espantosa Enmienda XXXV?

Bajo la intensa iluminacion de las bombillas que rodeaban el espejo, lo vio subitamente todo con mayor claridad. Hasta aquellos momentos habia conseguido explicarse racional y obstinadamente su postura. El era un bueno entre los malos, capaz de modificar el curso de los acontecimientos. Sin embargo, no habia conseguido tal cosa; en realidad, ni siquiera lo habia intentado. En su calidadde miembro del gabinete, habia decidido seguir en la brecha porque le quedaban muchas cosas por hacer, es decir, llevar adelante su sistema de resolucion del problema de la criminalidad, sistema mucho mas humano y decente. A pesar de lo cual, no habia actuado en este sentido. Como secretario de Justicia, hubiera podido llevar a la practica cosas mucho mas importantes que la Enmienda XXXV. Pero le constaba que toda su otra labor careceria de significado comparada con la suprema importancia de la nueva enmienda.

En resumen, que todos sus razonamientos no habian sido mas que una sarta de tonterias.

Sabia por que estaba alli. Sabia que era lo que le habia llevado alli. Sabia como habia ocurrido todo.

Ante la claridad del espejo, lo veia todo con precision y estaba en condiciones de establecer de que se trataba.

Era la ambicion. Si, la ambicion habia sido el motor que le habia dirigido hacia el camino equivocado.

La ambicion de llegar a alguna parte, de darle una leccion a su padre. De llegar por si mismo a alguna parte. Freud elemental, simplemente. Dejar de ser lo que era con el fin de abrirse camino. Y darle una leccion a su padre. Ser alguien al precio que fuera. Pero en aquellos momentos resultaba ridiculo. No podia darle a su padre ninguna leccion. Su padre habia muerto. Solo estaba el, y ahora su personalidad se estaba reduciendo a bien poca cosa.

– Bueno, senor Collins -estaba diciendo el maquillador al tiempo que le quitaba el babero-, ya esta usted listo para ir.

Ir, ?adonde? Se puso en pie.

– Gracias -dijo.

Una vez en el pasillo, encontro a Monica Evans y la siguio rapidamente hasta el espacioso estudio de television. Pasaron por detras de una hilera de tramoyas y Collins se encontro en un brillante cuadrado iluminado por los focos. Habia tres enormes camaras, dos de ellas moviles. Los tecnicos iban de un lado para otro. La atencion de todo el mundo se centraba en una pequena plataforma que se habia levantado con el decorado de una biblioteca con tres sillones giratorios colocados alrededor de una mesa. Dos hombres se hallaban conversando en la plataforma.

– Permitame que le presente a nuestro moderador, Brant Vanbrugh, y a Tony Pierce -le dijo la productora.

Aunque no le conocia personalmente, Collins reconocio a Pierce en seguida a traves de las fotografias publicadas en los periodicos y de sus anteriores apariciones en television. Pierce en persona le decepciono. Collins hubiera deseado ver a un bellaco y, en su lugar, se encontro ante un simpatico y agradable ser humano. Pierce poseia cabello color arena y un juvenil y pecoso rostro iluminado por una expresion rebosante de entusiasmo. Era flexible y bien proporcionado, debia de medir algo menos de metro ochenta e iba enfundado en un traje a medida de botonadura sencilla.

A Collins se le abatio el animo. Habia esperado encontrarse no solo ante un bellaco sino tambien ante un enemigo, y ahora el unico enemigo con quien tenia que haberselas no era con otro que el mismo.

Monica Evans se adelanto y efectuo las presentaciones.

– Me alegro de conocerle por fin, senor Collins -dijo Pierce-. Lo poco que se acerca de usted lo he conocido a traves de lo que he leido y por medio de su hijo Josh. Es un excelente muchacho.

– Se hace lenguas de usted -dijo Collins, completamente seguro de que Pierce le estaba examinando en un intento de descubrir como era posible que de semejante padre hubiera salido semejante hijo.

– Senores -les interrumpio el moderador-, me temo que no disponemos de mucho tiempo.

Era un joven energico, con la falsa apariencia de un dirigente juvenil pero con la mentalidad (Collins habia visto el programa otras veces) de una trampa de acero. Ambicioso, penso Collins. Pero despues penso: mira quien habla.

Vanbrugh les acompano a sus respectivos asientos, situados a ambos lados del suyo.

Mientras alguien le ajustaba el pequeno microfono alrededor del cuello, Collins oyo que Vanbrugh les dirigia de nuevo la palabra.

