La concepcion autogenista de que el bien y el mal no son mas que opiniones humanas, no tenia nada en comun con el familiar desencanto moderno hacia la moralidad. Esta concepcion era un medio de salvacion. Como el resultado de las distinciones morales es que, a traves de ellas, ganamos una personalidad, o un peso, el proposito de derribar la ley moral es llegar a la ingravidez, librar a la persona de ser solamente ella misma. Las personalidades individuales deben ser neutralizadas en los acidos de las transgresiones.

Mirando la ancha cara del profesor Bulgaraux, sus anteojos, su desalinada barba, su chaleco manchado de huevo, su traje arrugado y abultado, yo no podia determinar si lo que tenia ante mis ojos era un parangon del anonimato o, simplemente, un fracasado entusiasta con toda su pintoresca y particular suciedad. Pero si tenia algo cierto que ensenarme, poco me importaba lo que el mismo fuera.

– ?Cual es la personalidad que nos aconseja perder? -le pregunte en la ultima de las reuniones a que asisti en su apartamento.

Aquella fue la unica ocasion en que me atrevi a aludir publicamente a su apego, que rebosaba el dominio del academico, por las creencias de los autogenistas, dando por sentado que estas eran, efectivamente, sus propias creencias.

– Pierdela, y lo entenderas.

– Digame como -le pedi.

– ?Todavia suenas?

– Mas que nunca.

– La has perdido -exclamo, y cada uno de los oyentes, que no superaban la docena, se levanto de su asiento para felicitarme y estrechar mi mano.

Si, todavia sonaba. ?Era tan simple! Cada noche yacia, en el sarcofago del sueno, el hombre del negro banador de lana, esculpido en piedra sobre la tapa del cofre. Pero, como Dianus, me levantaba impaciente, expectante. A veces parecia que mis suenos fueran un parasito en mi vida, otras, que mi vida fuese un parasito de mis suenos. Queria descubrir el eje de mi preocupacion. Queria escapar de esta personalidad que me contenia y me enfrentaba tan penosamente a mis suenos. Llegue a comprender, a traves de las instrucciones del profesor Bulgaraux, que el divorcio entre mi vida y mis suenos era un resultado de esta cosa llamada personalidad o caracter que todos, a mi alrededor, parecian cultivar y tomar como fundamento de su propio orgullo. Llegue a la conclusion de que «personalidad» es simplemente el resultado de hallarse fuera de equilibrio. Tenemos «caracter» porque no hemos alcanzado nuestro centro de gravedad. La personalidad es, en el mejor de los casos, una forma de enfrentamiento al problema del desequilibrio. Pero el problema persiste. No nos aceptamos por lo que somos; desechamos nuestra esencia real, y erigimos una personalidad para salvar las distancias.

?No es teniendo personalidad como definimos nuestros puntos de vulnerabilidad y fuerza? La personalidad es nuestro modo de ser para los otros. Esperamos que los otros acepten nuestra forma de ser, gratifiquen nuestras necesidades, que sean nuestra audiencia y suavicen nuestros horrores.

Pero ?como podemos escapar a la personalidad? Me hubiese gustado ser chino durante un tiempo, para ver si su mitica impasibilidad difiere, ligeramente, en su interior. Pero yo no podia cambiar el color de mi piel o la geografia de mi corazon. Los narcoticos estaban igualmente fuera de lugar. Nunca me han proporcionado, ni siquiera temporalmente, ese sentimiento de imperturbabilidad e ingravidez.

Existe un camino bien conocido para llegar a esta perdida de la personalidad: el acto sexual. Durante un tiempo frecuente prostitutas, porque imaginaba que no pretenderian ser personas; por lo menos, su imagen lo prohibe. En las maniobras carnales de dos personas que no se han conocido ni se conoceran nunca, cierto silencio y ligereza pueden prevalecer. Pero tambien pueden faltar. El olor de personalidad -una fotografia en la pared, la cicatriz en el vientre de una mujer, un vestido determinado en el armario, una mirada sugestiva en sus ojos- siempre se infiltra. Aprendi a no esperar demasiado de la sexualidad. Sin embargo comprendi por que la sexualidad, como el crimen, es una fuente inmortal de impersonalidad. Hechos correctamente, estos actos ahogan el sentido del ser. Sucede, creo, porque el fin esta previamente establecido: en la sexualidad, el placer; en el crimen, el castigo. Uno se libera precisamente a traves de estos actos que tienen un final al que no se puede escapar.

