contar a toda velocidad, y nunca logro llegar a mas de cinco. Los rayos caian casi sobre nuestras cabezas.

– Al principio me dio un miedo espantoso, con decirte que hasta lo extrane a Jacques, no habia nadie en la casa, hasta con los chicos me hubiera sentido mas segura.

– Alla se oian las olas romper casi dentro de la casa.

– Como en La Barra, en La Barra.

Y yo me dejo bogar mas alla de la historia de Susi para sumergirme silenciosamente en la mia, acompanada por esa inquietante musica de fondo, la tormenta del aqui y el ahora.

En la tormenta del alla y el entonces el acerco su mecedora a la mia y me susurro No te preocupes, aunque el mar entre a la casa, yo soy un excelente navegante pero ademas y sobre todo estamos a salvo: aca tengo el protector de tempestades, me lo hizo un viejo santero cubano, ya muerto hace tiempo, y me lo hizo especialmente para mi, porque me encantaba navegar en medio de las tormentas, y por eso me puso, ?ves tu?, este caracol tan particular, y este cuerno de coral negro tallado por el con la figura mitica de mi Orixa, y lo ato todo con alambre de cobre en determinadas vueltas sabias y precisas como metafora del pararrayos.

Como si hubiera sido ayer lo recuerdo. Las palabras de el, y el amuleto que quede mirando largo rato mientras el me hablaba. Lo miraba hasta con devocion, o respeto. El me tomo la mano y con su mano apoyada sobre la mia me lo hizo tocar, y yo senti el calor de su pecho y hasta algun latido. En eso se corto la luz.

– ?Si o no? -esta preguntando Susi, impaciente.

– Si, si. ?Si que?

– ?Queres mas vino? Ahi viene el mozo, no me estas escuchando.

El mozo acepto traer mas vino pero dijo que iban a cerrar casi enseguida, que los de la otra mesa ya se habian retirado, que convenia que nos fuesemos nosotras tambien si no no ibamos a poder volver a casa. Dejenos un ratito mas le pedi hasta que termine de contarme lo que me esta contando. Miren que tormentas como esta solo creen en finales tragicos, amenazo el mozo y se alejo para buscar el vinito mientras un rayo mas tajeaba el cielo, iluminando el mar.

Cuando se corto la luz nos soltamos las manos como con susto, con miedo supersticioso, casi. Claribel y Bud no dijeron palabra. Todos callados, a ver si volvia la luz para disolver esa puta negrura que hacia mas atroz los fulminantes destellos ahi, tan cerca. Quedamos paralizados, los cuatro, mudos ante el espantoso rugido de bestias de esos sapos. No teniamos ni un encendedor, ni fosforos. Al rato Bud logro llegar hasta el telefono, que estaba muerto como era de suponer, y a medida que pasaba el tiempo se nos esfumaba la esperanza de que el guardia volviera con su sonrisa y su metralleta. Podria traernos una lampara de querosen, una linterna, velas, lo que fuera para aclarar un poco esa noche llena de tormenta y alimanas. Mi romance se me estaba diluyendo con esa lluvia feroz, no iba a ser yo la primera en decir que me iba a la cama, porque le tenia miedo a esa cama sin sacudir. Y si no era la primera, ?como iba el a poder seguirme?

– Que angustia -me sale en voz alta, sin querer-. Que angustia en esta tormenta de hoy, y quiza tambien en aquella tan cargada.

– ?Te parece? -pregunta Susi-. No, no era para tanto. Era inquietante pero me hacia bien, aquella tormenta, no se como explicartelo pero me sentia bien. Despues de dormitar un poco me desperte refrescada, interiormente en paz.

Susi intenta explicarme lo de la paz, yo vuelvo al lado de el. Claribel esta diciendo que se habia fijado y nuestra casa no tenia pararrayos, y Bud, tratando de calmarnos, agrega: pero si antena de television, que esta desconectada, completa el dueno del protector de tempestades quiza para hacerme sentir segura tan solo a su lado.

– Me sentia tan a gusto que me quede ahi, no mas, absorta en la tormenta, tratando de ver cada uno de los rayos que caian sobre el mar, sin ganas de subir a mi dormitorio y meterme en la cama. Era como una meditacion, como estar dentro de esa naturaleza desencadenada, estar dentro de la tormenta y sentir tanta calma, era estupendo. Ni ganas de ir al bano me daban.

– En eso el se levanto para ir al bano -intercalo yo sin pretender que Susi me preste ni la menor atencion, mas bien como pie para seguir reviviendo mi callada historia. Susi habla y yo me siento como una serpiente de mar asomando arqueados lomos de palabras para despues hundirme de nuevo en la memoria. No por eso dejo de escucharla, al mismo tiempo enhebrando mi recuerdo como si las palabras de la superficie y las de la profundidad tuvieran una misma resonancia.

