Lady Margaret no pudo resistir mas. Abrazo a Rosa y una y otra vez repitio cuanto sentia haber sido la causa de tanto dolor.

– Senor obispo -dijo Eli, volviendo sus ojos ciegos al tribunal-. ?No vais a dejarnos regresar a nuestras casas? Fluria y Meir se marcharan de la juderia despues de estos disturbios, como estoy seguro de que comprendereis, pero aqui nadie ha cometido un crimen de ninguna clase. Y trataremos de la apostasia de estas ninas a su debido tiempo, puesto que todavia no son mas que… ninas.

Lady Margaret y Rosa estaban ahora fundidas en un estrecho abrazo, y sollozaban, y se susurraban, y la pequena Eleanor las rodeaba tambien con sus brazos.

Fluria y Meir permanecian mudos, como tambien Isaac, el fisico, y los demas judios, sus familiares tal vez, que habian estado encerrados en la torre.

El obispo se recosto en su sitial y mostro las palmas de las manos en un gesto de frustracion.

– Muy bien, pues. Reconoceis que esta muchacha es Lea.

Lady Margaret asintio con vigor.

– Dime tan solo -dijo a Rosa- que me perdonas, que me perdonas por todo el dolor que he causado a tu madre.

– De todo corazon -dijo Rosa, y dijo muchas cosas mas, pero toda la sala estaba en efervescencia.

El obispo declaro concluido el proceso. Los dominicos miraban con dureza a todas las personas concernidas. El conde dio de inmediato a sus hombres la orden de montar, y sin esperar una palabra mas de nadie se dirigio a Meir y a Fluria y les invito a seguirlo.

Yo me quede quieto como un tonto, observandolo todo. Vi que los dominicos se apartaban a un lado, mirando a todos con desaprobacion.

Pero Meir y Fluria salieron de la sala, acompanados por el anciano, y detras salio Rosa abrazada a lady Margaret y a la pequena Eleanor, llorosas las tres.

Mire a traves de la arcada y vi que toda la familia, incluido el Magister Eli, subia al carro, y Rosa daba un ultimo abrazo a lady Margaret.

Los demas judios siguieron su camino colina abajo. Los soldados montaron en sus caballos.

Fue como despertar de un sueno, cuando note que Godwin me agarraba del brazo.

– Ven ahora, antes de que las cosas cambien.

Yo sacudi la cabeza.

– Vete -dije-. Yo me quedo aqui. Si hay mas disturbios, mi puesto esta aqui.

Quiso protestar, pero le recorde lo urgente que era que subiera al carro y se fueran todos.

El obispo se levanto de la mesa, y el y los canonigos de la catedral vestidos de blanco desaparecieron en una de las antesalas.

El gentio estaba dividido e impotente, mientras veia el carro descender la colina escoltado a ambos lados por los soldados del conde. El conde en persona cabalgaba detras del carro con la espalda erguida y el codo izquierdo doblado como si la mano estuviera colocada en la vaina de su espada.

Di media vuelta y sali al patio.

Los rezagados me miraron, y miraron a los dominicos que venian detras de mi.

Empece a caminar mas y mas aprisa colina abajo. Vi el grupo de los judios delante de mi, ya a salvo, y el carro que empezaba a aumentar la velocidad. Pronto los caballos se pusieron al trote y toda la escolta acelero el paso. En pocos minutos estarian lejos de la ciudad.

Tambien yo empece a caminar mas deprisa. Vi la catedral y algun instinto me impulso a dirigirme a ella. Pero escuche pasos de hombres a mi espalda.

– ?Adonde piensas dirigirte ahora, hermano Tobias? -pregunto fray Antonio con voz irritada.

Segui caminando hasta que su mano dura se planto en mi hombro.

– A la catedral, a dar las gracias. ?Adonde, si no?

Segui caminando tan aprisa como pude, sin correr. Pero de pronto tuve a los frailes dominicos rodeandome, y a un grupo numeroso de los jovenes mas brutos de la ciudad respaldandolos y mirandome con curiosidad y sospecha.

– ?Crees que podras acogerte a sagrado, alli? -pregunto fray Antonio-. Yo creo que no.

Estabamos ya al pie de la colina. Me hizo darme la vuelta de un empujon y apunto a mi cara con el dedo.

– ?Quien eres tu exactamente, hermano Tobias? Tu, que has venido aqui a desafiarnos, tu que has traido de Paris a una nina que puede no ser quien asegura ser.

