Al oir la rafaga de disparos, los hombres de Coceo procuraron ponerse a cubierto, y aquellos que quisieron responder al ataque fueron abatidos de inmediato con pasmosa precision. Tendida boca abajo, volvi la cabeza para ver quien disparaba y, por primera vez en mi vida, no me desagrado ver desplegarse y tomar posiciones a un peloton de polis de las fuerzas especiales. Entraron en la cripta por la boca que habiamos abierto, se apostaron tras los pilares mas proximos y gritaron a los matones que quedaban -supongo- que soltaran las armas y se rindieran.

Me alivio tantisimo ver a la policia y comprender que nuestra pesadilla habia terminado que senti ganas de llorar y reir a la vez. Si hubieran tardado un minuto mas en llegar, todo habria sido muy distinto. O quiza llevaran alli un rato, observando, esperando el momento de sentenciar a Coceo sin juzgarlo. Cualquiera que fuera el caso, tumbada en el suelo de piedra, aun atontada por el horror que habiamos vivido, no me habria costado creer que los habia enviado la Virgen para castigar a quienes habian profanado su santuario.

Con tan escasas expectativas, los pocos manosos que quedaban salieron de su escondite con las manos en alto. Cuando uno de ellos fue tan estupido de agacharse a coger algo del suelo -probablemente una de las gemas-, le dispararon ipso facto. Me llevo segundos darme cuenta de que era el que habia intentado meternos mano en la cueva y, lo mejor, que quien le habia disparado era Alessandro.

En cuanto lo divise, me invadio un gozo intenso, pero, cuando iba a contarselo a Janice, resono sobre nuestras cabezas un tremendo estrepito que se convirtio en un estallido atronador cuando uno de los pilares que sostenian el techo abovedado se desplomo sobre los matones que quedaban, dejandolos sepultados bajo varias toneladas de piedra.

El eco tremulo de la columna desplomada se propago por la red de cuevas subterraneas que nos rodeaban. Parecia que el caos de la cripta hubiera desatado un vibracion bajo tierra similar a un terremoto. Entonces vi que Umberto se levantaba de pronto y nos hacia una sena a Janice y a mi para que hicieramos lo mismo.

– ?Vamos! -nos insto, mirando inquieto los pilares-. No nos queda mucho tiempo.

Cruzando a toda prisa la estancia, escapamos por los pelos de una lluvia de escombros que caian del techo resquebrajado y, cuando una de las estrellas de la cupula me atizo en la sien, estuve a punto de perder el conocimiento. Me detuve un instante para recuperar el equilibrio y vi que Alessandro venia hacia mi, saltando por encima de los cascotes e ignorando las advertencias de los demas. No dijo nada, tampoco hizo falta. Sus ojos me dijeron todo lo que esperaba oir.

Habria salido corriendo a su encuentro de no haber oido un leve grito a mi espalda.

– ?Fray Lorenzo! -exclame, espantada, al darme cuenta de que nos habiamos olvidado del fraile.

Gire y vi su figura agazapada en medio de aquella devastacion y, sin que Alessandro pudiera detenerme, deshice el camino, ansiosa por llegar hasta el anciano antes de que algun cascote me lo impidiera.

Alessandro me habria detenido de no ser porque otra columna se desplomo entre los dos en medio de una nube de polvo, seguida de una lluvia de cascotes. Esta vez la columna rompio el suelo y revelo que, bajo las losas de piedra, no habia vigas de madera, ni planchas de hormigon, solo un vacio grande y oscuro.

Petrificada, me detuve alli mismo, sin atreverme a seguir. Detras de mi oi a Alessandro gritarme que volviera pero, cuando iba a retroceder, el suelo que pisaba empezo a desprenderse de la estructura que lo rodeaba. Antes de que me diera cuenta, el piso se habia esfumado y yo caia en picado a la nada, demasiado aturdida para gritar, sintiendome como si el adhesivo del mundo se hubiera evaporado de pronto y lo unico que quedara en ese nuevo caos fueran trozos y pedazos, la gravedad y yo.

?Cuanto cai? Yo diria que atravese el tiempo mismo, vidas, muertes y siglos pasados, pero, en distancia, no fueron ni cinco metros. Al menos eso es lo que dicen. Tambien dicen que, por suerte, al llegar al inframundo no me esperaban ni rocas ni demonios, sino un rio antiguo que te despierta de los suenos y que a pocas personas se les ha permitido encontrar.

Se llamaDiana.

