los ojos de su padre, era como si el nino Sean intentara actuar como un adulto y adoptar un aire ostentoso.
– Confia un poco en mI. Creo tener cierto conocimiento sobre la gente y los delitos que cometen. Mi trabajo consiste en eso, ?sabes?
– ?Crees a Dave capaz de haber asesinado a una chica de diecinueve anos? ?El mismo Dave con el que solias jugar en el patio trasero! ?Aquel nino!
– Pienso que todo el mundo es capaz de todo.
– Si eso es lo que piensas, podria haberlo hecho yo. -Su padre se llevo la mano al pecho-. O tu madre.
– No.
– Mas nos valdria verificar nuestras coartadas.
– ?Por el amor de Dios! ?No he dicho eso!
– ?Claro que lo has hecho! ?Has dicho que todo el mundo era capaz de todo!
– Dentro de los limites de la razon.
– ?Ah! -exclamo su padre en voz alta-o ?Esa parte no la he oido!
Lo estaba haciendo de nuevo: envolviendole con sus hilos, enredandole de la misma forma que Sean hacia con los sospechosos. No era de extranar que Sean fuera tan bueno en los interrogatorios. Habia aprendido de un maestro.
Permanecieron en silencio un momento, finalmente, su padre confeso:
– Tal vez tengas razon.
Sean se volvio hacia el, esperando la frase clave.
– Quiza Dave haya sido capaz de hacer lo que piensas. No lo se.
Solo recuerdo al nino, pero no conozco al hombre.
Sean intento verse a traves de los ojos de su padre. Se preguntaba si era eso lo que su padre veia, el nino, no el hombre, cada vez que miraba a su hijo. Debia de ser dificil hacerlo de otro modo.
Recordo la forma en que sus tios solian hablar de su padre, el menor de una familia de doce que habia emigrado de Irlanda cuando su padre tenia cinco anos. El viejo Bill solian decir para referirse al Bill Devine que habia existido antes de que Sean naciera. El alborotador. Solo entonces fue capaz de oir sus voces y el tono paternalista que las generaciones mas mayores usaban con las mas jovenes; al fin y al cabo, la mayoria de los tios de Sean tenian entre doce y quince anos mas que su padre.
Todos habian muerto. Los once hermanos y hermanas de su padre. y ahi estaba el benjamin de la familia, a punto de cumplir los setenta y cinco, refugiado en las afueras de la ciudad junto a un campo de golf que nunca utilizaria. El ultimo que quedaba, pero aun asi el mas joven, siempre el mas joven, intentando evitar ese tono de superioridad con el que se le dirigian, especialmente su hijo. Dispuesto, si hacia falta, a borrar el mundo entero, antes de tener que soportarlo de nuevo, ya que todos aquellos que habian tenido el derecho de tratarle de esa forma habian muerto hacia mucho tiempo.
Su padre echo un vistazo a la cerveza de Sean, lanzo unas cuantas monedas encima de la mesa para la propina, y le pregunto:
– ?Te falta mucho?
Atravesaron la Ruta 28 para regresar a casa y luego subieron por el camino de entrada que tenia todas aquellas bandas de frenado amarillas y aspersores automaticos.
– ?Sabes lo que le gusta mucho a tu madre? -le insinuo su padre.
– ?El que?
– Que le escribas. Que le mandes una postal de vez en cuando, sin tener motivo alguno. Me ha contado que le mandas postales divertidas y que le gusta tu forma de escribir. Las guarda en un cajon del dormitorio. Algunas son de cuando ibas a la universidad.
– De acuerdo.
– ? Por que no le mandas alguna postal de vez en cuando?
– Si, lo hare.
Llegaron hasta el coche de Sean, y su padre observo las ventanas oscuras de su piso.
– ? Se habra ido a dormir? -pregunto Sean.
Su padre hizo un gesto de asentimiento y contesto:
– Por la manana tiene que llevar a la senora Coughlin a rehabilitacion.
– De repente su padre alargo la mano y estrecho la de Sean-. Me ha gustado mucho volver a verte.
– A mi tambien.
– ? Piensa regresar?
A Sean no le hacia falta preguntar a quien se referia.
– No lo se. De verdad que no lo se.
Su padre le observo bajo la amarillenta luz de la farola y, por un momento, Sean vio que a su padre le dolia que sufriera, que lo hubieran abandonado, y lastimado; sabia que el dano seria permanente, ya que a uno le habian privado de una sensacion que nunca volveria a recuperar.
– Bien -dijo su padre-. Tienes buen aspecto. Da la impresion de que te cuidas. ?Bebes demasiado, o algo asi?
Sean nego con la cabeza y contesto:
– Lo unico que hago en exceso es trabajar.
– Trabajar es bueno -respondio su padre.
– Si -asintio Sean, sintiendo como algo amargo y desamparado le subia por la garganta.
– Bien, pues…
– Bien.
Su padre le dio una palmadita en el hombro y dijo:
– Entonces, adios. No te olvides de llamar a tu madre el domingo. Dejo a Sean junto al coche y se encamino hacia la puerta principal con el paso de un hombre veinte anos mas joven.
– ?Cuidate! -exclamo Sean, y su padre levanto la mano en senal de reconocimiento.
Sean uso el mando a distancia del coche, y cuando estaba a punto de abrir la puerta, oyo decir a su padre:
– ?Un momento!
– ?Que pasa? -se dio la vuelta y vio a su padre junto a la puerta principal, con el torso envuelto en una suave oscuridad. -Hiciste muy bien en no subir a ese coche. Recuerdalo.
Sean se apoyo en el coche, con las palmas sobre el techo, intentando divisar el rostro de su padre en la negrura de la noche.
– Sin embargo, deberiamos haber protegido a Dave.
– Erais unos ninos -replico su padre-o No podiais saber lo que iba a pasar. Y aunque lo hubierais sabido, Sean…
Sean dejo que esas palabras hicieran mella en el. Tamborileo el techo del coche con los dedos y, escudrinando la oscuridad en busca de los ojos de su padre, respondio:
– Eso es precisamente lo que me digo a mi mismo.
– ?Y bien?
Se encogio de hombros y anadio:
– Creo que deberiamos haberlo sabido, ?no crees?
Durante un minuto ninguno de los dos pronuncio palabra alguna; Sean oyo los grillos entre el siseo de los aspersores automaticos.
– ?Buenas noches, Sean! -oyo decir a su padre entre el sonido del aspersor.
– ?Buenas noches! -respondio Sean.
Antes de subir al coche y de alejarse espero a que su padre entrara en casa.
21. DUENDES
Dave estaba sentado en la sala de estar cuando Celeste regreso a casa. Sentado en una esquina