Scott se sentia incomodo en aquella barra. Acaricio su botella de cerveza y trato de mantener un ojo en la puerta del restaurante y el otro en Ashley, que estaba sentada sola en un reservado. Ella no paraba de alzar la cabeza, jugueteando con los cubiertos, tamborileando nerviosa los dedos mientras esperaba.

Su padre la habia instruido respecto a que decirle a O'Connell cuando lo llamo, asi como a que hacer cuando el llegara. Scott tenia un sobre con cinco mil dolares en billetes de cien en el bolsillo de la chaqueta. El sobre estaba repleto e impresionaria cuando lo arrojara sobre la mesa; contaba con causar un impacto mayor que la suma real. Al pensar en el dinero, sintio el sudor corriendole por la espalda. Se aclaro la garganta y tomo otro sorbo de cerveza. Flexiono los musculos y se recordo por enesima vez que un cobarde acosador probablemente se acobardara al enfrentarse a un hombre que pudiera plantarle cara incluso con los punos. Scott habia pasado muchos anos tratando con estudiantes no muy distintos de Michael O'Connell, y les habia parado los pies a varios de ellos. Pidio al camarero otra cerveza.

Ashley, por su parte, no sentia mas que frio hielo y tension en su interior.

Cuando habia telefoneado a O'Connell se habia mostrado cautelosa y cenido al sencillo guion que habian elaborado con su padre en el camino de vuelta a Boston. No debia mostrarse belicosa, pero tampoco dar pie a ninguna ilusion. Lo principal, se recordo, era hablar con el cara a cara, para que si fuera necesario su padre pudiese intervenir.

– Michael, soy Ashley… -le habia dicho.

– ?Donde has estado?

– Fuera de la ciudad por unos asuntos.

– ?Que clase de asuntos?

– De los que tenemos que hablar. ?Por que no asististe a nuestra cita en el museo el otro dia?

– Era una encerrona. Y no queria oir lo que querias decirme. Ashley, de verdad creo que entre nosotros hay algo bueno…

– Si de verdad lo crees, entonces cenemos esta noche. En el mismo sitio de nuestra primera y unica cita. ?De acuerdo?

– Solo si me prometes que no va a ser la gran despedida -dijo el-. Te necesito, Ashley. Y tu me necesitas a mi. Lo se. -Parecia debil, casi infantil, incluso confundido.

Ella vacilo un instante.

– De acuerdo, prometido -dijo.

– Bien. Tenemos muchas cosas de que hablar. Por ejemplo, de nuestro futuro.

– Asi pues, a las ocho -dijo ella. Colgo sin comentar sus ultimas palabras y sin mencionar lo mucho que se habia asustado cuando el la siguio bajo la lluvia hasta el metro. Ni una palabra sobre las flores muertas. Ni sobre nada.

Ahora hizo un esfuerzo para no mirar a su padre en la barra y centrarse en la puerta, consciente de que eran casi las ocho. Ojala no volviera a repetirse lo del otro dia. El plan urdido con su padre era sencillo: llegar temprano al restaurante, sentarse en un reservado para que O'Connell entrara y estuviese atrapado en su asiento cuando se acercara Scott, de modo que tuviera que oir lo que el tenia que decirle. Los dos actuarian como un equipo que obligaria a O'Connell a dejarla en paz. Contaban con la ventaja del numero y del lugar publico. Psicologicamente, habia insistido su padre, eran mas que fuertes para enfrentarse a el, e iban a controlar la situacion de principio a fin. «Se fuerte, firme, explicita. No dejes espacio para la duda.» Scott habia sido muy claro al describir su ventaja: «Recuerda: nosotros somos dos y somos mas listos. Tenemos mejor educacion y mayores recursos financieros. Fin de la historia.» Ashley bebio un sorbo de agua. Tenia los labios secos y agrietados. De repente se sintio a la deriva en una pequena balsa.

Mientras dejaba el vaso sobre la mesa, vio a O'Connell entrar. Se levanto a medias en el asiento y lo saludo. Lo vio recorrer rapidamente el local con la mirada, pero no estuvo segura de que viera a Scott. Ashley dirigio una rapida mirada a su padre, que se habia envarado de modo ostensible.

