– Gonzalo se quedo como una semana en casa, para reponerse, pero el otro no, solo esa noche y sin embargo, ?que nochecita, dona! Memorable, una noche absolutamente torrida y deliciosa me hizo pasar el otro en medio de la tormenta.
– ?Deliciosa como los mejillones?
– Como las almejas. No, mas, muchisimo mas. Fue la gloria. Lastima que cuando desperte, tarde como te imaginaras, el ya no estaba. Se habia ido en su dingui y nunca mas supimos nada de el. Pero me dejo sobre la almohada su protector de tempestades que ahora nos va a dar una buena mano para salir de esta.
Buena mano un carajo, quiero acotar mientras nos disponemos a enfrentar los elementos. Pero con pasmosa templanza me sale lo otro:
– Mira vos, che. Y pensar que al dia siguiente a mi me dijo que se habia quedado en el bano meditando, y que habia tirado el amuleto al mar desde la ventana, para aplacar la tormenta…
Liliana Heer
Angeles de vidrio
LILIANA HEER nacio en Esperanza, provincia de Santa Fe. Es escritora y psicoanalista, autora de guiones para cortometrajes. Publico los siguientes libros: Bloyd (premio Boris Vian 1984), La tercera mitad, Giacomo-El texto secreto de Joyce (en coautoria con J. C. Martini Real), Frescos de amor, Verano Rojo, Angeles de vidrio, Repetir la caceria y Pretexto Mozart. “Tropismos” es un capitulo de su novela Angeles de vidrio (1998).
Durante el ensayo de la obra, Kevin aprende a caminar. Camina sosteniendose de sogas cubiertas por pasamanos. La idea ha sido de Ivan recordando una caida que le quito definitivamente la confianza en sus piernas. Fue despues de caerse cuando empezo a morder hasta hacer hilachas las cortinas, habia dicho la madre antes de un viaje.
Leonor desde uno de los extremos de la sala observa el desplazamiento del nino. Lo ve moverse sin levantar los ojos del piso, su mano junto a la soga, no se sostiene de ella simplemente la toca. En algunos trechos olvidado del sosten Kevin cambia de andarivel. Camina por los bordes del gran salon donde Ivan dirige la obra de teatro. Uno de los gordos esta acostado en el piso, la pierna derecha muy estirada; el otro gordo cuelga de un arnes: aletean sus brazos en el intento de trepar por una escalera. En el centro hay cajas, alambres, caballetes y tablas.
Cuando oye manillar Kevin cierra el puno y lo lleva al oido. Permanece inmovil un momento luego cambia de postura y se sienta. No perdio el equilibrio, se echo hacia atras y sentado mira.
Desde el extremo de la sala no es posible diferenciar la mancha que el nino ve. Es una mancha de sol. Al mover la mano sus dedos brillan. Con un movimiento repentino los lleva a la boca y vuelven a brillar humedos de saliva.
Leonor camina hacia la ventana. Nunca asistio a un aprendizaje tan rotundo. Cualesquiera sean sus gestos o palabras, siente una alegria inusual. Como si pensara: esto empieza hoy pero es infinito. No tendran limite sus extremidades, aunque la memoria pierda los andariveles sus pasos seguiran andando.
Leonor avanza pegada a la pared. Por la ventana puede ver las cupulas del invernadero. Verde y azul los cristales. Sobresalen acacias, cactus gigantescos y penachos de palmeras.
– Aire de las islas -dijo Ivan que el marino decia, orgulloso de haber trasladado el archipielago a la ciudad.
Desde la ventana del ultimo piso Leonor no ve el mar, tampoco El Astillero. Necesita que sus ojos se acostumbren a la luz. Solo si mira las nubes puede pensar que esta lejos.
Ella y Kevin, descalzos caminan por la arena. Los pies del nino sin cavaduras en las plantas, de huesos finos, invisibles, violeta.
– Pequeno Edipo de pies tibios.
Una unica sombra cuando levanta al nino y se interna en el agua.
Kevin se adhiere a su cuerpo mientras Leonor nada. Avanza de espaldas y el nino por momentos parece flotar a unos milimetros de su piel.
Bajo el cielo dorado los colores se mimetizan en el contorno de la bahia. Muerden los ocres el cobalto del mar. Leonor nada hasta el muelle y advierte el contraste de superficies: la madera, el oxido de los metales. Una grua levanta planchas de acero; a la vista solamente la parte superior, el resto detras de las dunas.
Leonor sube al muelle y se sienta sobre los tablones, el nino a horcajadas, la respiracion fuera de ritmo. Igual que en los frescos de la iglesia de su aldea, Kevin chupa las gotas que corren por su pecho: pequena rosada lengua lamiendo agua con sal.
Kevin levanta los ojos del piso y ve a Leonor junto a la ventana. Los golpes de martillo impiden escuchar su exclamacion. Mueve las manos y los pies, quiere agarrarse de la soga, esta demasiado alta, entonces gatea aprisa. Mira hacia el frente, avanza unos metros pero no llega hasta la ventana porque Leonor ha ido a su encuentro.
En brazos, inquieto, tenso el cuerpo ante el impulso interrumpido, balbucea senalando uno de los rincones. Leonor ve el cisne y sabe lo que el nino quiere. Ve el cisne y empieza a cantar Valencia antes de apretar el vientre del juguete para que la musica suene. Es asi como por un instante todo parece posible y ambos absortos sonrien.
Los tambores de una danza ritual se superponen al canto de Leonor. Estan probando el sonido de la primera escena. Inicialmente los gordos con cabezas y picos de cuervos bailaban. Despues Ivan cambio de animal, encontro a los cuervos incompatibles con el papel que los gordos representaban en la segunda escena: quiso lobos en lugar de cuervos, tres cabezas con fauces de lobos batiendo sus mandibulas.
El nino duerme en brazos de Leonor cuando se vuelve a oir el martilleo sobre las tablas que antes le hiciera cubrir su oido con un puno. Duerme impasible porque los ruidos se escuchan a menor volumen. Esta vez no se trata de clavar bastidores para sostener dibujos de templos, la idea fue sustituirlos por transparencias. Sobre esqueletos de madera y carton se vera una iglesia y una sinagoga, tambien rostros, bocas, multitudes. En realidad el plan inicial ha sufrido alteraciones, ya no es el mismo sino otro que seguira cambiando incluso frente al publico.
Para quien no presencio la fabricacion de los cuadrantes, es dificil distinguir la naturaleza de los golpes. Son golpes secos a los que se une el precipitado de una demolicion.
– Y sombra de palos -agrega Ivan apagando la grabadora del equipo.
Durante el ensayo de la obra, Leonor es espectadora de diferentes acontecimientos, algunos previsibles, otros inesperados, todos ajenos a la conciencia de sus ejecutantes. En esto ultimo apenas puede reparar porque el impulso de lo novedoso le contagia un ritmo allegro vivace: los pasos de su hijo Kevin le ensenan una forma nueva de entrar en la vida.
Marcela Serrano
Nosotras que nos queremos tanto