los que guardaba en su vieja cartera y a transformarle oficialmente en el respetable Herbert Miller, de cincuenta y nueve anos. Le habian facilitado, ademas, un traje marron oscuro de ultima moda en sustitucion del que llevaba cuando ingreso en prision, el cual, al no estar en linea con lo que se llevaba en la actualidad, hubiera podido llamar la atencion.

Adcock le habia comunicado unas instrucciones verbales. Inmediatamente despues de su puesta en libertad, tendria que tomar un vuelo nocturno rumbo a Miami. En el hotel Bayamo de la calle Flagler Oeste habian reservado una habitacion a nombre de Herbert Miller. Al dia siguiente, por la manana o por la tarde, podria ir en busca de su millon de dolares. Nadie le seguiria.

A ultima hora de la manana del otro dia, se reuniria con una agente de la propiedad inmobiliaria apellidada Remos en un barrio residencial de Coconut Grove, y esta le facilitaria el nombre de un especialista en cirugia estetica de la zona que le operaria las bolsas que le rodeaban los ojos antes de que abandonara Miami. Aquella misma noche, se trasladaria a una motora que le estaria aguardando en el embarcadero municipal de Miami Beach y se dirigiria a la isla de Fisher. Alli, en el primer deposito de petroleo, le saludarian como Miller. El pronunciaria dos veces el santo y sena. El santo y sena seria «Linda». Entregaria el paquete con los tres cuartos de millon de dolares y regresaria a la embarcacion. Una vez de regreso en Miami Beach, podria practicarse la operacion de cirugia estetica. Tras lo cual seria totalmente libre de ir donde quisiera y de hacer lo que gustara.

– Recibira el nuevo traje poco antes de abandonar la prision -le habia dicho Adcock-. En el bolsillo lateral derecho habra un sobre. En su interior habra un pasaje aereo para Miami, la indicacion del lugar de su cita con la motora, un mapa de la isla de Fisher en el que se indica donde habra que efectuar la entrega y suficiente dinero para que pueda desenvolverse hasta que entre en posesion de su cuarto de millon de dolares. Haga unicamente lo que se le ha dicho. No se le ocurra ninguna otra idea. Solo serviria para poner en peligro su salud. ?Lo ha entendido?

Lo habia entendido todo.

Habia tomado el vuelo especial nocturno y habia llegado al Aeropuerto Internacional de Miami segun las instrucciones recibidas.

Se habia presentado en el viejo hotel Bayamo tal como se le habia dicho.

Habia alquilado un automovil, cerciorandose constantemente de que no le vigilaban ni seguian, y se habia dirigido a los Everglades, al oeste de Miami. Alli se habia encaminado a pie hasta la orilla del pantanoso manglar en la que tres anos antes habia ocultado el millon de dolares en una caja de metal. Habia vaciado el contenido de la caja en unas bolsas de comestibles que habia adquirido, habia colocado las bolsas en una maleta que habia comprado y habia regresado al lugar en que habia dejado estacionado el automovil.

Lo demas se habia desarrollado sin contratiempos. En su habitacion del hotel, habia retirado un cuarto de millon de dolares y lo habia guardado en una segunda maleta que tenia al efecto. Por la noche habia llevado esta segunda maleta con su parte del dinero al Aeropuerto Internacional de Miami depositandola en una casilla de consigna. Al abandonar el aeropuerto habia comprado un ejemplar del Herald de Miami de la manana siguiente. Le echo un vistazo preguntandose si ya se habria divulgado la noticia del fallecimiento de Donald Radenbaugh. En la sexta pagina descubrio una poco favorecedora fotografia de tres anos de antiguedad el calvo Radenbaugh con gafas junto con la nota necrologica. Habia experimentado una extrana sensacion al leer la noticia de su propia muerte y ver los escasos exitos que habia alcanzado y lo mucho que estos habian quedado ahogados por el resumen de su juicio con el correspondiente veredicto de culpabilidad. Era injusto. No decian que era inocente. Y, finalmente, se habia entristecido por su querida Susie, a la que habia transmitido semejante legado. Se pregunto si alguna vez se atreveria a ponerse en contacto con ella y revelarle la verdad. Sabia que no seatreveria a hacerlo. Las personas capaces de inventarse a un nuevo ser humano no eran personas a las que se pudiera tomar el pelo.