– Empezaremos a grabar dentro de un par de minutos. Este programa de «En busca de la verdad» se emitira de costa a costa esta noche. Saldra todo lo que ustedes digan y hagan aqui. No habra ninguna correccion. Habra dos pausas comerciales. El esquema sera el siguiente. Yo empezare con el tema objeto del debate: «?Debe California ratificar la Enmienda XXXV?» Presentare todo el material introductorio relativo a la enmienda. Dire de que se trata y comentare la situacion en que actualmente se encuentra. La camara me enfocara en primer plano. Despues la camara le enfocara a usted, senor Collins. Le presentare a los espectadores como el secretario de Justicia de los Estados Unidos y facilitare algunos datos acerca de su persona. Despues la camara nos enfocara al senor Pierce y a mi y yo le presentare a usted, senor Pierce, como ex agente especial del FBI, abogado en ejercicio y lider del grupo que defiende la Ley de Derechos y se opone a la ratificacion de la Enmienda XXXV. Despues tendra usted la palabra, senor Collins. Dispondra de unos dos minutos para efectuar una exposicion inicial. Le sugiero que se centre en el porque apoya usted la Enmienda XXXV. Me imagino que deseara usted pintar un panorama muy negro de la actual situacion en cuanto a criminalidad en Norteamerica y que defendera la necesidad de unas drasticas medidas con el fin de preservar a nuestra sociedad. Despues le tocara a usted el turno, senor Pierce. Dispondra tambien de dos minutos para efectuar una exposicion inicial. No discuta todavia con el senor Collins. Limitese a exponer simplemente sus puntos de vista relativos al porque de su oposicion a la Enmienda XXXV. Tras lo cual, improvisaremos. Podra iniciarse el debate. Se puede interrumpir al interlocutor, pero procuren no pisotearse mutuamente las frases. -Levanto la mirada.- Estamos a punto de empezar. Cuando se encienda la luz roja de encima de la camara de en medio, empezaremos a grabar. Buena suerte, senores. Procuremos que la discusion resulte animada.

La luz roja sobre la camara central empezo a brillar.

Sintiendose medio enfermo y aturdido, Collins apenas pudo escuchar las observaciones iniciales de Vanbrugh. Escucho su nombre y comprendio que estaba siendo presentado. Esbozo una debil sonrisa mirando hacia la camara.

A continuacion escucho nombrar a Tony Pierce. Miro hacia el otro lado del moderador. El pecoso y abierto rostro de Pierce mostraba una grave expresion.

Volvio a escuchar su nombre e inmediatamente despues la pregunta.

– Se oyo hablar a si mismo como desde muy lejos.

– En ningun momento desde que finalizo la guerra civil han estado nuestras instituciones democraticas tan amenazadas como en los tiempos actuales. La violencia se ha convertido en un lugar comun. En 1975, diez de cada cien mil norteamericanos murieron asesinados. En la actualidad, mueren asesinados veintidos de cada cien mil estadounidenses. Hace unos anos, tres matematicos del Instituto de Tecnologia de Massachusetts, tras realizar un estudio acerca del creciente indice de criminalidad, llegaron a la conclusion de que, y son palabras textuales, «un muchacho de una ciudad norteamericana nacido en 1974 tiene mas probabilidades de morir asesinado que las que tenia de morir en combate un soldado norteamericano en la segunda guerra mundial». Hoy en dia esta cruel posibilidad se ha duplicado. Precisamente de la necesidad de poner freno a esta espiral de violencia que estamos viviendo, en la que se incluye el asesinato, ha surgido la idea de la Enmienda XXXV.

Siguio hablando trabajosamente hasta ver la tarjeta de los quince segundos y, aliviado, puso termino a su declaracion inicial.

Ahora oia hablar a Tony Pierce. Cada una de sus frases era como un golpe contundente y Collins decidio cerrarse en si mismo procurando no escucharle.

Tras dos largos minutos, comprendio que se habia iniciado el debate.

Escucho hablar a Pierce una vez mas.

– Los seres humanos llevan luchando por la libertad, por la libertad de la tirania, desde hace al menos dos mil quinientos anos. Y ahora, de la noche a la manana, si la Enmienda XXXV es ratificada, en Norteamerica finalizara esta lucha. De la noche a la manana, y por capricho del director del FBI y de su Comite de Seguridad Nacional, podria suspenderse indefinidamente la Ley de Derechos…

– Indefinidamente, no -le interrumpio Collins-. Solo en caso de emergencia, y solo durante un breve periodo,

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