Dicen que en cuanto me precipite con el piso desplomado, Alessandro salto detras de mi sin pararse siquiera a quitarse el equipo. Cuando se lanzo al agua helada, el peso de todo aquello -el chaleco, las botas, el arma- lo arrastro al fondo y tardo un momento a salir a la superficie. Luchando contra la corriente, logro sacar una linterna y al fin encontro mi cuerpo desmazalado sujeto al saliente de una roca.

Tras gritarles a sus companeros que se dieran prisa, consiguio que le pasaran una cuerda para subirnos a los dos a la cripta de la catedral. Sordo a todos y a todo, me deposito en el suelo, en medio de los escombros, me saco el agua de los pulmones y empezo a reanimarme.

Alli de pie, pendiente de sus esfuerzos, Janice no entendio la gravedad de la situacion hasta que, al levantar la vista, vio a los otros agentes mirarse con tristeza. Todos sabian lo que Alessandro se negaba a aceptar: que yo estaba muerta. Solo entonces Janice noto que le brotaban las lagrimas y ya no hubo forma de pararlas.

Al final, Alessandro dejo de intentar reanimarme y se limito a abrazarme como si nunca fuera a soltarme. Me acaricio la mejilla y me hablo; me dijo las cosas que deberia haberme dicho cuando estaba viva, sin importarle quien lo oyera. En ese instante, dice Janice, nos pareciamos mucho a la estatua de Romeo y Giulietta, salvo porque mis ojos estaban cerrados y el semblante de Alessandro, desencajado de dolor.

Al ver que incluso el habia perdido la esperanza, Janice se zafo de los agentes que la retenian, se acerco corriendo a fray Lorenzo y lo agarro por los hombros.

– ?Por que no reza? -chillo, zarandeando al anciano-. Recele a la Virgen, y digale… -De pronto consciente de que no la entendia, Janice se alejo del fraile y, mirando al techo, grito con todas sus fuerzas-: ?Haz que viva! ?Se que puedes! ?Dejala vivir!

Como no hubo respuesta, mi hermana cayo de rodillas y lloro desconsoladamente. Ninguno de los presentes se atrevio a tocarla.

Justo entonces, Alessandro sintio algo, un leve estremecimiento, y quiza fue el, no yo, pero eso basto para alimentar su esperanza. Sujetandome la cabeza con las manos, volvio a hablarme, con ternura al principio, impaciente despues.

– ?Mirame! -me imploro-. ?Mirame, Giulietta!

Dicen que, cuando al fin lo oi, no tosi, ni boquee, ni gemi. Solo abri los ojos y lo mire. Cuando finalmente entendi lo que ocurria a mi alrededor, por lo visto sonrei y susurre:

– A Shakespeare no le gustaria.

Todo esto me lo contaron luego; yo no recuerdo apenas nada. No recuerdo que fray Lorenzo se arrodillara a besarme la frente, ni que Janice bailase a mi alrededor como una posesa, besando a todos los policias sonrientes uno por uno. Solo recuerdo los ojos del hombre que se negaba a perderme otra vez y me habia arrebatado de las garras del Bardo para que al fin pudieramos escribir nuestro final feliz.

X

… y lo que ahora sufrimos sera dulce recuerdo en dias por venir.

El maestro Lippi no acababa de entender por que no podia estarme quieta. Alli estabamos por fin, el detras de un caballete y yo en todo mi esplendor, enmarcada por flores silvestres y banada en la luz dorada del sol de final del verano. Apenas precisaba diez minutos para concluir su retrato.

– ?Por favor, no te muevas! -dijo, agitando la paleta. -Pero, maestro -proteste-, ?tengo que irme! -?Bah! - desaparecio otra vez tras el lienzo-. Estas cosas nunca empiezan a tiempo.

Las campanas del monasterio que tenia a mi espalda, en lo alto del monte, habian dejado de repicar hacia un rato y, cuando me volvi a mirar una vez mas, vi que una figura con vestido de vuelo bajaba corriendo hacia nosotros por la loma forrada de cesped.

– ?Pero Jules! -exclamo Janice, demasiado ahogada para desatar su furia conmigo-. ?A alguien le va a dar algo como no vengas ahora mismo!

– Lo se, pero… -mire a Lippi, reacia a interrumpir su trabajo. A fin de cuentas, Janice y yo le debiamos la vida.

No cabia ignorar que nuestra odisea en la cripta de la catedral habria acabado de forma muy distinta de no ser

Вы читаете Juliet
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×