nombre de tu padre a tu hermano?

Brendan, con la mirada perdida, respondio:

– Mi madre no esta muy bien de la cabeza, ?sabe? Se esfuerza y todo eso, pero…

– De acuerdo.

– Dice que le puso Ray para que no se le olvidara.

– ?El que?

– De lo que eran capaces los hombres -se encogio de hombros-. Hasta que punto le podian joder a uno la vida si se les daba la oportunidad, aunque solo fuera para demostrar que eran capaces de hacerlo.

– Cuando tu hermano se quedo mudo, ?como se sintio tu madre?

– Cabreada -contesto Brendan, esbozando una timida sonrisa-.

De alguna manera, confirmaba que ella tenia razon. Por lo menos, asi lo creia.

Paso la mano sobre la bandeja sujetapapeles del escritorio de Sean, y la sonrisa se desvanecio.

– ?Por que me ha preguntado si mi padre tenia una pistola?

Sean, que de repente se sentia cansado de aquellos juegos, de ser educado y prudente, le respondio:

– ?Si tu ya lo sabes!

– No -replico Brendan-. No lo se.

Sean se apoyo en la mesa, casi incapaz de reprimir el deseo inexplicable de continuar, de abalanzarse contra Brendan Harris y estrujarle el cuello con las manos.

– La pistola que mato a tu novia, Brendan, es la misma que tu padre uso en un atraco hace dieciocho anos. ?Te gustaria contarme algo mas?

– Mi padre no tenia pistola -replico Brendan, pero Sean se percato de que algo empezaba a funcionar en el cerebro del chico.

– ?No? ?A mi no me la pegas! -Golpeo la mesa con tanta fuerza que podria haber tirado al chico de la silla-. Y dices que amabas a Katie Marcus. Pues bien, Brendan, dejame que te cuente lo que me gusta a mi: me encanta mi sueldo, la habilidad que tengo para resolver los casos en setenta y dos horas. Ahora me estas mintiendo.

– No, no es verdad.

– Si, si que me estas mintiendo. ?Sabes que tu padre era un ladron?

– Trabajaba para la Asociacion de Transporte…

– ?Era un maldito ladron! Trabajaba con Jimmy Marcus, que tambien era un ladron. ?Y ahora va y matan a la hija de Jimmy con la pistola de tu padre!

– Mi padre no tenia pistola.

– ?Que te jodan! -vocifero Sean. Connolly pego un salto en la silla y se volvio hacia ellos-, ?Tienes ganas de fastidiarme, chico? Pues lo haces en tu celda.

Sean cogio las llaves del cinturon y se las lanzo por encima de la cabeza a Connolly.

– ?Encierra a este gusano! Brendan se puso en pie y exclamo:

– ?Yo no he hecho nada!

Sean observo como Connolly se colocaba detras de Brendan, tensando las articulaciones de los pies.

– No tienes coartada, Brendan, mantuviste relaciones con la victima, y la asesinaron con la pistola de tu padre. Hasta que no se aclare todo esto, te mantendre bajo arresto. Descansa y piensa en todo lo que me acabas de decir.

– ?No me puede encerrar! -Brendan miro a Connolly que estaba detras de el-. ?No puede hacerlo!

Connolly se volvio hacia Sean, con los ojos desorbitados, ya que el chico tenia razon. En teoria, no podian encerrarle hasta que no le acusaran formalmente. Y, de hecho, no podian acusarle de nada. En aquel estado era ilegal acusar a alguien por el mero hecho de ser sospechoso.

Pero Brendan no sabia nada de eso, y Sean lanzo a Connolly una mirada que decia: «Bienvenido al Departamento de Homicidios». -Si no me cuentas algo mas ahora mismo -le amenazo Sean-, pienso encerrarte.

Brendan abrio la boca, y Sean vio como unos oscuros pensamientos le atravesaban, cual anguila electrica. Despues cerro la boca y nego con la cabeza.

– Sospechoso de asesinato en primer grado -sentencio Sean-. ?A la celda con el!

Dave regreso a su casa vacia a media tarde y se fue directo a la nevera para coger una cerveza. No habia comido nada y sentia el estomago vacio y lleno de aire. No era el mejor momento para beberse una cerveza, pero a Dave le hacia falta. Necesitaba suavizar su fatigada cabeza y librarse de la tension del cuello, aliviar los violentos latidos de su corazon.

