tan pronto como me repuse corri a reunirme con ella. ?Crees que se me ocurrio que alguien podia acusar a mi madre y a mi padre de hacerme dano?

La otra muchacha estaba ahora a la defensiva.

– Pensabamos que habias muerto, tienes que creerme -dijo.

Pero antes de que continuara, Rosa le pregunto:

– ?Como has podido dudar de la bondad de mi madre y de mi padre? Tu que has estado en nuestra casa, ?como has podido creerles capaces de hacerme dano?

Lady Margaret y la joven inclinaban ahora sus cabezas y murmuraban que hicieron solo lo que creyeron correcto, y no podia culparseles por eso.

Hasta ahi todo habia ido bien. Pero fray Antonio intervino entonces con una voz lo bastante fuerte para despertar los ecos de los muros.

– Ha sido una representacion notable -dijo-, pero como sabemos muy bien, Fluria, hija de Eli, aqui presente, tenia gemelas, y las gemelas no han venido juntas hoy para librarla de sospechas. ?Como sabemos que tu eres Lea, y no Rosa?

De todas partes surgieron voces para insistir en el mismo punto.

Rosa no vacilo.

– Padre -dijo al sacerdote-, ?vendria mi hermana, una cristiana bautizada, a defender aqui a mis padres si ellos hubieran matado a su gemela? Teneis que creerme. Soy Lea. Y lo unico que deseo es volver a Paris junto a mi hermana y mi tutor el conde Nigel.

– Pero ?como lo sabemos nosotros? -pregunto el obispo-. ?No eran identicas las gemelas?

Hizo una sena a Rosa de que se acercara mas.

En la sala resonaban voces furiosas que discutian entre ellas.

Pero nada me alarmo tanto como la manera en que se adelanto lady Margaret a mirar fijamente a Rosa con ojos como rendijas.

Rosa repitio al obispo que juraria sobre la Biblia que ella era Lea. Y ahora deseaba que su hermana hubiese venido, pero no penso que sus amigos de aqui no iban a creerla.

Lady Margaret grito de pronto:

– ?No! No es la misma nina. Es su doble, pero su corazon y su espiritu son distintos.

Pense que se iba a formar un tumulto. Por todas partes sonaban gritos furibundos. El obispo pidio silencio varias veces.

– Traed la Biblia a esta nina para que jure -dijo el obispo-, y traed el libro sagrado de los judios a la madre para que jure que es su hija Lea.

Rosa y su madre intercambiaron miradas asustadas, y de pronto Rosa empezo a llorar de nuevo y corrio a los brazos de su madre. En cuanto a Fluria, parecia agotada por su encierro, debil e incapaz de decir o de hacer nada.

Trajeron los libros, aunque no sabria decir cual era ese «libro sagrado de los judios».

Y Meir y Fluria murmuraron las mentiras que les fueron exigidas.

Por su parte, Rosa tomo el grueso volumen de la Biblia encuadernado en piel y puso de inmediato la mano sobre el.

– Juro ante vos -dijo, con una voz rota y trastornada por la emocion-, por todo lo que creo como cristiana, que soy Lea hija de Fluria y pupila del conde Nigel, y que he venido aqui para limpiar el nombre de mi madre. Y que mi unico deseo es que se me permita marchar de este lugar sabiendo que mis padres judios estan a salvo y que no van a recibir ningun castigo por mi conversion.

– No -grito lady Margaret-, Lea nunca hablo con esa facilidad, nunca en su vida. Era una muda, comparada con esta. Os digo que esta nina nos esta enganando. Es complice del asesinato de su hermana.

Al oir aquello, el conde perdio la sangre fria y grito, en voz mas fuerte que nadie de los presentes a excepcion del obispo:

– ?Como os atreveis a contradecir mi palabra? -Dirigio una mirada furiosa al obispo-. Y vos, ?como osais desafiarme cuando os digo que yo soy el tutor cristiano de las dos ninas, que estan siendo educadas por mi hermano?

Godwin se adelanto entonces.

– Mi senor obispo, os lo ruego, no dejeis que este asunto vaya mas alla. Devolved a estos buenos judios a sus casas. ?No podeis imaginar el dolor de estos padres privados de unas hijas que han abrazado la fe cristiana? Me honro en ser su maestro, y amo a las dos con un autentico amor cristiano, pero no puedo sentir sino compasion por los padres a los que han dejado atras.

