si mismo, debido a un exceso del gesto creador, habia dado tambien existencia a un cierto numero de angeles y poderes. Pero no creo ningun mundo. Su propio ser, el de los angeles y los poderes que reforzaban su ser, al reconocerlo y aceptarlo, eran suficientes. El se limitaba a ser; no sabia nada de si mismo. Entonces sucedio que este dios omnipotente llego a un conocimiento: que el era conocido. Y quiso conocerse a si mismo; le disgustaba estar limitado a
La secta que creia en este mito, florecio hace unos dos mil anos. Sus primeros devotos miraban a Dianus como a un usurpador, un pretendiente, un dios demoniaco, cuyo nacimiento significaba la corrupcion de la cabeza divina. Pero cuando la secta comenzo a propagarse y a ganar devotos, los nuevos adeptos tendieron a ver en Dianus al dios principal, y a relegar a Autogenes a un papel de garantizador de la divinidad de Dianus. Con el tiempo, la devocion a Dianus aumento. A el podia rezarse esperando la salvacion, mientras que Autogenes permanecia distante e inaccesible. Dianus, al contrario de Autogenes, no era un dios excesivamente lejano. Pero poseia algunos de los rasgos de su padre. La mayor parte del tiempo lo pasaba dormitando en la cima de una montana. Periodicamente se aventuraba a descender entre los humanos para ser adorado, asaltado y martirizado por ellos. Solo asi podia continuar su sueno divino.
– Por supuesto -observo el profesor Bulgaraux- yo no doy credito a las artes magicas que practicaba esta secta. Los miembros de la comunidad autogenista solian estigmatizarse mutuamente en el lobulo de la oreja derecha. Puedes examinar mi oreja derecha, Hippolyte. Solo encontraras un pequeno circulo que tengo desde mi nacimiento.
Al no comprender la aplicacion que este mito pudiera tener en mi caso, impugne el valor del mito mismo.
– Estos cuentos son solo sopa de credulos, concesiones pintorescas a aquellos que no pueden soportar el golpe de una idea desnuda.
– ?Tus suenos son unicamente alegorias? -me respondio el profesor Bulgaraux-. ?Crees que se presentan ante ti como historias porque tu no puedes cargar con el peso de una idea rasa?
– ?Desde luego que no! Mis suenos no son ni mas ni menos que la historia que estos mismos suenos cuentan.
– ?Te contentarias con contemplar tus suenos como poesia, si poesia se opusiera a verdad?
– No.
– Reflexiona entonces, Hippolyte, y mira si no hay nada mas que atractiva poesia en esta mitologia oscura.
Acepte intentarlo, y halle que habia tanta verdad (y una verdad bastante similar en su contenido) en el mito autogenista como en mis propios suenos. ?No discurrian acaso mis suenos acerca del ideal de autosuficiencia y de inevitable caida en el conocimiento? Si yo habia empezado a sentirme martirizado por ellos, ?no era esto ingratitud? Por muy dolorosos que fueran, necesitaba a mis suenos -la metafora que me permitia la introspeccion- si queria conseguir la paz alguna vez. Me gusto mucho el fragmento del mito que explicaba que las martirizaciones periodicas del Dianus eran necesarias, no para la salvacion de los hombres, sino para la buena salud del dios. Permitia apreciar la creacion de un dios, en su forma mas digna y candorosa. Del mismo modo, aprendi a ver mis suenos, no como generadores de conocimientos utiles a otros, sino unicamente para mi, para mi exclusiva comodidad y salud. Este era tambien el acto de interpretacion del sueno en su forma mas digna y candorosa.
En la tradicion autogenista sobre la creacion del hombre encontre otra clave para mis suenos, particularmente para el ultimo, que llame «el sueno de un viejo patron». Los autogenistas sostienen que la especie humana no fue creada por el remoto dios padre, ni por el somnoliento y agradable Dianus. En cambio, creen que el hombre debe su creacion, y debe su obediencia, a Sofia, el organo femenino que tomo apariencia de serpiente; y como prueba de esto, los maestros senalaban la forma de las visceras humanas. Nuestra configuracion interna de serpiente -es decir, la forma intestinal- es la firma de nuestra sutil generatriz. La idea que sedujo. Nunca hubiera pensado que entre los jugos y los huesos del cuerpo y los apretados organos en movimiento, hubiera lugar para un simbolo tan extravagante, mucho mas imaginativo que la banal identificacion del cerebro con el pensamiento o del corazon con el amor. Cuando, en el ultimo sueno, vi que mis entranas afloraban, ?no estaba sonando que perdia el signo de mi humanidad? Me estaba advirtiendo acerca del pecado en mis intestinos, como dijo el profesor Bulgaraux.