La primera la paso muy bien mientras paseaba por la casa vacia. Celeste podria haber regresado a casa mientras el estaba fuera y haberse ido a trabajar, y penso en llamar a la peluqueria para ver si estaba alli, cortando cabellos y hablando con las senoras, flirteando con Paolo, el homosexual que hacia el mismo turno que ella y que coqueteaba de esa manera natural, aunque no del todo inofensiva, tan caracteristica de los homosexuales. O tal vez fuera a la escuela de Michael, y le saludara efusivamente y le diera un fuerte abrazo, para luego acompanarlo hasta casa, y parar a medio camino a tomarse un batido de chocolate.

Pero Michael no estaba en la escuela y Celeste tampoco estaba en el trabajo. De alguna manera, Dave sabia que se escondian de el; por lo tanto, se acabo su segunda cerveza sentado a la mesa de la cocina, sintiendo como le hacia efecto, como lo calmaba todo, convirtiendo el aire que le rodeaba en pequenos torbellinos y tinendolo de color plateado.

Deberia haberselo dicho. Desde un buen principio, deberia haberle contado a su mujer lo que en realidad habia sucedido. Deberia haber confiado en ella. Seguro que no habia muchas mujeres que hubiesen aguantado a un antiguo campeon de beisbol de instituto, del que habian abusado sexualmente de nino, y que era incapaz de conservar un puesto de trabajo estable. Pero Celeste lo habia hecho. Al recordarla junto al fregadero esa noche, lavando la ropa y diciendole que se encargaria de eliminar las pruebas… ?No habia duda de que era una mujer extraordinaria! ?Como podia haberlo olvidado? ?Por que llegaba un momento en que uno dejaba de ver a la gente que siempre le rodeaba?

Dave saco la tercera y ultima cerveza de la nevera y siguio andando por la casa un poco mas, con el cuerpo repleto de amor hacia su mujer e hijo. Deseaba acurrucarse junto al cuerpo desnudo de su mujer mientras esta le acariciaba el pelo, para decirle lo mucho que la habia echado de menos en aquella sala de interrogatorios, con su silla rota y su frialdad. Un poco antes, habia pensado que deseaba calor humano, pero lo que en realidad queria era el calor de Celeste. Queria estrecharla entre sus brazos, hacerla sonreir, besarle los parpados, acariciarle la espalda y fundirse con ella.

«No es demasiado tarde -le diria cuando ella regresara a casa-. Lo unico que pasa es que mi cerebro se ha liado un poco ultimamente; tan solo se me habian cruzado los cables. Supongo que la cerveza no sirve de mucha ayuda, pero la necesito hasta que regreses a casa. Cuando lo hagas, dejare de beber. Dejare la bebida, ire a clases de informatica o algo asi, y conseguire un empleo en una oficina. La Guardia Nacional se ofrece a pagar los estudios, y yo podria hacerlo. Podria estudiar un fin de semana al mes y unas cuantas semanas en verano; podria hacerlo por mi familia. Por ellas, lo podria hacer con los ojos cerrados. Me ayudaria a ponerme en forma, a perder el peso que he ganado con la cerveza, y a aclararme las ideas. Y cuando haya conseguido el trabajo de oficina, entonces nos iremos de aqui, de este barrio que tiene unos alquileres que no paran de subir, proyectos para construir estadios y que se esta llenando de burgueses. ?Por que luchar contra ello? Tarde o temprano, nos echaran. Se libraran de nosotros y se construiran un mundo a su medida, para hablar de sus segundas residencias en las cafeterias y en los pasillos de los supermercados de comida integral.

«Iremos a un buen sitio -le diria a Celeste-. Iremos a un lugar limpio donde podamos criar a nuestro hijo. Empezaremos de cero. Y te contare lo que sucedio, Celeste. No es nada bueno, pero no es tan malo como piensas. Te explicare que tengo algunas cosas sobrecogedoras y perversas en mi cabeza, y que tal vez tenga que ir a ver a alguien para librarme de ellas. Tengo ciertas necesidades que me horrorizan, carino, pero estoy esforzandome. Estoy intentando ser un hombre bueno y enterrar al chico. O como minimo, ensenarle un poco de compasion.»

Tal vez fuera eso lo que andaba buscando el tipo del Cadillac: un poco de compasion. Pero el chico que habia escapado de los lobos no se sentia nada compasivo el sabado por la noche. Tenia aquella pistola en la mano y le habia dado un golpe al tipo ese a traves de la ventana abierta; Dave habia oido como le rompia los huesos mientras el nino pelirrojo no paraba de moverse en el asiento contiguo, observandole con la boca abierta mientras

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