– Se trata de una acusacion muy grave. ?Puede usted aportar a ese respecto unas declaraciones firmadas por esos jefes de policia?
– No, no puedo -repuso Keefe-. Los jefes de policia no se atreven a llegar tan lejos. Dependen demasiado de la buena voluntad y colaboracion del FBI como para enemistarse con el. Y ademas ocurre que, en el fondo, comprenden los motivos de la Oficina. Trabajan en el mismo sector, y actualmente se trata de un sector muy peligroso. Yo creo que los jefes de policia me hablaron de este asunto por la sencilla razon de que les molesta que les puedan considerar unos ineptos. No, senor Collins, no disponemos de ninguna prueba escrita. Nos ha pedido usted que aceptaramos su palabra de que nada tiene que ver con esta cuestion. Yo le ruego ahora que usted acepte la nuestra en relacion con los metodos nada ortodoxos empleados por el FBI.
– Yo podria estar dispuesto a ello -dijo Collins-, pero me temo que el director Tynan se mostraria bastante menos inclinado a aceptar unas pruebas de oidas. Supongo que comprenden mi situacion. No puedo ir al director Tynan y contradecirle, enfrentandome a el y a todo el FBI, sin disponer de pruebas escritas susceptibles de confirmar las acusaciones que acaban ustedes de formular. Ahora bien, si lograran ustedes que estos policias accedieran a firmar una declaracion…
– No es posible -dijo Keefe en tono abatido-. Lo he intentado, pero ha sido inutil.
– Tal vez lo pudiera intentar yo. Es posible que esten dispuestos a presentar una demanda a traves mio, en mi calidad de secretario de Justicia, aunque no se atrevieran a hacer tal cosa con usted. ?Tiene los nombres de los jefes de policia a los que ha entrevistado?
– Aqui los tengo -dijo Keefe levantandose y dirigiendose hacia la mesa sobre la cual aparecia abierta una cartera de color marron.
En aquellos momentos llamaron a la puerta. Keefe fue a abrir e hizo pasar al camarero del servicio de habitaciones, que traia una bandeja con el bocadillo de Collins. Tras firmar el vale y esperar a que se fuera, Keefe se dirigio hacia el lugar en que se encontraba la cartera.
Collins habia perdido el apetito, pero sabia que si no comia mas tarde se sentiria hambriento. Abrio el bocadillo de jamon y queso, extendio un poco de mostaza en su interior y se esforzo en tomar un bocado. Estaba ingiriendo un sorbo de te en el momento en que Keefe regreso con un cuaderno de notas.
Keefe arranco tres paginas y se las entrego a Collins.
Los jefes de policia que no quisieron hablar estan tachados. Los ocho restantes si lo hicieron. Ahi encontrara usted sus direcciones y numeros de telefono. Espero que tenga suerte. Aunque la verdad es que dudo que lo consiga.
Lo intentare dijo Collins doblando las hojas y guardandoselas en el bolsillo de la chaqueta.
– La cuestion es que alguna persona o personas no identificadas de su Departamento estan organizando una deliberada campana de terror aqui en California -dijo Keefe volviendo a acomodarse en su asiento-. Al parecer, estan decididos a hacernos tragar la Enmienda XXXV a toda costa… a costa de la honradez y a costa de la decencia.
– Si se refiere usted a la manipulacion de las estadisticas…
– Me refiero a otras muchas cosas -dijo Keefe.
– Cuenteselo -le insto Yurkovich desde el sofa-, cuenteselo todo.
– Pienso hacerlo -le aseguro Keefe. Espero a que Collins se tragara lo que tenia en la boca y se terminara lo que le quedaba del bocadillo y anadio-: No es muy bonito lo que vamos a decirle. La manipulacion de las estadisticas, senor Collins, es lo de menos. Alguien de Washington esta manipulando nuestras propias vidas.
Collins descruzo las piernas y se irguio en su asiento.
– ?Que quiere usted decir?
– Quiero decir que el FBI ha organizado una campana de intimidacion contra ciertos miembros de la Asamblea, asustandonos mediante chantaje…
La palabra
– … un chantaje sutil -estaba diciendo Keefe-, pero un chantaje de la peor especie. Y dirigido sobre todo contra los legisladores indecisos, contra los que todavia no han adoptado una postura en relacion con la Enmienda XXXV. El ataque ha estado dirigido especialmente contra los legisladores que… bueno, que son vulnerables.
– ?Vulnerables?
