– Pero, ?que demonios…? -balbucio.

– Ven a la cama, carino. Te estaba esperando -le dijo una suave voz femenina.

Collins estaba demasiado ocupado buscando desesperadamente el interruptor de la lampara y no podia apartar la mano de la mujer, que ahora le estaba aprisionando el miembro.

A los pocos instantes la debil luz de la lampara arrojo sobre la cama un semicirculo amarillo e ilumino a la muchacha. Esta se estaba acercando al borde de la cama y le miraba sonriente, al tiempo que extendia la mano entre sus piernas y le acariciaba. Collins estaba como petrificado, demasiado desconcertado como para poder hablar o actuar. La muchacha era joven, de poco mas de veinte anos, con largo cabello rojizo, rojos labios fruncidos, palpitante pecho, vientre plano y un alargado triangulo de vello pubico.

– Hola -le dijo con vocecita de chiquilla-. Me llamo Kitty. Ya pensaba que no ibas a volver nunca.

– ?Quien demonios es usted? -estallo por fin Collins bajando la mano y asiendo la de la muchacha para obligarla a soltarle el miembro-. Se ha equivocado. No es aqui…

– Este es el numero de bungalow que me han dado. Me han dicho que esperara al senor Collins.

Entonces no se trataba de un error. ?Cual de sus amigos de los viejos tiempos habria sido capaz de gastarle aquella clase de broma pesada?

– ?Quien le ha dicho que viniera aqui? -pregunto.

– Soy un regalo de un amigo suyo.

– ?De que amigo?

– No me ha dicho su nombre. Jamas lo hacen. Pero me ha pagado en efectivo. Doscientos dolares. Soy muy cara. -La muchacha esbozo una sonrisa.- Me ha dicho que era una sorpresa, que a usted le iba a gustar. Le prometo que le gustara, senor Collins. Ahora, venga aqui como un buen chico…

– ?Como… como ha podido entrar?

– Algunos empleados de aqui ya me conocen. Doy buenas propinas. -La muchacha le examino.- Menudo encanto es usted. Me gustan los hombres altos. Pero habla demasiado. Ahora venga aqui con Kitty. Le prometo que pasara un buen rato. Me quedare toda la noche.

– ?Ni hablar! -dijo Collins casi gritando, agarrandola por la muneca en el momento en que ella iba a extender de nuevo la mano. Consiguio apartarle el brazo-. Ahora vayase, salga de aqui ahora mismo… No quiero aqui ni a usted ni a nadie. Alguien ha querido gastarme una broma, una broma infantil…

– Pero es que me han pagado…

– ?Vayase! -Collins la asio por ambos brazos y la obligo a incorporarse.- Vistase y marchese de aqui inmediatamente.

– Nadie me habia tratado asi.

– Pues lo hago yo -dijo Collins cogiendo el pijama-. Cuando salga del cuarto de bano quiero que ya se haya vestido y marchado.

Furioso, se dirigio al cuarto de bano y se puso los pantalones del pijama y se abrocho la chaqueta.

Cuando salio, la muchacha se acababa de poner la blusa y se estaba poniendo una falda azul marino.

– Dese prisa -le dijo el…

– Su amigo ha dicho que al principio, era posible que usted se comportara asi, pero que no me lo tomara muy en serio -dijo la muchacha ladeando la cabeza, sonriendo y acercandose de nuevo a el-. Esta bromeando, ?verdad?

Collins la cogio bruscamente del brazo y la llevo hacia la puerta.

– Vamos, larguese -le dijo.

– Suelteme, me hace dano

El aflojo la presion pero siguio empujandola hacia el salon y hacia la puerta de salida.

Una vez junto a la puerta, la solto y dijo jadeando:

– Lamento que alguien la haya utilizado de esta forma. Ha sido una equivocacion y lo siento. Buenas noches.

Ella se irguio procurando marcharse con cierta dignidad.

– No importa dijo. De todos modos, lo mas probable es que no se hubiera parado.

