienes muchisimos primos. Nuestros parientes Sara y el viejo Justus nos estaran esperando. Volvemos a casa. -Se puso de pie y me indico que la siguiese.

– Si -dijo Jose-. Partiremos lo antes posible. Tardaremos unos dias, pero llegaremos a Jerusalen a tiempo para la Pascua y luego iremos a casa.

Mi madre me tomo de la mano para llevarme dentro.

– Pero ?quienes eran esos hombres de Oriente, mama? -pregunte-. ?No puedes decirmelo?

Mi tio no dejaba de soltar risitas socarronas.

Pese a la oscuridad, capte la extrana expresion de Jose.

– Algun dia te lo contare todo -dijo mi madre. Ahora no lloraba. Volvia a mostrarse fuerte por mi, ya no era la nina que era con Jose-. Por ahora no debes preguntarme esas cosas. Te lo contare cuando llegue el momento.

– Haz caso a tu madre -dijo Jose-. No quiero que hagas mas preguntas, ?entendido?

Eran amables, pero sus palabras sonaron directas y perentorias. Todo aquello me resultaba muy extrano.

Si no hubiese intervenido en su conversacion quiza me habria enterado de mas cosas. Intuia que se trataba de algo muy secreto. ?Como no iba a serlo? Y en cuanto a que yo los hubiera oido, seguramente lo lamentaban.

No queria dormirme. Estaba tumbado sobre mi manta, pero el sueno no venia ni yo lo deseaba. Nunca queria dormir. Pero ahora mi mente era un torbellino, entre la perspectiva de volver a casa, meditar sobre los extranos sucesos de ese dia y, encima, esas cosas tan extranas que les habia oido hablar. ?Que habia pasado hoy? Lo ocurrido con Eleazar y el recuerdo de los gorriones, aun siendo muy vago, estaban en mi mente como formas brillantes que no lograba traducir en palabras. Nunca habia sentido nada parecido a cuando note que la fuerza salia de mi justo antes de que Eleazar cayera muerto, ni despues, un instante antes de que se levantara de la estera y me agrediese. Hijo de David, hijo de David, hijo de David…

Todos fueron entrando en la casa para dormir. Las mujeres se acomodaron en su rincon y Justus, el hijo pequeno de Simon, se acurruco pegado a mi. La pequena Salome canturreaba con voz queda a la recien nacida Esther, que, milagrosamente, estaba callada.

Cleofas tosia, mascullaba para si y volvia a dormirse.

Una mano toco la mia. Abri los ojos. Era Santiago, mi hermano mayor.

– Pero que has hecho -susurro.

– ?Yo?

– Matar a Eleazar y luego resucitarlo.

– Si. ?Y que?

– No vuelvas a hacerlo nunca mas -dijo.

– Ya lo se.

– Nazaret es un pueblo muy pequeno y las habladurias podrian perjudicarnos.

– Lo se -dije.

Santiago dio media vuelta.

Me puse de costado, apoyando la cabeza en un brazo, y cerre los ojos.

Acaricie el pelo de Justus. Sin despertarse, se arrimo mas a mi. ?Que sabia yo?

– Jerusalen, en cuyo Templo mora el Senor -musite. Nadie me oyo.

Filo me habia dicho que era el mayor templo del mundo. Visualice los gorriones que habia hecho con arcilla. Los vi cobrar vida, batir las alas, y oi la exclamacion de mi madre y el grito de Jose: «?No!», y luego como los pajaros se perdian de vista como puntitos en el cielo.

– Jerusalen…

Volvi a ver a Eleazar levantandose de la estera.

El dia que me recibio en su casa, Filo habia dicho que el Templo era tan bello que la gente acudia a verlo por millares. Paganos y judios de todas las ciudades del Imperio, hombres y mujeres iban alli a ofrecer sacrificios al Senor de Todos.

Mis ojos se abrieron de golpe. Todos dormian. ?Que significaba todo aquello? ?De donde me venia aquella fuerza? ?Estaba todavia ahi? Jose no me habia dicho una sola palabra al respecto. Mi madre tampoco me habia preguntado que habia ocurrido con Eleazar. ?Llegamos a hablar alguna vez de los gorriones? No. Nadie queria hablar de estos asuntos.

Y yo tampoco podia preguntar a nadie. Hablar de semejantes cosas fuera de la familia era imposible. Como tambien lo era que me quedara en la gran ciudad de Alejandria y estudiara con Filo en su casa de suelos de marmol.

A partir de ahora tendria que andar con mucho ojo, pues incluso en las cosas mas nimias yo podia hacer mal uso de lo que habia dentro de mi, esa fuerza capaz de causarle la muerte a Eleazar y devolverle luego la vida.

Oh, por supuesto habia sido muy divertido ver sonreir a todos ante la rapidez con que yo aprendia: Filo, el maestro, los otros ninos. Y yo me sabia muchas cosas del libro sagrado, en griego y en hebreo, gracias a Jose, tio Cleofas y tio Alfeo, pero esto era diferente.

Ahora sabia algo que escapaba a mi capacidad de definir con palabras.

Me entraron ganas de despertar a Jose, de pedirle que me ayudara a comprender. Pero el me diria que no hiciera mas preguntas sobre esto ni sobre lo otro, lo que les habia oido hablar. Porque esta fuerza que albergaba en mi interior se encontraba de algun modo ligada a lo que ellos hablaban en el patio, y a aquellas extranas palabras del maestro que habian provocado un silencio general. Seguro que ambas cosas estaban relacionadas.

Eso me entristecio tanto que me dieron ganas de llorar. Era culpa mia que tuvieramos que irnos de alli. Era culpa mia, y, aunque todos parecian contentos, yo me sentia triste y culpable.

Tendria que guardarme todas estas reflexiones, pero estaba decidido a averiguar que habia pasado en Belen. Lo averiguaria como fuese, aun cuando tuviera que desobedecer a Jose.

Pero por ahora, ?cual era el mayor secreto en todo esto? ?Cual el meollo?

«No debo hacer mal uso de quien soy.» Senti un escalofrio y me quede inmovil.

Me senti muy pequeno y me envolvi en la manta. El sueno me sobrevino como si un angel me hubiera rozado.

Mejor dormir, ya que todos dormian. Mejor dejarse llevar, ya que todos lo hacian. Mejor confiar, ya que ellos confiaban… El sueno me vencia y no pude seguir pensando.

Cleofas tosia otra vez. Iba a enfermar como le sucedia a menudo. Y supe que esa iba a ser una noche de sufrimiento. Oi los estertores que le brotaban del pecho.

3

A los pocos dias llego al puerto la noticia de la muerte de Herodes. Galileos y judios no hablaban de otra cosa. ?Como lo habia sabido Jose? El maestro se presento de nuevo, exigiendo una respuesta, pero Jose no revelo nada.

Nos costo mucho terminar las tareas que nos habian encomendado, acabando puertas, bancos y dinteles, y

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