Decidi dejar de lado mis reservas intelectuales y escuchar con mayor atencion lo que el profesor Bulgaraux iba a decirme. Si queria escapar de la insoportable sensacion de que mis suenos eran una inutil carga sin sentido, puesta sobre mi por mi malicia conmigo mismo, tendria que ser purgado de cualquier actitud residual de autocondena… No me importaba que esta fuese otra interpretacion «religiosa». El profesor Bulgaraux, a diferencia del buen Padre Trissotin, no me urgia a someter mis suenos a juicio, sino que me animaba a proseguir, como habia estado haciendo, a preparar mi vida para el juicio de mis suenos. Si esto era una herejia, que asi fuera. Las mas perfectas formas de espiritualidad se encuentran a menudo entre los herejes.
Me creia relacionado con todos los movimientos heterodoxos disponibles para el buscador de la verdad en esta ciudad y, como ya he indicado al lector, no soy adicto a los entusiasmos colectivos. Hay demasiadas sectas de pensamiento enfermizo en nuestro siglo, demasiadas revoluciones parciales inspiradas por poco mas que la moda de ser revolucionario. Sin embargo, no condeno la herejia como tal, si es suficientemente sincera, y llego a creer que el profesor Bulgaraux esta realmente convencido de lo que dice.
Aceptando su invitacion, visite varias veces su apartamento durante el mes siguiente, para oirle exponer los puntos de vista de los autogenistas. Tenia en su poder un antiguo codigo, descubierto en una urna enterrada en un cementerio del Cercano Oriente. Ha pasado muchos anos descifrandolo y preparando su publicacion; estas conferencias privadas trataban, naturalmente, sobre el contenido del codigo. Aunque siempre asistian otras personas -algun academico curioso y unas pocas mujeres de edad avanzada con acentos extranjeros, cuyas ocupaciones no pude descubrir-, las reuniones tenian un caracter muy distinto al de las lecciones universitarias, a las que habia asistido con ingenuo celo para conseguir erudicion.
Muy pocos fueron los que tomaron notas, pero los que escuchaban atentamente las palabras del profesor Bulgaraux sin papel ni lapiz en sus manos, recibieron esporadicos comentarios personales, que demostraban como cada una de esas ideas era aplicable a ellos en concreto. Mirando alrededor de la habitacion, vi mujeres que me recordaban a Frau Anders. Me sobresaltaba la idea de que Frau Anders pudiera muy bien -si hubiera conocido alguna vez la existencia de aquel grupo- ser una de las discipulas del profesor Bulgaraux. ?Que exponia sino la idea de liberarse a traves de la contradiccion entre la vida convencional y la que desata las mas profundas fantasias, exactamente lo que yo habia hecho cuando disponia de Frau Anders?
No quiero dar la impresion de que el impulsaba a las mujeres a matar a sus maridos, comer cera de abeja, robar de las alcancias de las iglesias, o beber el semen de sus perritos falderos. Sin embargo, el impulso a la accion que ofrecia no era sutil. En este aspecto, me parecio de una concordancia notable con mis propios instintos.
– La moderacion es el signo de un estado espiritual confuso -dijo-. Pero cualquier acto -continuo-, puede llevarse a cabo moderada o inmoderadamente. Hay asesinatos moderados e inmoderados paseos junto al rio.
Parece, pues, que la cosmologia autogenista y su plan de salvacion suponian un completo codigo de conducta, o para decirlo mejor, de anticonducta. El hombre fue creado por Sofia, la sutil generatriz, a partir de una oscura materia en la que solo quedaba un destello de la luz original de Autogenes. Pero el hombre, a quien las escrituras autogenistas llaman «hez subyacente de la materia», puede sin embargo a traves de varios ritos de purificacion, llegar al cielo. El hombre puede volver al seno de Autogenes si deviene «luz», o sea, explico el profesor Bulgaraux, mirandome atentamente, ausencia de peso y luminosidad. La purificacion no se consigue a traves de la autonegacion, sino mediante una total expresion del ser. Asi, los autogenistas sostienen que los hombres no pueden ser salvados hasta que no han realizado todo tipo de experiencias. Un angel, anaden, vela por ellos en cada una de sus acciones ilegales, y los insta a cometer sus audacias. Sea cual sea la naturaleza de la accion, ellos declararan que la han hecho en nombre del angel, diciendo: «?Oh tu, angel, yo uso tu trabajo! ?Oh tu, poder, yo llevo a termino tu operacion!»
– Invocaban este perfecto conocimiento -continuo diciendo el profesor Bulgaraux -ejecutando acciones tales que sus criticos rehusaban citar.
– No hay necesidad de nombrarlas -exclamo una de las mujeres del extasiado circulo.
«O ruborizarse al nombrarlas», anadi para mis adentros.
