ceremonias de la catedral. No me son indiferentes el incienso, las vidrieras, la genuflexion. Me gusta como los espanoles besan su dedo gordo, despues de hacer la senal de la cruz. En pocas palabras, me gustan los gestos repetidos. Supongo que uno de los motivos que tuve para intrigarme acerca de mis suenos fue que cada sueno era un sueno repetido. De este modo, todo gesto en el sueno alcanzaba el grado de ritual.
Pero no veo como un gesto puede suprimir a otro. Y no queria ser facilmente consolado.
– Confesarse, mejor que expresarse, hijo mio.
La rosada cara del Padre Trissotin parecia preocupada.
Ya dije que estaba dispuesto a admitir que algo religioso habia surgido en mi interior. Pero no me gusto la bienintencionada suposicion del Padre Trissotin de que mis suenos eran algo de lo que yo queria necesariamente librarme. No obstante, pense que seria mejor guardarme esta objecion para mi, y decidi aceptar el reto de mi amigo sobre la conveniencia y la eficacia de la confesion.
– ?Piensa realmente -dije por fin- que una confesion me librara de mis suenos?
No intentaba discutir con el acerca del valor de mis suenos. Pero parecio adivinar mi reserva interior.
– Yo creo -dijo, sin aparentar ninguna presuncion- que tu estas poseido, si no por Dios, si por el diablo. Has admitido libremente los perversos y arbitrarios impulsos que ultimamente te han gobernado y los atribuyes a tus suenos. Pero, simplemente, no puedes hacerte responsable de tus suenos. ?Y si te han sido enviados por el diablo? Es tu deber combatirlos y no abandonarte a ellos.
Como yo no le respondi inmediatamente, adverti que tomaba mi silencio como un buen presagio del exito de su consejo.
– Todos los suenos -anadio amablemente- son mensajes espirituales.
– Quizas estos suenos son un mensaje -dije-, y asi lo he pensado mas de una vez. Pero creo que son un mensaje de una de mis partes hacia otra.
El Padre Trissotin movio su cabeza con un gesto desaprobatorio. Continue:
– ?Como puedo atreverme a
– No creas en tu propia claridad -dijo-. El cuerpo es mas misterioso de lo que tu piensas.
Volvi a guardar silencio. Hubiera sido poco afortunado discutir con el Padre Trissotin acerca de estos temas; el desprecio vocacional de su propio cuerpo le inmunizaba contra companias embarazosas. Aunque proselitizara en circulos intimos y libertinos, como el de Frau Anders, o en la radio a la masa de compatriotas (la mayoria de los cuales se preocupaban mucho mas por el resultado de la carrera anual de bicicletas que por la salvacion de sus almas) nunca arriesgaba nada. Siempre hablaba a traves del infranqueable foso de su propia castidad.
– Te ha sido enviado un mensaje que no puedes comprender -continuo, con maravillosa confidencia-. Si fueras analfabeto, no dudarias en buscar un escriba que llevase tu correspondencia.
– Ah -respondi-, en tal caso, aun seria yo quien dictara las cartas. Pero cuando acepto el consejo de los sacerdotes, acepto una carta hecha. Y mientras admito que mis suenos pueden no ser tan originales como me parecen, no puedo desprenderme de la idea de que una respuesta diferente, solo mia, se espera de mi.
Ante esto, el Padre Trissotin me miro con pena, y dijo:
– Eres un ingenuo. El campesino analfabeto nunca sabe si el escriba realmente escribe las palabras tal como le son dictadas. A menudo ocurre que el escriba piensa que el sabe mejor que su cliente lo que debe poner. Despues de todo, el tiene mayor experiencia en anticipar las reacciones de los que leen las cartas. -Y continuo-: Tu eres precisamente ese analfabeto en transacciones espirituales, y el sacerdote el escriba con experiencia. Todas las cartas son cartas acabadas, ?no es cierto? Cartas de esperanza, de amor, de desesperacion, de hipocrita solicitud… ?Por que no buscar la forma acabada mas conveniente que tu mensaje pueda tomar, ya que tu proposito no es solo ser entendido sino tambien tener o producir un cierto efecto en la persona que recibe tu carta?
– Quizas -replique-, yo no quiero producir ninguna clase de efecto. -No pude contenerme a mi mismo, no pude dejar de contarselo-. Usted supone, Padre, que yo deseo librarme a mi mismo de mis suenos, y me recomienda para eso que acuda al confesionario. Pero, ?no! Lo que yo quiero, si es que quiero algo, es librar a mis suenos de mi.