Inspiro hondo y se dijo: «Muy bien, Ashley. Arriba el telon. Empieza el espectaculo.»

O'Connell cruzo rapidamente entre las mesas y se sento frente a ella en el reservado.

– Hola, Ashley -dijo animosamente-. Joder, es magnifico verte.

Ella no fue capaz de controlarse.

– ?Por que me plantaste en el museo? -le reprocho-. Y luego, cuando me seguiste…

– ?Te asuste? -repuso el, como si la estuviera escuchando contar un chiste.

– Si. Si dices que me amas, ?por que haces una cosa asi?

El simplemente sonrio y a Ashley se le ocurrio que tal vez seria mejor no saber la respuesta a esa pregunta. Michael O'Connell echo la cabeza atras y luego se inclino hacia delante. Extendio una mano sobre la mesa para coger la de ella, pero Ashley se la llevo rapidamente al regazo. No queria que la tocara. El hizo una mueca como si fuese a echarse a reir, y se reclino en el asiento.

– Bueno, supongo que esto no es realmente una cena romantica, ?verdad?

– No.

– Y supongo que mentiste al decir que no seria la gran despedida, ?eh?

– Michael, yo…

– No me gusta que la mujer que amo me engane. Me pone furioso.

– He estado intentando…

– Creo que no me comprendes bien, Ashley -repuso el tranquilamente, sin elevar la voz-. ?Crees que no tengo sentimientos yo tambien?

«No, no lo creo», fue la respuesta que le paso a ella por la cabeza.

– Mira, Michael -dijo en cambio-, ?por que haces que esto sea mas dificil de lo que ya es?

El volvio a sonreir.

– Creo que no es nada dificil. Es de lo mas sencillo. Te quiero, Ashley. Y tu me quieres, aunque no lo sepas todavia. Descuida, pronto lo sabras.

– No, no te quiero. -En cuanto hablo, supo que habia metido la pata. Estaba siendo concreta, pero hablando del tema equivocado, el amor.

– ?No crees en el amor a primera vista? -pregunto el, casi jugueton.

– Michael, por favor. Debes dejarme en paz.

El vacilo con una sonrisita. Ashley tuvo un horrible pensamiento: «Esta disfrutando con esto…»

– Me parece que tendre que demostrarte mi amor -dijo, aun sonriendo.

– No tienes que demostrarme nada.

– Te equivocas. Te equivocas por completo. Incuso diria que te equivocas mortalmente, pero no quiero darte una falsa impresion.

Ashley inspiro hondo. Nada iba a salir como esperaba. Entonces se llevo la mano derecha al pelo, apartandolo dos veces de la cara. Era la senal para que interviniera su padre. Con el rabillo del ojo, lo vio levantarse de la barra y cruzar el pequeno local. Como habian planeado, se planto ante la mesa, impidiendo que O'Connell saliese del asiento.

– Creo que deberia escuchar lo que ella le dice -le espeto Scott con calma, pero con el tono frio y duro que empleaba con los estudiantes reacios.

O'Connell mantuvo los ojos fijos en Ashley.

– ?Asi que creiste que necesitarias ayuda?

Ella asintio.

O'Connell se volvio lentamente en el asiento y miro a Scott, como midiendolo.

– Hola, profesor -le dijo-. ?No quiere sentarse?

Hope observo en silencio a Sally mientras rellenaba el crucigrama del New York Times del domingo anterior. Se daba golpecitos con el boligrafo en los dientes hasta que lograba rellenar las casillas. Los ahora habituales silencios, penso Hope, se hacian cada vez mas frecuentes. Miro a Sally y se pregunto que la hacia tan infeliz, y entonces se dio cuenta de que no estaba segura de querer oir la respuesta. En cambio, hizo otra:

– Sally, ?no crees que deberiamos hablar de ese tipo que molesta a Ashley?

Sally alzo la cabeza. Estaba a punto de escribir la respuesta del 7 horizontal, cuatro letras, donde la pista era «Payaso asesino». Vacilo.

– No se de que hay que hablar. Scott sabra manejar esto con Ashley. Espero que llame a lo largo de la tarde

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