– Ya has oido la decision del obispo -dije.

– Si, y sera respetada, y todo estara bien, pero ?quien eres tu y de donde vienes?

Volvi la vista a la gran fachada de la catedral y tome por una calle que llevaba hacia ella.

De pronto me agarro, pero con un tiron me solte.

– Nadie ha oido hablar de ti -dijo uno de los hermanos-, nadie de nuestra casa de Paris, nadie de nuestra casa de Roma, nadie de nuestra casa de Londres, y despues de escribir a todas partes entre este lugar y Londres y Roma, hemos llegado a la conclusion de que no eres uno de los nuestros. Ninguno de los nuestros -insistio fray Antonio- sabe nada de ti, el estudiante viajero.

Yo segui caminando, y al escuchar el estruendo de sus pasos a mi espalda pense: «Los estoy alejando de Fluria y de Meir, tan cierto como si fuera el flautista de Hamelin.»

Por fin llegue a la plaza de la catedral, pero entonces dos de los monjes me agarraron.

– No entraras en esa iglesia sin habernos contestado antes. Tu no eres uno de nosotros. ?Quien te ha enviado a simular que lo eras? ?Quien te envio a Paris a traer a esa nina que dice ser su propia hermana?

Vi que me rodeaban esos jovenes brutos y, de nuevo, a mujeres y ninos entre el gentio, y empezaron a aparecer antorchas ante la oscuridad creciente de aquel atardecer invernal.

Me debati para liberarme, y no consegui sino que mas personas me sujetaran. Alguien rajo la bolsa de piel que llevaba al hombro.

– Veamos que cartas de presentacion llevas -dijo uno de los monjes, y al vaciar la bolsa solo cayeron de ellas monedas de plata y de oro que rodaron en todas direcciones.

La multitud rugio.

– ?No contestas? -pregunto fray Antonio-. ?Admites que no eres mas que un impostor? ?Nos hemos equivocado de impostor por esta vez? ?Es de eso de lo que nos enteramos ahora? ?Tu no eres un fraile dominico!

Le dirigi una patada furiosa y lo empuje atras, y me volvi hacia las puertas de la catedral. Quise correr hacia alli, pero enseguida uno de los jovenes me atenazo y me empujo contra la pared de piedra de la iglesia, con tanta fuerza que lo vi todo negro por un instante.

Oh, si esa oscuridad hubiera sido para siempre. Pero no podia desear una cosa asi. Abri los ojos y vi que los frailes intentaban contener la furia de la multitud. Fray Antonio grito que yo era «asunto suyo» y que el lo arreglaria. Pero el gentio no atendia a razones.

La gente tironeaba de mi manto, que al fin se rasgo. Alguien me dio un tiron del brazo derecho y senti un dolor intenso que lo recorria desde el hombro. De nuevo me vi estampado contra el muro.

Veia a la gente entre parpadeos, como si la luz de mi conciencia se encendiera y se apagara, una vez y otra, y poco a poco se materializo una escena horrible.

Todos los clerigos habian sido empujados atras. Ahora solo me rodeaban los jovenes brutos de la ciudad y las mujeres mas rudas.

– ?No eres un cura, no eres un fraile, no eres un hermano, impostor! -gritaban.

Mientras me golpeaban, me pateaban y me arrancaban la ropa, me parecio que mas alla de aquella masa movediza yo veia otras caras. Caras conocidas para mi. Las caras de los hombres a los que habia asesinado.

Muy cerca de mi, envuelto en silencio como si no formara parte en absoluto de aquel tumulto, invisible para los rufianes que desahogaban su rabia conmigo, estaba el ultimo hombre a quien mate, en la Posada de la Mision, y a su lado la joven muchacha rubia que mate muchos anos atras en el burdel de Alonso. Todos me miraban, y en sus rostros no vi ningun juicio, ningun regocijo, sino unicamente consternacion y una leve tristeza.

Alguien se habia apoderado de mi cabeza. Golpeaban mi cabeza contra las piedras, y senti que la sangre me corria por el cuello y la espalda. Por un momento, no vi nada.

Pense de una forma extranamente desinteresada en mi pregunta a Malaquias, que el dejo sin respuesta: «?Podria morir en esta epoca? ?Es eso posible?» Pero ahora no lo llame.

Вы читаете La Hora Del Angel
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×