Pero hay algo aun mas valioso para este proposito que la sexualidad y el crimen, y lo certifico por las experiencias que relato, de una vida a veces libertina, criminal en algunos aspectos. Y es el sueno. ?Era posible que mis suenos, a menudo fuente de angustia y pesadez, fueran de hecho el medio transparente a partir del cual yo podria perder mi agobiante personalidad? Habia pensado que los suenos eran un cuerpo extrano en mi carne, contra el que me defendi lo mejor que supe. Ahora me inclinaba a verlos como una bendicion. Los suenos estaban grabados en mi vida, como un tercer ojo en medio de la frente. Con este ojo podia ver con mas claridad que nunca. Jean-Jacques me habia prevenido contra mis suenos y mi seriedad. El Padre Trissotin me habia urgido a confesarme y desembarazarme de ellos. Frau Anders se habia sometido a ellos, pero los entendio solo como fantasias. Ahora el profesor Bulgaraux me sugeria que podia estar orgulloso de tenerlos. Si yo estaba perdiendo algo en los suenos, era algo de cuya perdida debia alegrarme. Me estaba perdiendo a mi mismo, perdiendo la serpiente que esta dentro, como mostraba mi ultimo sueno, «el sueno de un viejo patron», que acabo tan graficamente con la perdida de mis entranas. Me estaba liberando, aunque fuera para ser exclusivamente un hombre-que-suena. Sabia que no habia comprendido aun la naturaleza de la libertad, pero tenia esperanzas de que mis suenos, con sus dolorosas imagenes de humillacion y esclavitud, contribuirian a elucidarlo.

Mucha gente considera los suenos como un cubo de basura diario. Una ocupacion indisciplinada, improductiva y asocial. Lo comprendo. Comprendo que la mayoria de la gente considere sus suenos como cosas de poca importancia. Son demasiado leves para ellos, por eso identifican lo serio con lo pesado. Las lagrimas son serias; uno puede recogerlas en una jarra. Pero un sueno, como una sonrisa, es puro aire. Los suenos, como las sonrisas, se esfuman rapidamente.

?Pero que importa que el rostro se esfume y la sonrisa permanezca? ?Que, si la vida en que los suenos son alimento se descompone y los suenos florecen? Porque en ese caso uno se sentiria realmente libre, completamente liberado de su propia carga. Nada puede compararse con esto. Podemos preguntarnos por que nos contentamos con una racion diaria insignificante de aquella divina sensacion de ausencia y plenitud que nace del comercio de la carne, para borrar el mundo. Podemos decir de la sexualidad: que gran promesa de libertad supone, que extrano que no este marginada por la ley.

Me sorprende que los suenos no esten fuera de la ley. ?Que promesas son los suenos! ?Que agradables! ?Que intimos! Y no se necesita companero, no se precisa la colaboracion de nadie, macho ni hembra. Los suenos son el onanismo del espiritu.

CAPITULO VIII

Empece a escribir un diario en el que relataba mis suenos, me aventuraba a interpretarlos y tejia fantasias en torno a ellos. Este trabajo fue posible gracias al nuevo ocio que obtuve al dejar de leer. Descubri que el gusto por lo impreso, la habilidad para leer rapidamente, dependen de una educada pasividad mental. Seria una exageracion decir que el lector no piensa, pero piensa solo hasta cierto punto; debe detener sus pensamientos, o, de otro modo, nunca iria mas alla de la primera frase. Puesto que no queria perder ni el mas insignificante soplo o eco de mis suenos, decidi no proseguir con la costumbre de llenar mi mente con los suenos impresos de otros. Un dia limpie de libros mi habitacion y los done a la biblioteca de mi ciudad natal. Retuve, como recuerdo, algunos textos de mi edad escolar, en el interior de cuyas cubiertas mis companeros de clase habian escrito varios mensajes, amistosos e insultantes. Guarde tambien una Biblia, un manual de senales luminosas, una historia de la arquitectura y las copias mecanografiadas de los trabajos que Jean-Jacques me habia dado.

No era ya tan ingenuo ni estaba tan hambriento como para compartir mis ideas. No se debe suponer que habia perdido completamente la capacidad de confiar en mis amigos. Pero perdi la esperanza de que pudieran ensenarme algo que no supiese ya. Asi que deje de ver a Jean-Jacques, que insistio en tratarme como a un novicio fuera cual fuera el tema sobre el que hablaramos.

La joven Lucrecia habia reemplazado a su poco anorada madre, como amante y amiga en perspectiva. (Nadie, ni siquiera su marido, se preocupo mucho por la desaparicion de Frau Anders.) Adverti mi creciente tendencia a la irascibilidad, e hice un considerable esfuerzo por ser menos exigente con Lucrecia de lo que habia sido con su madre. Me fue mas facil, en virtud de que no me amaba ni yo la amaba a ella. Era feliz con Lucrecia,

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