sonrio.
Ashley oyo el claxon sonar dos veces, se asomo a la ventana y vio a su padre en el Porsche negro. El la saludo con la mano, un gesto que era a la vez saludo y prisa, porque estaba bloqueando la estrecha calle y en Boston los conductores no se andan con chiquitas a la hora de encararse con los infractores de las normas de trafico. A los bostonianos les encanta tocar el claxon y gritar improperios injuriosos. En Miami o Houston, ese tipo de incidente puede terminar con pistolas, pero en Boston se considera mas o menos habla protegida.
Ashley cogio una maleta pequena y cerro con llave su apartamento. Ya habia desenchufado el contestador y apagado el movil y el ordenador.
«Nada de mensajes. Nada de e-mails. Ningun contacto», penso mientras bajaba las escaleras.
– Hola, carino -dijo Scott al verla aparecer.
– Hola, papa -sonrio Ashley-. ?Vas a dejarme conducir?
– Tal vez la proxima vez.
Era un chiste entre ellos. Scott nunca dejaba a nadie conducir su Porsche. Decia que era por cosa del seguro, pero Ashley sabia que el motivo era otro.
– ?Eso es todo lo que vas a necesitar? -pregunto el, senalando la maletita.
– Si. Ya tengo suficientes cosas alli, en tu casa o en la de mama.
Scott sacudio la cabeza y sonrio mientras la abrazaba.
– Hubo una epoca -dijo con tono afectado-, por cierto no muy lejana, en que tenia que cargar con baules y maletas y mochilas y enormes petates militares, todos repletos de ropa innecesaria, solo para satisfacer tu capricho de cambiarte al menos media docena de veces al dia.
Ella sonrio y rodeo el coche.
– Vamonos de aqui antes de que algun repartidor aparezca y decida aplastar tu cochecito fruto de la crisis de los cuarenta -bromeo.
Ashley se acomodo y cerro los ojos, experimentando por primera vez en horas una sensacion de seguridad. Resoplo lentamente, notando que se relajaba.
– Gracias por venir, papa -dijo sinceramente.
El deportivo se puso en marcha. Naturalmente, Scott no habria reconocido la figura que se deslizo hacia la sombra de un arbol cuando pasaron, pero ella lo habria hecho si hubiera tenido los ojos abiertos y hubiera estado mas alerta.
Michael O'Connell la miro, tomando nota del coche, el conductor y la matricula.
– ?Escuchas alguna vez canciones de amor? -me pregunto ella sin que viniese a cuento.
Vacile un momento antes de repetir:
– ?Canciones de amor?
– Exacto. Canciones de amor. Ya sabes, «Dubi dubi dubi, me molas cantidubi», o «Helen, mi vida se llama Helen».
– Pues en realidad no. Quiero decir, supongo que lo hace todo el mundo, hasta cierto punto. ?No tratan de amor el noventa y nueve por ciento de las canciones pop, rock, country, lo que sea, incluso punk? Amor perdido, amor no correspondido, amor bueno, amor malo… Pero ?que relacion tiene con lo que estamos hablando…?
Me sentia un poco exasperado. Lo que queria era averiguar el siguiente paso de Ashley. Y desde luego queria saber mas de Michael O'Connell.
– La mayoria de las canciones de amor no tratan del amor, sino de otras cosas relacionadas. Sobre todo de frustracion, lujuria, deseo, necesidad, decepcion. Rara vez tratan de lo que es realmente al amor. Si lo despojas de todos los aspectos vinculados, el amor no es mas que dependencia mutua. El problema es que cuesta verlo, porque nos obsesionamos con alguno de los otros aspectos de la lista y supeditamos todas las emociones a eso.
– De acuerdo -dije-. ?Y Michael O'Connell?
– Para el, el amor era furia. Ira.
Guarde silencio.
– Y le resultaba tan imprescindible como el aire que respiraba.
13 El mas modesto de los objetivos
El ronroneo del Porsche hizo que Ashley se quedara dormida al instante. No se movio durante casi una hora, hasta que abrio bruscamente los ojos y se irguio con un pequeno jadeo, desorientada. Miro alrededor con los ojos como platos e hizo ademan de protegerse con las manos antes de desplomarse en el asiento. A continuacion se froto la cara con las manos.
– Vaya. -Suspiro-. ?Me he quedado dormida?
Scott no respondio.
– ?Cansada?
– Supongo. Mas bien, relajada por primera vez en horas. Es mas fuerte que yo. Algo raro. No raro bueno, pero tampoco raro malo. Solo raro raro.
– ?Deberiamos hablar de eso ahora?
Ashley parecio un poco vacilante, como si con cada kilometro que se alejaba de Boston, su preocupacion se hiciera mas pequena y lejana.
– Tal vez deberias informarme de lo que le contaste a tu madre y su companera -dijo Scott con suavidad, consciente de que concedia un aire de formalidad a la relacion de Sally y Hope-. Al menos de esa manera todos estaremos al corriente. Seria bueno que todos colaborasemos en algun plan razonable para afrontar la situacion. -No estaba seguro de que su hija volviera a casa con idea de elaborar un plan, pero penso que ella esperaria que el lo propusiera.
Ashley se estremecio y luego dijo:
– Flores muertas. Flores muertas colocadas ante mi puerta. Y luego, en vez de reunirse conmigo en el restaurante que habiamos quedado, donde yo iba a librarme de el para siempre, me siguio solapadamente, como si yo fuese una especie de animal y el un cazador al acecho… -Miro por la ventanilla, como intentando ordenar sus ideas para que tuvieran sentido, y luego dijo con un suspiro-: Empezare por el principio, para que puedas comprenderlo…
Scott redujo la velocidad y se paso al carril derecho, por donde no iba casi nunca, y escucho.
Cuando llegaron a la pequena ciudad universitaria donde vivia Scott, Ashley ya le habia contado todo sobre su relacion con Michael O'Connell, si se podia dignificar con esa palabra. Habia resumido al maximo la noche del encuentro, pues le incomodaba hablar de sus borracheras y su vida sexual con su padre, asi que uso eufemismos como «enrollarse» y «achisparse».
Scott sabia exactamente de que estaba hablando ella, pero se abstuvo de preguntas indiscretas. Suponia que era mejor para su paz espiritual no enterarse de ciertos detalles.
Cuando dejaron la autovia, circularon por carreteras comarcales. Ashley habia vuelto a guardar silencio y miraba por la ventanilla. El dia se habia vuelto soleado y el cielo estaba celeste.
– Es agradable volver a casa -dijo ella-. Te olvidas de lo bien que conoces un sitio cuando tienes otras cosas en la cabeza. Pero es verdad. Los mismos parques de siempre, el ayuntamiento, los restaurantes, las cafeterias, los ninos jugando con sus
Scott trato de forzar una sonrisa que enmascarara el torbellino que lo sacudia.
– Creo que deberiamos buscar un modo de desalentar al senor O'Connell sin que haya complicaciones - respondio, nada seguro de lo que decia, aunque imposto un tono de absoluta confianza-. Tal vez haga falta que tenga una charla con el. O poner distancia, aunque esto podria retrasar tus estudios de posgrado. Pero asi es la vida, un poco liosa. No obstante, estoy seguro de que podremos resolverlo. No parece ser lo que me temi al principio.
Ashley parecio sentirse algo aliviada.
– ?Tu crees?
– Si. Apuesto a que tu madre piensa lo mismo que yo. Ya sabes, en su profesion ha visto a muchos tipos