– Bueno, ya sabes, debe de estar aqui, en alguna parte -menti.

Coceo puso los ojos en blanco, espeto alguna barbaridad y se fue hecho una furia.

– No se lo cree -observo Umberto, muy serio-. Piensa que le has tendido una trampa. Va a hablar con fray Lorenzo.

Janice y yo vimos con creciente angustia como los hombres rodeaban al fraile y lo freian a preguntas. Aturdido, intento escucharlos a todos a la vez, pero, al cabo de un rato, cerro los ojos y se cubrio los oidos con las manos.

– Stupido! -espeto Coceo, abalanzandose sobre el pobre anciano.

– ?No! -grito Janice, y corrio a agarrar a Coceo por el codo para evitar que hiciese dano a fray Lorenzo-. ?Dejame intentarlo a mi! ?Por favor!

Por unos segundos aterradores, temi que mi hermana hubiera sobrestimado su ascendiente sobre el maton. A juzgar por el modo en que Coceo se miro el codo -que Janice aun agarraba-, le costaba creer que hubiera tenido el valor de intentar detenerlo.

Probablemente consciente de su error, Janice lo solto de inmediato y se hinco de rodillas para abrazarse sumisa a sus piernas. Tras otro instante de gran tension, el maton alzo los brazos con una sonrisa y dijo algo a sus colegas que sono a «?Mujeres! ?No hay quien las entienda!».

Asi, gracias a Janice, se nos permitio hablar con fray Lorenzo sin interferencias mientras Coceo y sus hombres se fumaban un paquete de tabaco y pateaban un craneo humano como si fuera un balon de futbol.

Colocandonos de forma que el fraile no pudiera ver su indecente juego, le preguntamos -con la ayuda de Umberto- si sabia como podiamos llegar a la tumba de Romeo y Giulietta desde donde estabamos, pero, en cuanto entendio la pregunta, el fraile respondio con brusquedad y nego con la cabeza.

– Dice que no quiere indicarles a estos tipejos donde esta la tumba -tradujo Umberto-. Sabe que la profanaran. Tambien dice que no tiene miedo a morir.

– ?Lo llevamos claro! -mascullo Janice, luego le puso una mano en el brazo al fraile y anadio-: Lo entendemos pero, vera, es que nos van a matar a todos, y luego subiran a secuestrar a otros y los mataran tambien. Curas, mujeres, personas inocentes… No pararan hasta que alguien los lleve hasta esa tumba.

Fray Lorenzo medito un instante lo que le transmitia Umberto, despues me senalo e hizo una pregunta que me resulto un tanto recriminatoria.

– Pregunta si tu esposo sabe donde estas -tradujo Umberto, divertido a pesar de todo-. Piensa que eres muy tonta de estar aqui, rodeada de matones, cuando deberias estar en casa, cumpliendo con tus deberes conyugales.

Aunque no la vi, note que Janice, atonita y descorazonada, se disponia a tirar la toalla. Sin embargo, la asombrosa sinceridad del fraile resono en mi interior de un modo que ella jamas podria haber entendido.

– Lo se -dije mirandolo a los ojos-, pero mi primer deber es acabar con la maldicion, y eso no puedo hacerlo sin su ayuda, fray Lorenzo.

Despues de oir la traduccion de Umberto de mi pregunta, fray Lorenzo, algo cenudo, alargo la mano para acariciarme el cuello.

– Pregunta donde esta el crucifijo -dijo Umberto-. Te protegera de los demonios.

– No… no se donde esta -balbuci, recordando de pronto que Alessandro me lo habia quitado del cuello, tonteando, y lo habia dejado en la mesilla junto a su bala. Luego me habia olvidado de el por completo.

Al fraile no le satisfizo la respuesta, tampoco que ya no llevara el anillo del aguila.

– Dice que seria peligroso que te acercaras a la tumba asi -me informo Umberto, limpiandose una gota de sudor de la frente- y te aconseja que lo reconsideres.

Trague saliva unas cuantas veces para serenarme y, antes de convencerme a mi misma de lo contrario, dije:

– Dile que no hay nada que reconsiderar. No tengo eleccion. Hay que encontrar la tumba esta noche. -Senale con la cabeza a los matones-. Esos tipos son los verdaderos demonios. Solo la Virgen puede protegernos de ellos. Pero se que tendran su castigo.