Durante un instante se produjo el silencio, salvo por los murmullos febriles de la multitud, que parecian serpentear, ahora aqui, ahora alla, entre los reunidos como si se disputara un juego a base de susurros.

Todo parecia depender ahora de lady Margaret, y de lo que podia decir.

Pero cuando se disponia a protestar, y senalaba con el dedo a Rosa, el anciano Eli, el padre de Fluria, se adelanto y grito:

– Pido ser escuchado.

Crei que Godwin iba a derrumbarse por la aprension. Y Fluria se refugio en el pecho de Meir.

Pero el anciano consiguio que todos callaran. Se puso entonces en pie con la ayuda de Rosa, hasta situarse sin verla frente a lady Margaret, con Rosa entre ambos.

– Lady Margaret, vos que os deciais amiga de mi hija Fluria y de su buen marido Meir, ?como os atreveis a enfrentaros con los conocimientos y la razon de un abuelo? Esta es mi nieta, y la conoceria por muchas replicas suyas que corrieran por el mundo. ?Quiero abrazar a una nina apostata? No, nunca, pero es Lea y la conoceria por mas que mil Rosas se presentaran en esta sala a sostener lo contrario. Conozco su voz. La conozco como posiblemente no puede conocerla ningun vidente. ?Vais a contradecir a mis cabellos grises, a mi cognicion, a mi honestidad, a mi honor?

Tendio los brazos a Rosa, que se precipito en ellos. Apreto a Rosa contra su hombro.

– Lea, mi Lea -murmuro.

– Yo solo queria… -empezo lady Margaret.

– Silencio, digo -la interrumpio Eli con una voz inmensa y profunda, como si quisiera que todos los que abarrotaban la gran sala lo oyeran-. Esta es Lea. Yo, que he dirigido las sinagogas de los judios toda mi vida, lo atestiguo. Yo lo atestiguo. Si, esas ninas son apostatas y deben ser expulsadas de la comunidad de sus hermanos judios y eso supone un trance amargo para mi, pero todavia mas amarga es la obstinacion de una mujer cristiana que ha sido la verdadera causa de la defeccion de esta nina. ?De no haber sido por vos, nunca habria abandonado a sus piadosos padres!

– Solo hice lo que…

– Desgarrasteis el corazon de una familia y de un hogar -declaro el-. ?Y ahora la negais, cuando ha recorrido un camino tan largo para salvar a su madre? No teneis corazon, senora. Y vuestra hija, ?que papel representa en todo esto? Os desafio a probar que no es la nina que conoceis. ?Os desafio a ofrecer la sombra siquiera de una prueba de que esta nina no es Lea, hija de Fluria!

La multitud rugio de entusiasmo. A nuestro alrededor la gente murmuraba: «El viejo judio tiene razon», y «si ?como van a probarlo?», y «la conoce por la voz», y cientos de otras variaciones sobre el mismo tema.

Lady Margaret rompio en un llanto ruidoso, aunque parecia silencioso al lado de la forma de llorar de Rosa.

– ?No he querido hacer dano a nadie! -gimio de pronto lady Margaret. Extendio sus brazos hacia el obispo-. Sinceramente crei que la nina estaba muerta, y crei tambien que la culpa habia sido mia.

Rosa se volvio a ella.

– Senora, consolaos, os lo ruego -dijo con una voz vacilante y timida.

La multitud se apaciguo al oirla. Y el obispo reclamo silencio con voz furiosa cuando los clerigos empezaron a discutir entre ellos y fray Antonio siguio dando muestras de incredulidad.

– Lady Margaret -siguio diciendo Rosa, y su voz era fragil y dulce-, de no haber sido por vuestra amabilidad conmigo, nunca habria ido a reunirme con mi hermana en su nueva fe. Lo que no podiais saber es que las cartas que me escribia fueron el suelo en el que germino la idea de acompanaros aquella noche a la misa de Navidad, pero vos me afirmasteis en mi conviccion. Perdonadme, perdonadme de todo corazon por no haberos escrito y expresado mi gratitud. Ha sido el amor que siento por mi madre… Oh, ?no lo comprendeis? Os lo ruego.

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