maullidos de gato. Como siempre, su vecina les habia puesto cuencos con agua y comida. Varios mininos se apartaron de su camino. Eran los listos, penso, porque reconocian una amenaza, aunque no supieran identificarla. Los otros permanecieron cerca. Abrio la puerta con sigilo y aguzo el oido para escuchar a alguien en los otros apartamentos, sobre todo a la vieja. Luego se arrodillo y extendio la mano, hasta que uno de los gatos menos recelosos se acerco lo suficiente para acariciarle la cabeza. Entonces, con un rapido y habil movimiento lo agarro por el pescuezo y lo metio en su apartamento.

El gato se debatio un instante, pero O'Connell lo sostuvo con firmeza. Fue a la cocina y cogio una bolsa hermetica grande. Este se reuniria con los demas en el congelador. Cuando llegara a la media docena, se dijo, los arrojaria a algun vertedero lejano. Y luego empezaria otra vez. Dudaba que la vieja llevase la cuenta de sus bichos. Despues de todo, el le habia pedido amablemente un par de veces que limitara su numero. No haber seguido su sugerencia, sobre todo cuando la habia expresado con cortesia, era en realidad lo que estaba matando a los gatos. El no era mas que el agente de la muerte.

Scott escucho hablar a su ex esposa, mas furioso a cada segundo que pasaba.

No era que ella hubiera ignorado su corazonada, ni que el no hubiera tenido razon todo el tiempo. Era aquel tono calmado lo que lo enfurecia. Pero discutir con Sally no iba a mejorar las cosas.

– Bien -dijo-, yo creo, y Ashley tambien, que lo mejor seria que fueras a Boston y la trajeras a casa por el fin de semana, para que pueda calibrar que clase de problemas puede causarle ese joven.

– De acuerdo. Ire manana.

– Un poco de distancia suele dar perspectiva.

– Bien lo sabes tu -replico Scott-. ?Cual es tu perspectiva?

Sally quiso responder con igual sarcasmo, pero se abstuvo.

– Bien, Scott, ?tu recogeras a Ashley? Yo iria, pero…

– No; ire yo. Probablemente tendras una vista en los tribunales o algo impostergable.

– La verdad es que si.

– Durante el trayecto podre sondearla -dijo Scott-. Luego podremos trazar un plan o lo que sea. O al menos tomar alguna medida mas efectiva que traerla a casa por el fin de semana. Tal vez sea necesario que yo tenga una charla con ese tipo.

– Antes de entrometernos deberiamos darle a Ashley una oportunidad de resolverlo sola. Es parte de la maduracion de la persona, ya sabes…

– Esa es la clase de enfoque razonable y sensato que odio con toda mi alma -replico Scott.

Ella no respondio. No queria que la conversacion siguiera deteriorandose. Desde luego Scott tenia motivos para estar enfadado. Pero ya deberia saber como funcionaba su mente, la de ella, haciendo que cada palabra pareciera luz reflejada a traves de un prisma donde un rayo concreto era importante. Esto la convertia en una abogada excelente y en ocasiones en una persona dificil.

– Tal vez deberia ir esta noche -dijo Scott.

– No. Eso sugeriria una alarma desmedida. Actuemos con calma.

Hubo un breve silencio.

– Oye -pregunto Scott bruscamente-, ?tienes alguna experiencia con esta clase de cosas? -Se referia a experiencia legal, pero ella lo interpreto de un modo distinto.

– Pues no. El unico hombre que dijo que me amaria eternamente fuiste tu.

En el periodico local habia aparecido un articulo que habia sobrecogido a los habitantes del valle donde yo vivia. Un nino de trece anos, dejado en custodia en el decimo de una serie de hogares adoptivos, habia muerto en extranas circunstancias. La policia y la oficina del fiscal de distrito local estaban investigando, igual que todos los periodistas de kilometros a la redonda. El nino habia muerto de un disparo de escopeta a bocajarro. Los padres adoptivos decian que el chico habia encontrado la escopeta del padre, y estaba jugando con ella cuando se disparo accidentalmente. O tal vez no estaba jugando, sino que se suicido. O tal vez los moratones recientes en brazos y torso revelados por la autopsia sugerian que le habian propinado una tremenda paliza, o lo habian sujetado mientras algo mas terrible tenia lugar. O tal vez nino y adulto forcejearon por la escopeta, y esta se disparo por accidente. O, aun peor, se trataba de un asesinato. Un asesinato provocado por la furia, por la frustracion, por el deseo o simplemente por los malos naipes que la vida reparte a veces a aquellos peor preparados para ir de farol y no meterse en problemas.