El se metio en el bano, es cierto. Lo oimos en medio de la negrura tropezar contra algun mueble y al proximo destello, cuando de nuevo temblo toda la casa, ya no estaba a mi lado y pude ver como se terminaba de cerrar la puerta. Despues, en la oscuridad y el silencio, oimos el cerrojo. Retumbaba la tormenta y no nos sentiamos para nada tranquilos. Y el alli, en el bano, encerrado por horas, por milenios en medio de esa tormenta que tenia algo de desencadenamiento geologico. Estabamos como a la deriva en alta mar y el que era nuestro navegante nos habia dejado para buscar refugio.

– Ahora si tengo que ir al bano -dice Susi, y se levanta decidida al tiempo que el mozo viene de nuevo a la carga. Vamos a cerrar, insiste mientras las olas golpean contra la pared de la terraza y los vidrios del parador se sacuden con el viento. No nos van a dejar asi tiradas en medio del temporal, le pedimos, al menos esperen que amaine un poco, no tenemos ninguna proteccion, protestamos, pero las dos pensamos en lo mismo.

Y el seguia metido en el bano, encerrado, resguardado, y nosotros tres esperandolo, esperandolo y esperandolo -yo- mientras el mundo se desmoronaba y los sapos rugian con un rugir nada de sapo, mas bien apocaliptico. ?No le pasara algo?, pregunte con tono inquieto, pero era un reclamo. Estara descompuesto, estara asustado, en fin, vos entendes lo que quiero decir, dijo la voz sensata de Bud desde la negrura. Y nos quedamos alli callados por los siglos de los siglos y uno de los tres sembro la alarma porque alla, al fondo de la densidad negra, bogaba una lucecita, hacia arriba y hacia abajo, la lucecita de un mastil, apareciendo y desapareciendo a ritmo de las grandes olas, con respiracion jadeante.

– Esta tormenta es brava, casi tan feroz como… -esta diciendo Susi al retomar su sitio, y yo con la lucecita a lo lejos que parecia estar acercandose y el encerrado en el bano y todos nosotros, los cuatro, encerrados en esa casa en medio de la mas arrolladora de las tempestades viendo quiza como se acercaba un barco de los contrarrevolucionarios que naturalmente desembarcarian en nuestra playa. Casa de protocolo del gobierno sandinista: trampa mortal. Y la lucecita subia y despues se borraba, y volvia a aflorar y parecia mas cerca. El no sonaba con salir del bano ni enterarse de la nueva amenaza. Yo me harte de tanta especulacion, de tanta espera dividida entre el deseo y el miedo. Igual que la lucecita del mastil subia el deseo y yo esperaba que el emergiera de la profundidad del bano, dispuesta a decir algo o a hacer algun ademan en el instante mismisimo de un rayo; igual que la lucecita desaparecia el deseo y me hundia yo en la tiniebla del miedo. Ganaron por fin el termino medio, la sensatez, el agotamiento, el aburrimiento, la impaciencia, quiza. Dije Buenas noches, me voy a dormir, y a tientas encontre mi dormitorio olvidandome de tanta especulacion y de tanta espera, borrando hasta las necesidades mas primarias y las ganas de lavarme los dientes. Trate de sacudir las sabanas y de no pensar mas en alimanas. No pensar mas en el amor o en el miedo a los contras. Asi me quede dormida en esa cargada noche.

– …y esa luz que avanzaba entre las olas parecia estar llegando, ya se la veia muy cerca, y el mar estaba casi en mi ventana y no me dieron tiempo de asustarme de veras porque de golpe oi que me llamaban. Susi, Susi, oi, y pense que era el viento o mi imaginacion. Pero no. Susi, gritaban, y en eso aparecieron dos figuras arrastrando un bote inflable con motor fuera de borda, un dingui, sabes, con un palo alto y una lucecita arriba. Yo estaba tras la ventana iluminada y uno de ellos se acerco. Ahi lo reconoci a Gonzalo Echegaray, ?te acordas de el? Lalalo, alguna vez lo habras visto en casa. Venia con otro tipo y estaban hechos una calamidad. Corri a abrirles y Gonzalo me dijo que el otro lo habia salvado, que estaba a la deriva con el velero totalmente escorado y las velas todas enredadas por el viento feroz y su falta de cancha cuando aparecio el otro en el dingui y lo rescato. El otro no tenia pinta de gran salvador, por suerte. Era un dulce, un tipo parco, callado como a mi me gustan. Gonzalo dijo que se habia tirado a La Barra sabiendo que yo estaria alli, y que se hubieran ido al demonio de no ver la luz de mi ventana que podia haber sido cualquier ventana pero que. Por suerte era la mia, el salvador era un pimpollo y apenas sonreia mientras Gonzalo contaba las peripecias y despues, cuando Gonzalo se fue a dormir mas muerto que vivo, me mostro su amuleto. Dijo que en realidad los habia salvado el amuleto, que era el verdadero y unico protector de tormentas, se lo habia hecho especialmente para el un viejo cubano, que se yo.

Insensible, el mozo interrumpe, vuelve al ataque: que no se van a seguir arriesgando por nosotras, que por favor saldemos la cuenta y ya van a cerrar, que por ahi se vuela el parador y todo y mas vale no estar cerca.

Mientras esperamos el vuelto Susi insiste en completar su prolija narracion de los hechos:

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