– Que el tampoco.

Dave asintio con la cabeza y anadio:

– En aquel momento el corazon me empezo a latir a toda velocidad, ya que no habia nadie a nuestro alrededor. Entonces fue cuando vi la navaja; el me dijo: «La cartera o la vida, hijo de perra. Tengo intencion de marcharme con una cosa o la otra».

– ?De verdad te dijo eso?

Dave se inclino hacia atras, ladeo la cabeza y exclamo:

– ?Por que lo preguntas?

– Por nada.

Por algun motivo le parecio que sonaba gracioso, tal vez demasiado ocurrente, como si lo hubiera sacado de una pelicula. Sin embargo hoy en dia casi todo el mundo veia peliculas, y cada vez mas gracias a la television por cable; asi pues, era posible que el ladron hubiera aprendido la frase de un atracador cinematografico y que se hubiera pasado la noche entera repitiendola delante de un espejo hasta que creyera parecerse a Wesley o Denzel.

– Bien… bien, entonces -prosiguio Dave-, empece a decirle: «Venga hombre, deja que me suba al coche y que me vaya a casa», lo que fue una gran estupidez por mi parte porque entonces me pidio las llaves del coche. Y yo… no se lo que me paso, carino, en vez de asustarme me enfade. Tal vez fue el whisky lo que me dio valor, no estoy seguro, pero entonces le empuje y el me clavo la navaja.

– Creia que habias dicho que le habias golpeado.

– ?Celeste: deja que acabe de contar la historia, joder!

– ?Lo siento, amor mio! -exclamo ella acariciandole la mejilla.

El le beso la palma de la mano y continuo:

– Bien, pues, me empujo contra el coche, me asesto un golpe y yo esquive el punetazo; entonces el tipo me clavo la navaja y cuando senti que el cuchillo me atravesaba la piel, sencillamente enloqueci. Le pegue un punetazo en un lado de la cabeza y como no se lo esperaba empezo: «?Joder con el cabron este!», y volvi a darle en el cuello; se cayo al suelo, la navaja reboto a su lado, me puse encima de el de un salto, y, y, y…

Dave miro el interior de la banera, con la boca aun abierta y con los labios un poco fruncidos.

– ?Que? -pregunto Celeste, que aun estaba intentando ver como el atracador le habia dado un punetazo con una mano y sostenia a la vez la navaja en la otra-. ?Que hiciste?

Dave se dio la vuelta, le miro las rodillas y respondio:

– Fui a por el como un loco, nena. Por lo que se, podria estar muerto. Le golpee la cabeza, le aporree la cara, le destroce la nariz, todo lo que te puedas imaginar. Estaba tan enfadado y tan asustado que no podia dejar de pensar en ti y en Michael, y en que habia estado a punto de no poder llegar hasta el coche con vida, y que podria haber muerto en un aparcamiento de mierda solo porque un tarado era demasiado vago para ganarse la vida trabajando. La miro a los ojos y se lo repitio. -Es posible que le haya matado, carino,

Parecia tan joven. Los ojos grandes, el rostro palido y sudoroso, y el pelo pegado a la cabeza por el sudor y el miedo y, ?era eso sangre? Si, si que lo era.

«El sida -penso por un instante-. ?Que pasaria si ese tipo tuviera el sida?» No. Tenia que enfrentarse a aquello en ese mismo momento, se dijo.

Dave la necesitaba. No solia actuar asi. Y entonces se percato de por que habia empezado a preocuparle que nunca se quejara. En cierta manera, cuando uno expresaba sus quejas a alguien, en realidad estaba pidiendo ayuda, pidiendo a esa persona que le ayudara a solucionar sus problemas. Sin embargo, Dave nunca la habia necesitado con anterioridad y, por lo tanto, nunca se habia quejado, ni siquiera cuando perdio el trabajo, ni cuando Rosemary vivia. Pero en ese momento, arrodillado ante ella, contandole con desesperacion que era posible que hubiera matado a un hombre, le estaba pidiendo que le dijera que no pasaba nada.

Y asi era, ?no es verdad? Si alguien intentaba robar a un ciudadano honrado, tenia que aguantarse si las cosas no le salian tal y como habia planeado. Y si a uno lo matan, pues mala suerte. «Lo siento, pero es asi. El que la hace, la paga», pensaba Celeste.

Beso a su marido en la frente y le susurro:

– Carino, metete en la ducha. Yo ya me ocupare de la ropa.

– ?De verdad?

– Pues claro.

– ?Que piensas hacer con ella?

No tenia ni la menor idea. ?Quemarla? Claro, pero ?donde? En su casa, no. Solo tenia otra posibilidad: el patio trasero. Sin embargo, enseguida se percato de que si se ponia a quemar ropa en el patio a las tres de la madrugada, o a cualquier otra hora, la gente se daria cuenta.

– La lavare -dijo en el mismo momento en que se le ocurrio-. La lavare bien, la metere en una bolsa de basura y despues la enterraremos

– ?Enterrarla?

– Podemos llevarla al vertedero. ?Ah, no, espera! -Los pensamientos le fluian con mas rapidez que las palabras-. Podemos esconder la bolsa hasta el martes por la manana. Es el dia que pasan a recoger la basura, ?no es verdad?

– Asi es…

Se dio la vuelta en la ducha y la miro, expectante, mientras la raja del costado se iba oscureciendo y ella volvia a preocuparse por el sida, o por la hepatitis, o por cualquier otra enfermedad por la que la sangre de otra persona pudiera matarte o envenenarte.

– Se cuando pasan. A las siete y cuarto, ni un minuto mas ni un minuto menos, cada semana, excepto la primera semana de junio, pues los universitarios, que acaban el curso, dejan un monton de basura y, por lo tanto, el camion de recogida llega un poco tarde, pero aun asi…

– ?Celeste, amor mio! ?Vayamos al grano!

– ?Ah, vale! Cuando oiga el camion, bajare corriendo detras de ellos las escaleras, como si me hubiera olvidado una bolsa, y la tirare directamente a la parte trasera. ?De acuerdo? -sonrio, a pesar de que no tenia ganas,

Coloco una mano debajo del grifo de la ducha, aunque aun seguia vuelto hacia ella, y le respondio:

– De acuerdo, mira…

– ?Que?

– ?Crees que podras soportarlo?

– Si.

«Hepatitis A, B y C -penso-. Ebola. Enfermedades tropicales.» Volvio a abrir mucho los ojos de nuevo y exclamo:

– ?Santo cielo! Es posible que haya matado a alguien.

Deseaba acercarse a el y tocarlo. Queria salir de la habitacion, acariciarle el cuello y asegurarle que todo saldria bien. Ansiaba huir de alli hasta haber analizado la situacion hasta el ultimo detalle.

Se quedo donde estaba y anuncio:

– Me voy a lavar la ropa.

– De acuerdo -contesto-. Muy buena idea.

Encontro unos guantes de plastico debajo del fregadero; eran los que solia usar cuando limpiaba el cuarto de bano. Se los puso y comprobo que no tuvieran ningun desgarron. Al ver que no habia ninguno, cogio la camisa del fregadero y los vaqueros del suelo. Los pantalones tambien estaban manchados de sangre y dejaron una mancha en las baldosas blancas.

– ?Como es posible que tambien haya en los pantalones?

– ?Haya, que?

– Sangre.

Los observo mientras ella los sostenia con la mano, miro al suelo y dijo:

– Me arrodille encima de el -se encogio de hombros -. No lo se. Supongo que se llenaron de salpicaduras, igual que la camisa.

– ?Si, claro!

Sus miradas se cruzaron y el asintio:

– Si, debe de ser eso.

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