Me parecia que la verdad es a veces indeciblemente evasiva.

Cada dia durante una semana, la foto en blanco y negro del nino muerto me miro desde las paginas del periodico. Tenia una sonrisa bellamente ironica, casi timida, bajo unos ojos que parecian sugerir muchas cosas. Tal vez eso habia dado mayor interes a la noticia, antes de que fuera tragada y desapareciera en la constante marcha de los acontecimientos; habia algo deshonesto en la muerte. Alguien era enganado.

A nadie le importaba el nino. Al menos, no lo suficiente.

Supongo que yo no era muy distinto de todos los que leyeron la historia, o la escucharon en las noticias, o la discutieron a la hora del cafe. Hacia pensar en lo fragil que es la vida y lo endeble que es nuestro asidero a eso que pasa por felicidad. Supuse que, a su modo, esto es lo que quedo claro para Scott, Sally y Hope.

12 El primer plan

Scott cogio el coche a la manana siguiente, tan temprano que el sol oblicuo reflejado en el embalse cerca de Gardner cego momentaneamente el parabrisas con su resplandor. Normalmente cuando conducia el Porsche por la carretera 2, con sus tramos largos y vacios a traves de algunos de los paisajes menos atractivos de Nueva Inglaterra, pisaba el acelerador. Una vez lo multo un patrullero con cara de pocos amigos por ir a mas de ciento cincuenta kilometros por hora, y le endilgo el proverbial sermon sobre la seguridad vial. Cuando conducia solo y rapido, que era tan frecuentemente como podia, a veces pensaba que era el unico momento en que no se comportaba segun los canones de su edad. El resto de su vida estaba dedicada a ser responsable y adulto. Sabia que la intrepidez que exhibia en la carretera se debia a algo que lo roia por dentro.

El Porsche empezo a zumbar con su peculiar tono, un recordatorio tipo «puedo ir mas rapido si me dejas», y el se concentro en la conduccion, pensando en la breve conversacion mantenida con Ashley la noche anterior.

No habia habido discusion sobre el motivo de ir a recogerla. El habia empezado con un par de preguntas, pero ella ya habia hablado con Hope y con su madre, asi que era probable que ya hubiera respondido esas mismas preguntas. Asi que todo se redujo a «estare alli temprano» y «no te molestes en aparcar, haz sonar el claxon y yo bajare corriendo».

Scott suponia que, una vez en el coche, ella se sinceraria, al menos lo suficiente para hacer una valoracion de las cosas.

Hasta ahora no sabia que pensar. Constatar que su sombrio presentimiento tras leer la carta habia acertado no le producia ninguna satisfaccion.

Tampoco sabia hasta que punto deberia sentirse preocupado. En cierto sentido levemente egoista, anhelaba ayudarla porque dudaba de tener muchas mas oportunidades para actuar verdaderamente como un padre. Ella era casi una mujer adulta, y pronto dejaria de necesitar a sus padres como cuando era nina.

Scott se coloco las gafas de sol. «?Que necesita Ashley ahora?», se pregunto. Un poco de dinero extra. Tal vez una boda, en el futuro. ?Consejo? Probablemente no.

Piso el acelerador y el coche se trago la carretera.

Era agradable que le necesitaran, penso, pero dudaba que volviera a pasarle alguna vez. Al menos, no al estilo padre con hijo pequeno. Ashley estaba capacitada para salir ella sola del problema. De hecho, el intuia que ella asi lo dejaria claro. Tal vez el tendria que limitarse a aplaudir desde la banda del terreno de juego y hacer un par de modestas sugerencias.

Cuando habia encontrado aquella carta, lo habian asaltado los sentimientos protectores que solia experimentar durante la infancia de su hija. Ahora, mientras iba a buscarla, se daba cuenta de que su papel iba a ser secundario, a lo sumo de apoyo logistico, y que lo mejor seria guardar sus sentimientos para si. Con todo, mientras los bosques que todavia conservaban sus colores otonales iban quedando atras, una parte de el se sentia entusiasmada por participar en la vida de su hija de una manera que no fuese meramente periferica. Scott

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