– ?Un titulo? ?Como que? ?Alcalde? ?Comisionado del condado?

– No estoy seguro. -Vio que el lapiz del agente se detenia sobre la libreta y luego escribia algo rapidamente.

– ?Sabe si ella conocia el nombre del tipo?

– No. Era alguien relacionado con su arresto y posterior deportacion. A Auschwitz. El era un…

– Ya, a un monton de esos viejos que hay por aqui en la Beach les trincaron entonces y cumplieron condena.

– En Auschwitz no se cumplia condena. No era una prision sino un campo de exterminio.

– Vale, vale. Ya lo se. Asi que el tipo ese que reconocio…

– No estaba segura.

– ?No estaba segura de haberle reconocido?

– Han pasado cincuenta anos.

– Bien, asi que ella tenia miedo de ese tipo, el tal Shotinmin. Si es que era el mismo, al fin y al cabo. Usted no esta seguro y ella tampoco lo estaba. Bien. ?Cree que el tiene algo que ver con el crimen?

– No lo se. Es todo muy extrano. Tal vez sea coincidencia.

– ?La senora siempre estaba asustada? Me refiero a que si era normal en ella.

– Claro. Era anciana y estaba sola. Estaba nerviosa con frecuencia. Cambio su rutina para no tener que salir por la noche.

– Bien. Pero usted no ha visto nada extrano o diferente esta noche. Y su comportamiento no era tan diferente, ?correcto?

Winter fulmino al joven con la mirada.

– Si. Correcto.

El joven cerro su libreta de golpe.

– Bien. Creo que eso es todo. Si recuerda algo mas, llame al detective Robinson, ?de acuerdo?

Winter se trago una replica airada y asintio con la cabeza. El agente sonrio.

– Bien, ya puede irse a su casa, senor Winter. Esa pandilla de reporteros pronto empezara a incordiar. Tal vez el asunto atraiga la atencion por aqui un par de dias. Los de la prensa puede que le fastidien, pero mandelos al infierno si le apetece. Normalmente funciona. Me asegurare de que el detective reciba un informe de su declaracion.

El policia regreso a la calle, dejando a Simon Winter solo, con el rostro surcado por los destellos de las luces estroboscopicas.

En la cocina, Espy Martinez observo como Robinson alzaba el auricular y comprobaba dos veces cada digito antes de marcarlo. Luego tapo el auricular con la palma de la mano y susurro:

– En mitad de la noche suena el telefono. Tu madre ha sido asesinada. ?Menuda pesadilla! -Y se encogio de hombros como para distanciarse de la tragedia que estaba a punto de comunicar.

La joven fiscal le observo, ligeramente incomoda con su propia fascinacion, la clase de culpabilidad que uno siente cuando contempla embobado el accidente que ha dejado la autopista tachonada de cristales rotos y manchas de sangre.

Robinson articulo la palabra «llamando» y se enderezo ligeramente cuando oyo que al otro lado descolgaban el auricular.

– ?Si?

– Murray Millstein, por favor.

– Soy yo. Que…

– Senor Millstein, le habla el detective Walter Robinson de la policia de Miami Beach, Florida. Lo siento pero tengo malas noticias.

– ?Que? ?Que ha ocurrido?

– Su madre, la senora Sophie Millstein, ha muerto esta noche. Ha sido victima de un atracador que entro en su apartamento poco antes de la medianoche.

– ?Oh, Dios mio! ?Que mi madre…? Pero…

– Lo siento, senor Millstein.

– ?Pero que esta diciendo? ?Que mi madre… que? No…

– Lo siento, senor Millstein. Su madre ha muerto esta noche.

Robinson dudo mientras Millstein parecia intentar articular alguna palabra. Oyo otra voz de fondo, preguntas freneticas, subito panico. «La esposa del letrado -penso Robinson-. Esta sentada en la cama y ha encendido la lampara de la mesilla donde tiene el despertador y una fotografia de sus hijos, y ahora ha extendido la mano para sujetar el brazo de su marido, apretando fuertemente, y le esta preguntando por que ha sacado los pies de la cama y se ha quedado como petrificado, palido y aterrado.»

– Detective…

– Robinson. ?Tiene papel y lapiz, senor Millstein? Le dare un numero de telefono.

– Si, si, pero…

– Es el numero de mi despacho en la comisaria central.

– ?Pero que ha pasado? Mi madre…

– Aun no hemos detenido a ningun sospechoso, senor Millstein. Pero tenemos una descripcion y varias pruebas recogidas en el apartamento de su madre. Estamos iniciando la investigacion y contamos con la total cooperacion de la fiscalia y otros cuerpos de segundad del condado de Dade. Tengo esperanzas de que pronto procederemos a un arresto.

– Pero mi madre, como… ella siempre cerraba…

– El autor del crimen ha forzado la puerta trasera.

– Pero entonces, no comprendo…

– La investigacion preliminar sugiere que fue estrangulada. Pero todo eso lo confirmara el forense.

– Ella va a…

– Si. Sus restos seran transportados al deposito de cadaveres. Despues de que le hayan practicado la autopsia, usted debera contactar con una funeraria local. Si llama a la morgue por la tarde, un funcionario le proporcionara informacion.

– ?Oh, Dios mio!

– Senor Millstein, siento ser portador de tan malas noticias. Pero es mi deber. Le proporcionare todos los detalles que necesite, pero ahora mismo aun tengo mucho trabajo por delante. Por favor, telefoneeme cuando quiera al numero que le he dado. Estare alli hacia las ocho de la manana.

El abogado contesto con una mezcla de sollozo y resoplido, y Robinson colgo.

Espy Martinez le observaba. En parte, se sentia como una voyeur, fascinada y asqueada, todo sucediendo delante de ella como en una extrana camara lenta. Por un segundo vio desanimo e impotencia en los ojos del detective, solo lo justo para que le pulsase una fibra intima. De repente penso: «Los dos somos muy jovenes.» En cambio, musito:

– Debe de ser muy duro tener que hacer eso.

Robinson se encogio de hombros con impostada indiferencia y movio la cabeza.

– Bueno, en realidad te acostumbras -intento hacerse el duro, y ella lo supo.

Ambos salieron al exterior. Espy Martinez penso que la oscuridad estaba diluyendose. Echo un vistazo a su reloj de pulsera: el amanecer se aproximaba rapidamente. Distinguio a un punado de ancianos en una esquina del pequeno patio, pero antes de que preguntara, Robinson respondio con detalle:

– Son vecinos. El anciano que vio al tipo escapando callejon abajo se llama Kadosh. Su mujer llamo al 911. El tipo alto es Simon Winter. Acompano a la senora Millstein a su casa a primera hora de la noche, y comprobo dos veces que los cerrojos estuviesen echados. El propietario del apartamento es un tal Gonzalez, pero aun no ha llegado. Esta de camino. ?Quiere saber una condenada cosa? Uno de los vecinos me ha contado que ya habia instalado nuevas cerraduras en la mitad de los apartamentos y tenia previsto volver este fin de semana a cambiar los de la senora Millstein. Tal vez no habria servido de mucho, pero nunca se sabe. Eso es lo que se leera en todos los periodicos manana.

Robinson hizo un rapido gesto con la mano hacia los periodistas y camaras para indicarles que ya iba. Luego bajo la voz y dijo a la fiscal:

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