Al dia siguiente, y de acuerdo con las instrucciones recibidas, solo habia acudido a una cita con anterioridad a su crucial mision nocturna. Bien entrada la manana, se habia dirigido en automovil a Coconut Grove y, en un bungalow de la agente, habia mantenido una breve y satisfactoria conversacion con la senora Remos, una anciana mulata que le estaba aguardando.

– Ha tenido usted suerte, senor Miller, mucha suerte -le habia dicho la senora Remos-. Recientemente perdimos al especialista en cirugia estetica que siempre habiamos utilizado, pero hace un par de dias encontramos un sustituto. Se trata del doctor Garcia, un especialista muy competente y que, como consecuencia de su situacion clandestina, puede considerarse de fiar. Acaba de llegar secretamente de Cuba y, hasta que no le arreglemos los papeles, es un extranjero en situacion de ilegalidad. Debemos proceder con mucha cautela. ?Esta usted libre esta noche? Ah, pasadas las diez. Muy bien. El doctor Garcia le esperara en su habitacion del hotel a las diez y cuarto. Prefeririamos que no tuviera que preguntar por usted en recepcion. ?Tiene usted la llave? Ah, muy bien, demela. Estoy segura de que en el hotel dispondran de otra. El doctor Garcia le examinara, le informara de lo que puede hacerse y fijara el lugar y la hora de la operacion. ?A las diez y cuarto entonces? De acuerdo.

Radenbaugh se habia pasado parte de la tarde paseando y efectuando algunas compras y despues habia regresado a su habitacion. Al caer la noche, habia bajado la pesada maleta al vestibulo,habia salido a la calle y habia atravesado en taxi el paseo MacArthur para dirigirse a Miami Beach y al embarcadero municipal. A las ocho habia encontrado a su contacto, le habia entregado la maleta al flematico cubano propietario de la lancha motora y habia subido a bordo le la misma.

Ahora se encontraba de camino, segun estaba previsto en los planes. Faltaba menos de media milla para llegar a la isla de Fisher, en la que efectuaria la entrega que constituiria el punto culminante del trato.

Se saco una vez mas del bolsillo de la chaqueta el plano dibujado a mano y lo repaso de memoria.

La isla de Fisher era un pedazo de tierra abandonado de unas cien hectareas de extension, totalmente deshabitado, con algunos bosquecillos de casuarinas, una mansion medio derruida que se levantaba sobre unos terrenos que habian sido propiedad del fundador de Miami y dos depositos de petroleo.

Aquella noche, penso Radenbaugh, iba a estar habitada al menos por dos personas: el propio Radenbaugh y un desconocido.

La embarcacion estaba aminorando la velocidad y el ruido del motor fue bajando hasta detenerse.

Radenbaugh se inclino hacia adelante y observo que el piloto le hacia senas. Tomo nerviosamente la maleta y, agachandose, salio de la cabina y piso el desembarcadero de madera. El piloto le llamo y entonces se acordo y extendio la mano para alcanzar la poderosa linterna.

Tras poner pie en la isla, empezo a avanzar por el sendero. Recordaba de memoria todos los detalles. Las unicas dificultades eran la oscuridad, a pesar de la linterna, y la carga de la pesada maleta con sus tres cuartos de millon en efectivo.

Al cabo de un rato -habia perdido la nocion del tiempo-distinguio el primero de los depositos de petroleo; ilumino con la linterna el lugar en el que tendria que efectuar la entrega y avanzo hacia el mismo.

Se encontraba a cosa de unos doce metros del deposito, resollando en el silencio a causa de la subida, cuando escucho un crujido. Se detuvo. Entonces escucho una voz.

– ?Es usted el senor Miller?

La voz era estridente y con un marcado acento espanol.

– Si.

– Apague la linterna.

Radenbaugh apago rapidamente la linterna.

La voz de marcado acento volvio a escucharse en la oscuridad. Sonaba mas cerca.

– ?Contrasena?

Casi lo habia olvidado. La recordo.

– Linda -dijo en voz alta-. Linda -repitio.

Se escucho un grunido.

– Deje ahi mismo lo que lleva. Regrese por el mismo camino por el que ha venido, regrese a la embarcacion.

– Esta bien -dijo el dejando la maleta en el suelo-, ya me voy.

Dio media vuelta rapidamente y busco a toda prisa el camino. En la oscuridad y sin la linterna encendida, estaba desorientado y tropezo cayendo. Se levanto y siguio caminando mas despacio.

Al cabo de unos minutos se detuvo para recuperar el aliento. Entonces percibio algo. Un rumor de voces, dos

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