Parecia casi derrotado por mi obstinacion, ya que dejo caer, con acento turbado, una respuesta muy impersonal:
– Dios te ha dado tu alma para que la salves.
Yo no iba a permitirle esta evasion.
– Padre, dejeme continuar con mi explicacion -dije, dirigiendo mis pasos hacia un banco proximo a la fuente. Nos sentamos en lugubre silencio, a modo de tregua, y observamos como jugaban los ninos. Entonces me levante y dije-: Lo que quiero decir es esto. Veo la confesion como un dudoso medio de responder a un mensaje que viene de mi mismo. Es emprender el camino mas largo, como salir por la puerta principal hacia la carretera para alcanzar la puerta trasera. O ir al aeropuerto, y alquilar un avion para viajar del atico al sotano. -Parecia disgustado, pero yo continue-: No es la distancia, comprendame, lo que objeto a estas maniobras. Ya que en una casa raramente proyectada la puerta delantera puede estar muy lejos de la trasera, el atico del sotano. ?Pero por que salir fuera de la casa?
Escuchando mis propias palabras, dude de mi habilidad para convencer al Padre Trissotin, pues he observado que el camino mas directo para una persona, parece intolerablemente complicado a otra.
– Elegir a un sacerdote para responder a mi propio mensaje, me parece… -me detuve, temiendo ser poco delicado-, me recuerda, si me permite la franqueza, Padre, me recuerda las poco racionales convenciones sobre la sexualidad. Quiero decir -conclui secamente- que no puedo realmente comprender la razon por la que haya que recurrir a una mujer para obtener un placer tan intenso y puro como el que puedo lograr por mi mismo.
Con mi ultima reflexion, quedo visiblemente impresionado y sugirio una entrevista con su obispo o con alguien de la radio, no recuerdo bien. La tarde casi habia transcurrido, pero me quede un tiempo mas sentado en el parque, pensando en nuestra conversacion.
Quizas deberia explicar algunos de mis anteriores encuentros en el parque con el Padre Trissotin, pero este me parece el mas interesante porque es el menos doctrinal. En las primeras sesiones, el Padre Trissotin suponia que yo necesitaba instruccion teologica y habia expuesto las penas y las glorias de la Iglesia. Hasta me habia dado un rosario, que yo siempre llevaba conmigo cuando teniamos una cita, pero que en otras circunstancias guardaba en un cajon con mis gemelos. A pesar de mi buena voluntad, no habia conseguido escuchar con toda mi paciencia al Padre Trissotin. Yo no creia en su «forma acabada» ni podia entender como podia el creer en ella. ?Que forma? La proliferacion de religiones a lo ancho y largo de la tierra me irrita. ?Como puede uno venerar a la divinidad en tantas posturas? Mientras Buda se apoya sobre su codo, Cristo extiende sus brazos en la cruz. Se anulan uno a otro.
Mientras en mi mente luchaban estos pensamientos, observaba a una nina jugar con una gran pelota de goma. Desde que deje de ser nino he disfrutado siempre de su compania. Sentia como si hablar con un nino me reanimase, y ya que esta era la que tenia mas cerca, empece a observar sus movimientos con mayor atencion. Cuando la pelota de la nina rodo alejandose un buen trecho de su ninera y la nina corrio tras ella, me levante y la segui. Espero no insultar la sensibilidad de mi lector al reafirmar la pureza de mis intenciones, ya que de hecho no sabia ni lo que le iba a decir ni lo que pensaba hacer con ella.
Era una hermosa nina, con vestido rosa, de unos cuatro anos de edad. Anduve tras ella para poder observar como corria. Cuando alcanzo la pelota, la estrecho en sus brazos y le hablo. Pero otra vez se deslizo de sus pequenos brazos y siguio rodando. Esta vez me adelante y cogi yo la pelota.
– ?Es mia!
– Ya lo se -replique-. ?Que piensas que voy a hacer con ella?
– ?Devolvermela? -dijo, dudando.
– No llores, pequena. Por supuesto que te la devolvere. ?Pero que supones que voy a hacer antes?
– Comertela.
– ?Y despues?
Se sonrio. Yo estaba encantado. Me hubiera gustado lanzar al aire, de manera que llegaran hasta ella, como una pelota, todas mis fantasias y oirlas rebotar otra vez en mi, con su acento infantil. Pero no queria que ella me