Fray Lorenzo asintio al fin, pero en lugar de hablar, cerro los ojos y empezo a tararear una cancion, meciendo la cabeza, adelante y atras, como para recordar la letra. Al mirar a Janice, vi que le hacia una sena a Umberto, pero, cuando ella abrio la boca para comentar mis progresos -o la ausencia de ellos-, el fraile dejo de tararear, abrio los ojos y recito una especie de poema.

– «La peste negra guarda la puerta de la Virgen» -tradujo Umberto-, eso dice el libro.

– ?Que libro? -quiso saber Janice.

– «Mirad a los impios postrarse ahora ante su puerta, cerrada para siempre» -prosiguio, ignorandola-. Fray Lorenzo dice que esta cueva debe de ser la antigua antecamara de la cripta. Lo que pasa es que… -Umberto se interrumpio al ver que el fraile se dirigia de pronto al muro mas proximo, murmurando para si.

Como no teniamos claro lo que debiamos hacer, seguimos obedientes a fray Lorenzo mientras recorria la cueva palpando la pared. Ahora que sabia que pisabamos, sentia un pequeno escalofrio con cada paso que daba, y casi agradecia las rafagas de humo del tabaco que ahogaban el otro olor presente en la cueva: el olor a muerte.

Hasta que dimos la vuelta entera y volvimos al punto de partida -procurando ignorar las burlas constantes de los hombres de Coceo, que nos observaban divertidos-, fray Lorenzo no se detuvo y nos hablo de nuevo.

– La catedral de Siena tiene una orientacion este-oeste con la fachada principal al oeste -explico Umberto-. Es lo normal en las catedrales, por lo que seria logico pensar que la cripta esta orientada del mismo modo. Sin embargo, segun el libro…

– ?Que libro? -volvio a preguntar Janice.

– ?Por Dios, Janice! -espete-. Uno que leen los frailes de Viterbo, ?vale?

– Segun el libro -prosiguio Umberto, mirandonos furioso-, «la parte negra de la Virgen es un reflejo de su parte blanca», lo que podria significar que la cripta, la parte negra, la que esta bajo tierra, tiene en realidad una orientacion oeste-este, y su entrada al este, con lo que la puerta que conduce a ella desde esta sala miraria al oeste. ?Estais de acuerdo?

Janice y yo nos miramos; la vi tan perpleja como yo.

– No tenemos ni idea de como ha llegado a esa conclusion -le dije a Umberto-, pero, a estas alturas, creeremos lo que sea.

En cuanto se entero, Coceo se deshizo del cigarrillo y se remango para ajustar la brujula de su reloj de pulsera. Tan pronto como tuvo claro donde estaba el oeste, empezo a gritarles instrucciones a sus hombres.

Al poco andaban todos liados levantando el piso de la parte mas occidental de la cueva, desenterrando con las manos esqueletos desmembrados y echandolos a un lado como si no fueran mas que ramas de un arbol caido. La estampa era extrana: aquellos hombres vestidos de chaque y zapatos resplandecientes tirados por el suelo, con los faros calzados en la cabeza y en absoluto preocupados por estar inhalando el polvo de los huesos en fase de descomposicion.

A punto de vomitar, me volvi hacia Janice, en apariencia hipnotizada por la excavacion. Al ver que la miraba, se estremecio y dijo:

– «Senora, salid de este lugar de muerte, de putrefaccion y de sueno contra natura, pues una fuerza superior que no hemos podido gobernar ha torcido nuestros planes.»

La rodee con el brazo, tratando de protegernos a las dos de aquella horrenda vision.

– Y yo que pensaba que jamas te aprenderias esos condenados versos.

– No eran los versos -dijo-, sino el papel. Yo nunca era Julieta. -Estrecho mi abrazo-. Nunca podria morir por amor. Trate de leerle el semblante a la luz inconstante.

– ?Como lo sabes?

No contesto, pero dio igual porque, en ese mismo instante, uno de los hombres grito algo desde el hoyo que estaban excavando y las dos nos acercamos a ver que habia ocurrido.

– Han encontrado la tapa de algo -dijo Umberto, senalando-. Al parecer, fray Lorenzo tenia razon.

Nos estiramos para ver lo que senalaba Umberto, pero, a la luz ocasional de los faros, era imposible distinguir mas que a los hombres moviendose por el hoyo como escarabajos locos.

Solo al rato, cuando subieron todos a por sus herramientas mecanicas, me atrevi a dirigir mi linterna al socavon para ver lo que habian encontrado.

– ?Mira! -agarre a Janice por el brazo-, ?es una puerta sellada!

De hecho, no era sino el tope puntiagudo de una estructura blanca en la pared de la cueva -de apenas un

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