Collins abrio la puerta y, mientras la muchacha salia, vio aparecer una figura borrosa desde detras de un seto que habia frente al bungalow. Era un hombre que estaba levantando una camara fotografica. Collins se aparto instintivamente de la puerta en el momento justo en que se iluminaba el flash. Se dejo caer sobre la puerta y la cerro apoyandose contra ella; estaba completamente seguro de que el sujeto habia fotografiado a Kitty pero no habia logrado captarle a el.

Al cabo de un rato, cerro la puerta con llave. Aturdido, se dirigio a trompicones hacia la mesita donde estaban las bebidas y se preparo un trago.

No estaba seguro de lo que habia ocurrido aquel dia, pero en cambio si estaba completamente seguro de lo que acababa de ocurrir aquella noche. No habia sido una broma pesada a cargo de algun conocido o algun viejo companero de estudios. Habia sido algo mucho mas diabolico. Alguien habia intentado tenderle una trampa y comprometerle.

Pero, ?quien? Y, ?por que? ?Los partidarios de la Enmienda XXXV? Increible, puesto que hasta aquellos momentos el habia estado publicamente de su parte. A menos que quisieran asegurarse de que siguiera estando de su parte. ?Los enemigos de la enmienda? Resultaba igualmente increible que unos hombres como Keefe o Pierce llegaran hasta aquellos extremos con el fin de obligarle a cambiar.

Es absurdo, penso. Despues, todavia aturdido, se preparo otro trago, en la esperanza de que la llegada del dia le permitiera ver las cosas con mayor claridad.

En efecto, la llegada del dia le permitio definir con mayor precision las sombrias ideas que habian cruzado por su mente en el transcurso de su agitado sueno.

La manana le trajo cierta iluminacion.

Durante el prolongado desayuno con los dos fiscales de distrito despacho varios asuntos de rutina relacionados con el Departamento. Su reunion con una delegacion integrada por tres abogados de la Asociacion Norteamericana de Abogacia revistio un caracter eminentemente social. La entrevista que le concedio a una joven reportera del Los Angeles Times constituyo en buena parte un ejercicio de habilidad para procurar no defender con excesiva vehemencia la Enmienda XXXV, refiriendose, en cambio, a las reformas a largo plazo que seria necesario introducir en el sistema judicial norteamericano y tratando de enterarse de las opiniones de la prensa acerca de la escalada del crimen en el sur de California.

Al final, Collins se quedo a solas, con el telefono.

Su intencion habia sido la de hablar con los ocho jefes de policia que se habian quejado ante el asambleista Keefe del hecho de que el FBI hubiera falseado, exagerandolas, las cifras relativas a la criminalidad en California. Pero solo habia hablado con tres de ellos, y despues ya no habia efectuado ninguna otra llamada. Tras asegurarse de que estaban hablando con el secretario de Justicia, los tres se habian mostrado muy recelosos y solo habian contestado con evasivas. Uno de ellos reconocio la existencia de una «ligera discrepancia» entre las cifras que el habia enviado al FBI y las que habian sido dadas a conocer, pero la atribuyo a un «probable error de la computadora»; y los tres se negaron a reconocer que habian protestado ante Keefe a proposito de las exageraciones contenidas en las estadisticas del FBI. De un modo u otro, los tres vinieron a decirle que el asambleista Keefe habia interpretado erroneamente sus palabras.

O bien los jefes de policia habian protestado efectivamente ante Keefe pero despues lo habian pensado mejor y no habian querido atacar al FBI ante el secretario de Justicia, o bien Keefe habia interpretado erroneamente sus palabras. En cualquiera de los dos casos, su investigacion telefonica habia resultado infructuosa.

Pero despues se le ocurrio a Collins otro sistema. La noche anterior, mientras escuchaba a los legisladores, habia anotado los nombres de los agentes especiales del FBI que habian visitado a Yurkovich y a la amiga de Tobias. Busco la hoja de papel en la que se hallaban los nombres de los agentes: Parkhill, Naughton, Lindenmeyer.

Collins se pregunto acerca de la conveniencia de localizarles a traves de las delegaciones del FBI en California o bien llamandoa Adcock o a Tynan directamente. Decidio actuar con mayor circunspeccion. Al cabo de un rato llamo directamente a su secretaria Marion.

– Marion, quiero que efectue una comprobacion en el FBI. No debe saberse que la he solicitado yo. Digamos

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