– Me refiero a aquellos cuyas vidas privadas no son precisamente un libro abierto. Aquellos legisladores en cuyo pasado puede haber algo que no desean que se divulgue. La mayoria de ellos no se han atrevido a protestar. Pero el asambleista Yurkovich y el asambleista Tobias… a pesar de no considerar oportuno denunciar al FEI…
– Porque el chantaje es demasiado sutil -tercio Yurkovich interrumpiendo a Keefe-. No es claro y directo. Nuestras denuncias hubieran sido rechazadas incluso tal vez refutadas.
– En efecto -dijo Keefe conviniendo con el-. En cualquier caso, y puesto que no podian protestar eficazmente en publico, mis dos colegas se han mostrado dispuestos a acudir aqui con el fin de expresarle a usted personalmente sus protestas. Al principio temieron que usted pudiera formar parte del complot. Pero, antes de que lo haya hecho usted, el senador Hilliard me convencio, y yo les convenci a ellos, de que era usted un hombre honrado y digno de confianza, tal vez demasiado nuevo en este cargo para saber lo que alguien se esta llevando entre manos a espaldas suyas. -Keefe se detuvo.- Confio en que esta valoracion de su persona sea correcta.
Collins busco un cigarrillo y se lo acerco a los labios. No le sorprendio observar que le estaba temblando la mano.
– Honrado y digno de confianza, si. Pero, ?que es lo que se estan llevando entre manos a espaldas mias? Prosiga, faciliteme mas detalles.
– Permitame contarle lo que me ha ocurrido a mi -dijo Yurkovich-. Senor Collins, yo era un alcoholizado. Lo fui hasta hace ocho anos. Al final, ingrese en un sanatorio y me sometieron a tratamiento. Consegui curarme por completo y no he vuelto a beber desde entonces. Nadie lo ha sabido a excepcion de los miembros de mi familia. Sin embargo, hace una semana dos agentes del FBI, uno de ellos llamado Parkhill y el otro Naughton, me visitaron en mi despacho de Sacramento. Dijeron que necesitaban mi ayuda en una investigacion que estaban realizando. Se trataba de una investigacion muy dificil. Semejantes investigaciones en relacion con la infraccion de las leyes federales resultarian considerablemente mas faciles una vez se aprobara la Enmienda XXXV. Pero, de momento, no tenian mas remedio que actuar despacio. Precisaban de informacion acerca de un determinado centro, un centro de rehabilitacion de alcoholizados, en el que habian averiguado que un legislador de California habia permanecido internado durante cinco meses. Tal vez yo pudiera facilitarles mas detalles acerca de los propietarios de dicho centro. -Yurkovitch se interrumpio brevemente, sacudiendo la cabeza con gesto de incredulidad.- Fue una forma diabolica de comunicarme que lo sabian. Mi secreto se hallaba en sus manos. Su comportamiento me resulto repugnante.
Por un momento Collins experimento tambien repugnancia.
– ?Y que les dijo usted? -pregunto.
– ?Que podia decirles? Reconoci que habia sido un paciente de aquel sanatorio. Les segui la corriente en lo de la investigacion que estaban llevando a cabo acerca de los propietarios de una cadena nacional de sanatorios que, al mismo tiempo, estaban envueltos en el trafico de drogas. Yo les referi lo que habia visto y oido en el transcurso de mi permanencia en el centro. Cuando todo termino, me dieron las gracias. Les pregunte si toda aquella informacion permaneceria en secreto. Uno de ellos contesto: «Podria ser llamado a prestar testimonio ante un tribunal.» Yo les dije que no podria hacer tal cosa. El agente replico: «Eso no esta en nuestras manos. Puede usted hablar con el director, si lo desea. Tal vez el pueda llegar a un entendimiento con usted.» Tras lo cual se marcharon. Yo ya tenia el mensaje. La Enmienda XXXV es beneficiosa para el pais. Vota en favor de la Enmienda XXXV y el director no divulgara tu hospitalizacion. Si no colaboras, la divulgara.
– ?Y que va usted a hacer? -pregunto Collins.
– He luchado mucho por llegar hasta donde he llegado -repuso Yurkovich con sencillez-. Me gusta el puesto que ocupo. Procedo de un distrito conservador. Fui elegido por unos electores que solo confian en los funcionarios que no beben. No tengo alternativa. Tendre que votar en favor de la Enmienda XXXV.
– ?Esta usted seguro de que la investigacion no era autentica? -pregunto Collins-. ?No podria ser que usted hubiera interpretado erroneamente sus observaciones?
– No es probable pero es posible. Juzgue usted por si mismo. En cuanto a mi, no quiero correr ningun riesgo.