– Eres su padre, no su dueno -preciso Sally.
Hubo un silencio incomodo.
– Deberiamos saber que quiere Ashley.
– No es momento de nonerias politicamente correctas -replico Scott-. Tenemos que ser mas agresivos. Al menos hasta que comprendamos de verdad a que nos enfrentamos.
Otro silencio.
– Estoy con Scott -dijo Hope de pronto. Sally la miro con expresion de sorpresa-. No podemos quedarnos cruzados de brazos. Hemos de actuar. Al menos de manera modesta.
– ?Que sugeris?
– Deberiamos averiguar algo sobre O'Connell -dijo Scott-, al tiempo que apartamos a Ashley de su alcance. Tal vez uno de nosotros deberia empezar a investigarlo…
Sally levanto una mano.
– Propongo contratar a un profesional. Conozco a un detective privado que hace esa clase de trabajos. Su precio es razonable, ademas.
– De acuerdo -dijo Scott-. Contrata a alguien y veamos que encuentra. Mientras tanto, tenemos que alejar a Ashley fisicamente de O'Connell…
– ?Y traerla a casa? Eso parecera una muestra de debilidad -dijo Sally.
– Tambien parece sensato. Tal vez lo que necesita ahora mismo es alguien que la cuide.
Scott y Sally se miraron, recordando algun momento de su pasado en comun.
– Mi madre -interrumpio Hope.
– ?Tu madre que?
– Ashley siempre se ha llevado bien con ella, y vive en ese tipo de ciudad pequenita donde un desconocido que llega haciendo preguntas nunca pasa inadvertido. Sera dificil para O'Connell seguirla alli. Queda bastante cerca, pero lo suficientemente lejos. Y dudo que pueda descubrir donde esta.
– Pero sus clases… -insistio Sally.
– Siempre puede recuperar un semestre perdido -dijo Hope.
– Estoy de acuerdo -asintio Scott-. Muy bien, tenemos un plan. Ahora solo tenemos que incluir en el a Ashley.
Michael O'Connell escuchaba a los Rolling Stones en su iPod. Mientras Mick Jagger cantaba
Le parecia que ella no lo comprendia del todo. Todavia no.
Habia esperado ante su apartamento hasta que vio apagarse las luces y supo que se habia ido a la cama. Ashley no sabia, penso, cuanto mas facil es ver en la oscuridad. Una luz solo marca una zona especifica. Era mucho mejor aprender a detectar sombras y movimientos en la noche. «Los mejores depredadores trabajan de noche, se recordo O'Connell».
La cancion termino, y el se detuvo en la acera. Al otro lado de la calle habia un cine pequeno donde proyectaban una pelicula francesa,
Lo irritaron de inmediato. Su corazon se acelero levemente y los observo con atencion cuando pasaron por delante de un cartel de neon en la acera de enfrente. Apreto la mandibula y noto un sabor acido en la lengua.
No habia nada notable en la pareja, y sin embargo le resultaban insoportables. La joven se apoyaba en el chico cogida del brazo, de modo que caminaban como una sola persona, sus pisadas al unisono, un momento
Se rozaban los hombros mientras caminaban, levemente encorvados el uno hacia el otro. O'Connell advirtio que alternaban risas y breves frases.
Seguramente no llevaban mucho tiempo juntos. Su lenguaje corporal transmitia novedad y entusiasmo, era una relacion que estaba echando raices, y ambos todavia se hallaban en el proceso de conocerse mutuamente. La chica agarraba con fuerza el brazo del muchacho, y O'Connell supuso que probablemente ya se habian acostado, pero solo una vez. Cada contacto, cada caricia, aun tenia el arrebato de la aventura y una mareante expectativa ilusionada.
Los odio con mas ahinco.
No le costo trabajo imaginar que harian el resto de la noche. Era tarde, asi que decidirian no ir a un Starbucks para tomar cafe o a un Baskin-Robbins para tomar un helado, aunque se detendrian ante cada uno de esos sitios y simularian sopesar la decision, cuando lo que querian en realidad era devorarse mutuamente. El chico hablaria de peliculas, de libros, de las clases en la facultad, mientras la muchacha escucharia, intercalando algun que otro comentario, ambos pendientes del otro. El chico no necesitaria mas animos que la presion del brazo de ella. Luego llegarian al apartamento riendo. Y, una vez dentro, solo pasarian segundos antes de que encontraran la cama y se quitaran las ropas, todo cansancio desaparecido al instante, superado por la frescura del amor.
O'Connell respiraba entrecortadamente, pero en silencio.
«Eso es lo que ellos creen que pasara. Eso es lo que supuestamente va a pasar. Eso es lo que esta marcado que pase. -Sonrio-. Pero no esta noche.»
Avivando el paso, camino al ritmo de la pareja, vigilando su avance por la acera contraria. Los adelanto y en la siguiente esquina, cuando el semaforo se puso verde, cruzo rapidamente la acera y se dirigio de frente hacia ellos, los hombros encogidos, cabizbajo. De modo que semejaron un par de barcos en un canal, destinados a cruzarse. O'Connell midio la distancia, advirtiendo que ellos seguian conversando y no prestaban atencion al entorno.
Justo cuando se cruzaban, O'Connell de pronto se desvio hacia un lado y su hombro choco con el del muchacho. Entonces se irguio y, sin detenerse, le espeto rudamente:
– ?Eh! ?Que demonios te pasa? ?Mira por donde vas!
La pareja medio se volvio hacia O'Connell.
– Oye, lo siento -dijo el chico-. Ha sido culpa mia. Lo siento.
Continuaron su camino tras dirigir una fugaz mirada a O'Connell.
– ?Gilipollas! -dijo O'Connell, lo bastante fuerte para que lo oyeran, y se detuvo.
El chico se giro, todavia cogido al brazo de la muchacha, pensando en replicar, pero se lo penso mejor. No queria estropear aquella noche maravillosa, asi que siguieron su camino. O'Connell conto lentamente hasta tres, dando a la pareja tiempo para poner mas distancia entre ellos, y luego empezo a seguirlos. Un subito claxon hizo que la chica mirara por encima del hombro y lo viera. O'Connell reconocio una pequena expresion de alarma en su rostro.
«Eso es -penso-. Camina unos pasos mas, calibrando el peligro, imaginando lo peor.»
Al ver que la chica hablaba rapidamente con el muchacho, O'Connell se escondio tras una valla en sombras, desapareciendo de su linea de vision. Tuvo ganas de reirse. De nuevo, conto para si.
«Uno, dos, tres…»
Tiempo suficiente para que el chico oyera lo que la chica le decia y se detuviera.
«Cuatro, cinco, seis…»
Para girarse y escrutar entre las sombras y las luces de neon.
«Siete, ocho, nueve…»
Para tratar de divisarlo en la oscuridad y la noche, en vano.
«Diez, once, doce…»
Para volverse hacia la chica.
